El hombre poético
Por: Clider Gutierrez Aparicio
Para Félix Arciénega
¡Aristócrata de la libertad!
¿Vale o no vale la pena crear? es responder a la pregunta de si ¿vale o no vale la pena vivir? el acto de crear es una enfermedad incurable. Concibo al hombre poético en el dolor del hombre. Toda su creación silenciosa consiste en eso, resuena en las entrañas como un grito desesperado de una necesidad interior, no se quita el velo de lo absurdo sin la imaginación creativa, serán esos instantes de tormento entre el respirar y el ascenso a la liberación su única salvación, así, este hombre poético que arroja su ser al abismo será sepultado en el universo de las cosas sencillas, como la alegría de quién levanta el muro de un mundo nuevo, sólo así dejará de ser silencio para ser el murmullo del río o el canto del pájaro antes de que el sol se levante, ese nombrar de las cosas sencillas le acerca a la tentativa de ser la lluvia que riega la hierba, o la tentativa de escupir el sepulcro donde yace el sentido de la palabra que lo confina a ser el signo del azar, todo queda en la espera de la estación nombrada, todo queda en la espera del límite entre lo real que engaña y el alivio de un largo sueño, en cambio, todo esta en el decir de su ser, todo esta en el decir de su estremecimiento. El hombre poético al responder a sus angustias deja de ser un trozo de hielo para quemarse en el fuego de sus pasiones, siempre habrá el lamento melancólico de quién al verse al espejo ve una sombra, siempre habrá la absurda violencia de quién decide ser piedra, siempre habrá engaño en quien decide ser carne del miedo y vivir en la costumbre de la ceguera. El hombre poético rechaza toda esperanza basada en la razón de si misma para sí misma, no hay razón se dice, hay razones, reemplaza toda rendición por resistencia, todo zumbar por aguijonear, toda opresión por libertad. El hombre poético no cosecha con el arte, sabe que debe morir, sabe rechazar la salvación, sabe descender y no ascender, sabe que toda esta moral anciana que colorea nuestra vida cotidiana se transparenta a través de los mistificadores del vacío, sabe que las divinidades de la trivialidad se albergan en la carcajada del dios moral, sabe que los esbirros de la voluntad divina seguirán siendo vileza de la clase social por morir, sabe que la propiedad de la letanía intelectual se nutre de la maldad practica, sabe que lo ilimitado seguirá siendo inmensidad y no precariedad orgullosa, sabe que los caminos son sólo caminos y no sistemas, sabe que el crear no es acto de cobardía, acto ascensional de elevación, redención, luminosidad, de belleza o pureza, sólo busca lo desconocido, salir del tiempo y entrar en el abismo y destruir lo inútil y ser la voz del espacio, del tiempo y del propio silencio, sabe que se puede hacer algo mejor que sufrir, curar ese cáncer imperturbable que se llama desprecio. El hombre poético sabe que la poesía no es la sensibilidad o el deseo, es el sacrificio y el sacrificarse, que la poesía no afirma nada, sólo cuestiona, no construye nada, sólo agita, que todo poeta es Soberano, es Creador, es Entero o no es Poeta.
Fuente: Ecdotica