Por G. Munckel
“¿Te acuerdas de cuando íbamos a matarnos? Tú me apuntaste al pecho y yo apunté al tuyo. Te juro que iba a matarte, pero tenía miedo. Un miedo igual al que tengo ahora. No puedes irte, ¿entiendes? Eres todo lo que tengo, Lázaro”, le dice Juan a su amante, un soldado desertor como él, mientras buscan refugio en el desierto.
Con la historia de estos dos hombres empieza Furia, de la escritora mexicana Clyo Mendoza (1993), una novela que se lanzó por primera vez en 2021 y que ahora la editorial Dum Dum publica en Bolivia.
“Por favor, escúchame, tienes que aguantar otro poquito. No puedo ir a buscar a alguien que nos ayude si nos están buscando, y no sé quién podría ayudarnos. No tenemos a nadie, no conocemos a nadie. Por favor, Lázaro, resiste un poco. Cuéntame algo, anda, cuéntame algo para que no te duermas”, le ruega Juan a ese otro hombre, endurecido como él por la violencia y el desierto, pero que sin embargo conserva en su interior eso que tiene de hermoso –aunque duela– el amor en medio de la guerra.
Más adelante, la novela cambia: se superponen tiempos y espacios a medida que avanza. Primero, la historia de Lázaro y Juan se hace más compleja al mostrar en el pasado y las vidas de sus madres, que se entremezclan en una trama de intrigas y venganzas emocionales.
Después, el libro salta de nuevo, pero esta vez hacia adelante, y aparecen nuevos protagonistas. Salvador y María, al igual que Juan y Lázaro, también están quebrados pero se buscan con toda la intensidad del deseo, un deseo poderoso que los hace uno aunque los dañe. Y en esa unión se siente eso que tiene de doloroso –en su belleza– la guerra en medio del amor.
Todos estos personajes se mueven entre un tiempo y otro, condenados a vivir en un mismo desierto o a llevarlo en su interior. Por eso a veces esta historia tiene mucho de delirio y de pesadilla, porque el calor y la hostilidad de ese paisaje hacen estragos en la mente de los que viven en él.
Pero, además, Furia es una novela en la que el desierto es otro protagonista, un testigo no siempre silencioso de esas historias terribles que lo habitan. En él se escuchan los gritos de los coyotes, las voces de las viejas que viven en los alrededores y también la de un extraño mercader que cuenta verdades atroces y regala monedas de oro.
Con una prosa en la que hay espacio tanto para la violencia como para la belleza, para la locura como para los sueños, y con una fuerza poética que lo sostiene todo, Clyo Mendoza abre varias tramas que por momentos parecen alejarse demasiado, pero que acaban por confluir de formas impredecibles. Y así, la relación entre Salvador y María con Juan y Lázaro, y la de todos ellos con el resto de los personajes, se va revelando poco a poco.
Porque, en el fondo, Furia es la historia de los hijos de Vicente Barrera, un vendedor ambulante de hilos, un mujeriego que deja su semilla en los pueblos por donde pasa. Es la historia del linaje maldito de ese hombre violento y misterioso. De una sangre enferma de locura y deseo.
Aquí hay hombres que muerden, hombres que son perros o perros que son hombres. “¿Y si es nuestro hermano? ¿Cuántos más podrían tener esta sangre maldita?”, se preguntará Juan, porque la suya es una historia sobre hombres que se enteran de que son hermanos cuando ya es demasiado tarde, cuando el deseo o la furia o ambos han hecho estragos en sus vidas.
Publicar a Clyo Mendoza es una gran apuesta de Dum Dum, y Furia es, sin duda, uno de los mejores libros de su catálogo.
Fuente: Letra Siete