12/23/2007 por Marcelo Paz Soldan

El General y sus Presidentes

Hans Kundt y Ernst Röhm, dos alemanes en la vida de Bolivia
(La Guerra del Chaco es vista desde nuevas fuentes gracias al trabajo de Robert Brockmann, quien además reconstruye el paso por el país de Ernst Röhm, un aguerrido nacionalsocialista.)
De niño, Robert Brockmann escuchaba decir a su padre, cada vez que aparecía alguna información sobre Ernst Röhm, miembro del Tercer Reich en Alemania: “Ése estuvo en Bolivia”. Así que, desde sus 13 años, quien se dedicaría años más tarde a la labor periodística —fue Subdirector de La Razón— comenzó a reunir papeles sobre ese personaje vinculado con Adolf Hitler, quien terminó ordenando que se le fusile, el 30 de junio de 1934, durante la Noche de los Cuchillos Largos.
El 2004, Brockmann leyó, en unos ensayos de Charles Arnade, referencias sobre la presencia de Röhm en el país. El antiguo interés revivió y, luego de contactarse con el investigador estadounidense, comenzó a armar un rompecabezas que derivaría en un libro de historia. Libro que, siguiendo la pista de Röhm, condujo al autor hacia la figura de otro alemán, Hans Kundt, que terminó constituyéndose en el pilar de las indagaciones del periodista historiador.
La anterior semana, Plural Editores entregó el libro con el título El general y sus presidentes. Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939.
Visitas al Archivo y Biblioteca Nacional, en Sucre; revisión de la prensa nacional e internacional de la primera mitad del siglo XX, indagaciones minuciosas en la Internet… las fuentes primarias y secundarias remiten en el libro a 500 referencias. Así que el método y el contenido de El general… son indudablemente de corte histórico; pero “la escritura es periodística; me he esforzado para que la lectura sea un placer, casi como una novela”.
Entre varios descubrimientos que permite la labor de Brockmann, por ejemplo sobre el periodo previo a la Guerra del Chaco, lo que se hace evidente es que tanto Röhm como Kundt jugaron papeles decisivos para la historia del país. Colegas y hasta amigos —Kundt habría posibilitado la llegada del influyente militar, cabeza de las SA (camisas pardas), el brazo armado del Nacional-Socialismo—, terminaron enfrentados en 1930. La causa fue el intento de prórroga del presidente Hernando Siles, a quien Kundt servía, y la oposición militar que se articuló en Oruro. Brockmann ha encontrado en esta última fracción la mano de Röhm. Y destaca algo que la historia ha olvidado: lo sangrienta que fue la asonada. La caída en desgracia de Siles afectó a Kundt, que tuvo que huir del país. Y a Röhm le llamó Hitler que veía peligrar su posición y necesitaba del aguerrido personaje.
De este último, de quien se sabía era homosexual, el autor reproduce correspondencia relacionada con Bolivia, con lujo de detalles sobre sus amantes. Lejos estaba entonces el personaje de sospechar que su homosexualidad ayudaría luego a Hitler —a quien tuteaba, como nadie más se atrevía— a justificar su asesinato.
De Kundt se volvería a saber en Bolivia, cuando la Guerra del Chaco se hizo cuesta arriba para las fuerzas bolivianas. El mismo pueblo que le había echado antes exigiría su retorno.
Este capítulo es profundizado por Brockmann, quien confiesa su aspiración: “quiero que mi libro sea un referente sobre la guerra, pues hay mucha nueva información, con fuentes no consideradas hasta ahora” y que echan luces sobre responsabilidades que, en general, han pesado únicamente sobre el alemán que llegó a comandar las fuerzas militares bolivianas.
Más allá del valor que tiene reconstruir la historia, Brockmann se encuentra con que facetas fundamentales que él ha investigado se parecen muchísimo a lo que pasa hoy en el país. Y extrae una conclusión debidamente documentada: los bolivianos no toleran prorroguismos ni periodos demasiado largos en el poder. El general y sus presidentes. Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939. Plural Editores y Embajada de Alemania en Bolivia. La Paz, 2007. 470 páginas.
Fuente: La Razón