Por Marcelo Paz Soldán
Aunque no tenga a un amor a mi lado/ Yo sólo quiero volver. David Castro
Seúl, São Paulo de Gabriel Mamani Magne es una novela que tenía pendiente y que ha despertado múltiples discusiones en la literatura boliviana reciente. Desde la primera página, me encontré inmerso en una narrativa que aborda temas como el racismo, las desigualdades sociales y la alienación.
La historia de Pacsi, su protagonista, revela las tensiones de clase y raza que existen tanto en los espacios urbanos de El Alto como en los de La Paz. El racismo atraviesa sus interacciones con Tyson, Dino, el ejército y su familia, poniendo de manifiesto las jerarquías implícitas en la sociedad boliviana. Mamani plasma los prejuicios entre migrantes internos y urbanos, cuestionando la pertenencia en una Bolivia diversa pero profundamente dividida.
Zona Sur de La Paz. Tres y media de la tarde. Se nota que no pertenecemos aquí porque somos los únicos que buscamos calor. Ellos, los residentes, escapan del sol porque están demasiado habituados a él. Vienen de Achumani o Los Pinos, uniformados con sus mochilas Totto, con una lengua que apesta a inglés del CBA, un amaneramiento que parece decir soy boliviano pero no tanto. Entre ellos y nosotros, existen unos cinco o seis grados de diferencia, lo suficiente para definir un estado de ánimo, el tono de la voz, la elección de un camino (pág. 58).
El Alto se convierte, además, en un espacio simbólico para la identidad de Pacsi. Urbano y andino, no sólo es escenario, sino un verdadero protagonista que define las relaciones de poder y las tensiones entre quienes habitan la ciudad y quienes llegan desde otros lugares. Esta urbe es donde Pacsi negocia su lugar en el mundo, mientras enfrenta las miradas de los que la observan como un simple paseo turístico y la discriminación de aquellos que se ven a sí mismos por encima de su realidad. Es un espacio donde las identidades, tanto colectivas como individuales, están en constante negociación.
Uno de los elementos más potentes de la novela es la alienación de Pacsi como forma de migración interna. Aunque no es un migrante en el sentido tradicional, Pacsi es un extraño en su propio entorno. Su aislamiento emocional y su sensación de no pertenecer puede interpretarse como un desplazamiento simbólico. Esta migración se refleja, asimismo, en la experiencia de Tayson, quien llega desde Brasil para enfrentar en Bolivia una redefinición de su identidad. Estas experiencias paralelas amplían el espectro de desplazamientos que define la narrativa de Mamani.
El monolito en la sala de la abuela es otro elemento cargado de simbolismo. Tunupa, como lo llaman, ha estado presente por generaciones y representa el peso del pasado y la tradición que se mantiene como un vínculo ineludible en la vida de los personajes. Este monolito es un reflejo de la lucha constante entre lo moderno y lo ancestral, que también define la identidad de Pacsi.
El fútbol es otro de los temas recurrentes de la novela, utilizado como una metáfora de pertenencia y alienación. Para Tayson, nacido en São Paulo, el fútbol representa sus aspiraciones y, a la vez, las divisiones nacionales y étnicas que enfrenta. La referencia al fútbol no sólo aporta un contexto cultural familiar para los personajes, sino que también se convierte en un campo de batalla simbólico donde se define quién pertenece y quién queda excluido.
El personaje de Tayson, primo de Pacsi, es fundamental en la exploración de la fluidez de identidad en un contexto multicultural. Su experiencia en São Paulo y su regreso a Bolivia ilustran la complejidad de ser percibido de manera diferente en ambos entornos: inicialmente considerado blanco en Brasil, pero más tarde, en Bolivia, redefinido como un “más aimara” y, por lo tanto, marginado. La historia de Tayson refleja la frustración y el choque cultural que surge al tratar de adaptarse a un entorno donde nunca parece encajar del todo.
La relación de Pacsi con los superiores militares, especialmente con el suboficial Sucre, muestra claramente la tensión entre los personajes y las estructuras de poder. La escena en la que Tayson decide desertar de la Fuerza Aérea es particularmente poderosa, ya que representa su resistencia a la opresión y su negativa a someterse a un sistema que lo quiere moldear. La rebeldía de Tayson es un acto de afirmación de identidad que añade profundidad a la narrativa.
Era un lugar nuevo para nosotros: la vida de los soldados es la vida de la subordinación total, algo que desearía experimentar (pues nos han dicho que ese es un requisito primordial para ser patriotas de verdad, hombres) pero también algo que me repugna: dicen que uno entra al cuartel siendo niño y sale hecho un hombre; yo creo que uno entra siendo humano y sale convertido en un animal de carga (pág. 111).
Hay otros elementos que destacan en la novela, como las complejas relaciones familiares, la vida en los cuarteles y la lucha diaria por sobrevivir en un entorno hostil, que aportan textura a la historia de Pacsi. Seúl, São Paulo es, sin duda, una novela que permite vislumbrar a una Bolivia dispersa, en constante tensión con la búsqueda de una identidad propia. Y que, no sólo traza el retrato de una historia familiar, sino que captura la esencia de un país que dialoga con su pasado y su presente, enfrentando sus prejuicios y contradicciones.
São Paulo es un bloque de cemento colosal que nada tiene que ver con la idea playera del Brasil que los medios venden. Hombres trajeados y mujeres con cara larga. Ojeras sobre pieles blancas. Ojeras sobre piel café con leche. Y todo en la gente parece decir: trabajo trabajo trabajo (pág. 165).
Fuente: Ecdótica