El gran legado de Humboldt: unir pensamiento y acción
Por: Alejandra Echazú Conitzer
El legado de Humboldt es inconmensurable, no sólo por sus escritos e investigaciones y los relatos de sus viajes, sino ante todo por haber tenido la sabiduría de nutrirse plenamente de su tiempo y de haberse empapado de lo mejor de cada etapa: y es que a Humboldt le tocó vivir un periodo de transiciones en la mentalidad, en la estética y la filosofía.
¿Cuál es la característica esencial de Humboldt? Considero que es la curiosidad que tenía por todo cuanto le rodeaba, su impresionante capacidad de articular diversas áreas de interés y de conocimiento en un pensamiento lúcido y coherente y en una investigación seria y sólida. Otro elemento fundamental del pensamiento de Humboldt, y que lo marcó para toda la vida, fue la interiorización profunda de los valores de la Ilustración y la Revolución francesa; recordemos que Humboldt estuvo en París a sus 21 años, en 1790.
Es, sin duda, un universalista que comprende la relevancia de los derechos fundamentales de los hombres, es por eso que rechaza la noción de razas humanas superiores e inferiores y escribe:
“El principio de la libertad individual y política hunde sus raíces en la convicción indeleble de la igualdad de derechos de un único género humano”, demostrando una lucidez muy adelantada para su época. Es así que ya en esos años Humboldt denuncia el maltrato a los indígenas americanos y detesta la esclavitud.
No son sólo los valores de la Ilustración los que marcan el espíritu de Humboldt, también el Romanticismo logra dejar honda huella en su forma de investigar y ver el mundo y de relacionar la ciencia con el arte. Si la vida de Humboldt es fascinante, también lo es el contexto histórico y cultural de esos años.
Se encuentra en un momento de transición entre estilos dominantes y momentos de oscilación y superposición de estéticas muy diferentes, a veces incluso contradictorias entre sí: entre la Ilustración, el neoclasicismo y el Romanticismo. Fluye, por una parte la Ilustración con su estética más bien laica y sus géneros didácticos también perceptibles en el arte y el neoclasicismo; por la otra, que es muy contenido y rescata las formas clásicas de la Antigua Grecia.
Surgen pintores como Winckelman en Prusia, Ingres en Francia y escritores como Lessing ejercen su influencia pretendiendo instaurar leyes estéticas universales.
El Romanticismo, inspirado en tópicos de la Edad Media, busca más bien alentar el pathos, que impulsa la libertad, lo sublime, lo intuitivo, buscando un retorno a la Naturaleza. En cuanto a la música recordemos que Mozart muere en 1791 y Humboldt debió haber vivido el periodo de clasicismo mozartiano, pero debe también haber escuchado al romántico y apasionado Beethoven.
Son los años de Goethe, de Schiller, de Herder, de los Hermanos Grimm, un momento de búsqueda de elementos de unificación nacional alemana, como la lengua, las tradiciones enlazadas con las leyendas y un vaivén entre lo más elevado del arte y las expresiones de lo más popular.
En estos años de transición estética y de cambio de visión del mundo, Humboldt logra combinar esa pasión con la razón y es así que en sus escritos hallamos tanto la rigurosidad del científico como la inefable belleza de sus reflexiones que descubren un alma sensible y dispuesta a dejarse seducir por su objeto de estudio.
Uno de los legados más grandes de Humboldt a la cultura tiene que ver con su concepción de que la ciencia no se separa de la estética; según Manfred Osten, la desacostumbrada síntesis de ciencia y estética, de concepción y percepción, fue calificada por Humboldt como “pintura natural”.
Esto se percibe particularmente en sus volúmenes Cuadros de la Naturaleza (1808), que explora los fenómenos terrestres, y Cosmos (1845-1862), que son cinco tomos que Humboldt comenzó a escribir a los 74 años, y que tuvieron un impacto enorme en Julio Verne, Edgar Allan Poe, Walt Whitman y Henry David Thoreau, entre otros.
Influyó de forma extraordinaria en universalizar la ciencia, la estética, el conocimiento y la naturaleza. Humboldt escribe sobre Cosmos: “Tengo la disparatada idea de plasmar en una sola obra todo el universo material, todo lo que hoy en día sabemos de los fenómenos de los espacios celestres y de la vida terrestre, desde las nebulosas estelares hasta la geografía de los musgos en las rocas de granito, con un estilo vivo que causará deleite y cautivará la sensibilidad”.
Así sintetiza Humboldt los conocimientos de su época, teñida de una filosofía y valores que se sustentan en el Idealismo alemán, la Ilustración y el Romanticismo.
Humboldt puede ser considerado defensor y abogado de los derechos humanos, impulsor de lo que hoy se considera imprescindible en la formación: interdisciplinaridad y transdisciplinaridad.
Fue un científico con mentalidad ecologista y, ante todo, fue un hombre que supo combinar el pensamiento con la acción: esta unión le permitía sentirse en casa en cualquier lugar del mundo porque alentaba su curiosidad, su sed de conocimiento, así como un ejercicio activo de ese pensamiento que se nutre de la experiencia.
Para Humboldt, el proceso evolutivo es fundamental para comprendernos, porque según él, sólo se conoce al ser en la extensión y en el interior, cuando se lo considera algo devenido. Podríamos añadir que para Humboldt la fraternidad se extiende hacia un diálogo de científicos y de conocimientos compartidos.
Humboldt fue un hijo de la Ilustración: llegó al continente americano en el momento en el que los criollos estaban gestando la independencia y veía estos movimientos con gusto y simpatía, ya que consideraba inmoral la idea de colonia y le resultaba inevitable la búsqueda de autonomía. Dentro de su postura humanista subrayó siempre la libertad y autodeterminación individual.
Fuente: Letra Siete