El costumbrismo fue su marca en la literatura
Por: Marcelo Suárez R.
Pedro Rivero Mercado fue uno de los escritores más reconocidos de nuestro medio, especialmente en el campo de la poesía, prestigio que se ganó mucho antes de que se sumergiera en el universo de la novela, ya no como lector voraz sino como escritor. Manejaba el verso con picardía y con desenfado, pero no para hacer las apologías del amor, o de la mujer, o de la naturaleza, o de las tantas cosas bellas de la creación. Don Pedro se valía de la lírica costumbrista para contar historias imaginarias, con visos de realidad algunas, satíricas y mordaces otras, y descabelladas varias.
Esta cualidad quedó plasmada en varios títulos, siendo uno de los principales Las Cien Mejores Poesías de Gustavo Adolfo Baca (1984), seudónimo con el que firmó durante décadas sus poemas, que actualmente se siguen publicando en la revista dominical EXTRA, de EL DEBER.
El seudónimo era una clara referencia al poeta español Gustavo Adolfo Bécquer y al legendario héroe de la lucha independentista José Manuel Baca (Cañoto), una simbiosis del carácter romántico de los personajes que representaron una influencia para Rivero Mercado.
En su obra poética se resaltaba su afán por dar a conocer lo regional. En este género también publicó: Las bienandanzas de un Quijote Cruceño (1985). Las tres perfectas solteras (1987), Pataperreando (1988), Por hacer macanas (1990), Más allá del fin de los siglos (1995) y Las palomas contra las escopetas (1998).
Narrador
El gran giro lo da en 2000 con Los gorriones del barrio, su primera novela, que fue presentada en Bolivia, Francia y España. Ambientada en la Santa Cruz de antaño, narra la historia de Dorito Fernández, personaje dotado de mucha sensibilidad que se convierte en protagonista central de los dramas que ocurren en una pequeña aldea.
Wolfango Montes Vanucci dijo de esta obra: “En su primera incursión en el género, Pedro Rivero Mercado descubre cauces de inspiración por nadie antes explorados. Usa lenguaje castizo, de corrección académica sin caer en la obsolescencia”.
Tres años después llega Que Dios lo tenga donde no estorbe, segunda novela, que representa una continuación de la anterior. La obra está cargada de denuncias sociales contra los regímenes totalitarios y la reacción de una sociedad cruceña, cuyo liderazgo socioeconómico nacional comenzaba a despegar.
En mayo de 2005, continúa con el género que abrazó en el siglo XXI y propone Empate a tres. La obra narra las vivencias de un matrimonio ya maduro que decide contarse sus infidelidades y tras una sabrosa serie de historias confesionales, ambos deciden decretar un empate en su particular certamen.
Luego de una pausa de dos años, el autor cruceño sorprende con una adaptación criolla de una obra cumbre de la literatura en español. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Guardia (octubre 2007) respondía a la pregunta de Rivero Mercado de por qué el célebre personaje no pudo haber nacido en La Guardia. La obra incluía a Sancho Pinza y Dulcinea del Tobillo.
A los pocos meses, aparece con una nueva obra: Retrato de un canalla, en la que el autor hace una introspección dentro del personaje principal de la trama, un joven que es machista, desconsiderado, “un canalla con todas las letras”. Respecto de este trabajo, la filóloga Claudia Bowles destaca el buen uso del idioma. “Está escrita en un lenguaje contundente”, afirma.
Su periplo por la novela concluye con Dos mujeres (2010), que describe a personajes clásicos y tradicionales de uno de los barrios de la Santa Cruz de mediados del siglo XX.
En 2012 marca su retorno a la poesía con Las tres casadas imperfectas, una especie de segunda parte de su obra Las tres perfectas solteras, que fue llevada a la televisión en una producción de Safipro.
Fuente: www.eldeber.com.bo/