12/10/2018 por Marcelo Paz Soldan
El Ateniense. Memorias de Alcibíades, el favorito de Sócrates y Pericles

El Ateniense. Memorias de Alcibíades, el favorito de Sócrates y Pericles


El ateniense
Por Luis González Quintanilla

El escritor Raúl Rivero Adriázola ha puesto a disposición de sus lectores una nueva novela histórica, El Ateniense (Nuevo Milenio, 2018). La obra hecha cuerpo en la historia de la Grecia clásica, durante sus siglos estelares. 
Una alta personalidad de la época, Alcibíades, conductor militar, pensador y político es la voz narrativa de ese renacer cultural que fue el “siglo de Pericles” en la cuna de la civilización de Occidente.  
Como buena parte de la novelística de Rivero el libro está ambientado en episodios esenciales  de la historia pretérita. Alguna vez le pregunté al autor cómo fue su acercamiento a la novela histórica en general y a la antigua en particular. Me contestó sin dudar: tuve la suerte de que me tocó un excelente profesor que me enseñó a amar la historia. 
Fue justo en los cursos donde la lectura imperativa de la Odisea y la Iliada, por ejemplo, eran parte del programa de secundaria. 
Muchos pasamos por eso: el comienzo de una caminata de lecturas obligadas que unos las desperdiciaron y otros, los menos, la aprovecharon. Los primeros, contagiados por una temprana alergia a la lectura, trataban de encontrar los recovecos más ingeniosos  para huirles a esas extrañas páginas, de guerras ignotas; de viajes infinitos; de bellas doncellas mitad peces que embrujaban con su canto; u otras que adivinaban el futuro ocultas en cuerpo de pájaros multiformes; o de héroes inverosímiles que hacían intervenir en sus acciones vitales a dioses extraños y poderosos. Esa minoría de alumnos de bachillerato, sin embargo, encontró en esos libros historias que modelaron de alguna manera su propia existencia, recibió un millonario regalo de oportunidades para soñar y adquirió conocimiento parcial de lo que  fue el desarrollo de la cultura de nuestra civilización. Ello, a través de la mirada al mundo helénico que tanto  aportó a la humanidad con sus producciones e ideas en filosofía, política, ética, historia, arte y ciencia.
Como confiesan algunos autores del género, en medio de la lectura de legajos amarillentos y a veces ruinosos, densos ensayos, investigaciones puntuales en anaqueles sin fin, revisión constante de trabajos históricos, surge un momento de quiebre que es cuando la ficción pide con fuerza y terquedad ocupar su turno. Sus personajes, entonces, piensan, sienten, sufren o son felices según  el talento narrativo y la invención  de cada cual. El producto es un género apasionante: la novela histórica. 
Así fue construyéndose, seguramente, el mundo literario de Raúl Rivero: una docena larga de libros cuya mitad está radicada en novelas de historia antigua. Lector voraz y dueño de una admirable ilustración, Rivero ha encontrado en esos episodios los planos y la obra gruesa de su producción, luego, su talento de creador narrativo completa  la hechura de sus novelas históricas. 
De esta manera –para citar una muestra de su fecundidad– Rivero Adriázola vuelve sus ojos en el Conjuro Juliano  a la Roma de Julio César para rematar la trama en Leonardo da Vinci en el siglo XVI d.C. O con Los Constantinopolitanos, donde ancla su trama luego de la caída del sacro imperio de Oriente,  y de su capital, la imponente ciudad de los tres nombres, y se propone perseguir la vida de sus notables, hasta llegar a Cristóforo Colombo. O La Segunda ley, cuyos protagonistas son los sacerdotes del templo de  Jerusalén que  descubren el perdido V libro de Moisés (el Deuteronomio) cuando el pueblo  hebreo estaba en la encrucijada de su desaparición.
La elección histórica de su nuevo libro –El ateniense– es el espacio en que la polis griega llega al Olimpo de su desarrollo, al  momento de su mayor esplendor. El relator de la novela es un personaje del que su sola existencia real pareciera  una verdadera narración novelesca. Se trata de Alcibíades, sobrino del brillante estadista que da nombre al siglo cúlmine de la Hélade, bajo la hegemonía de Atenas (el siglo de Pericles). 
El héroe, discípulo y efebo favorito de Sócrates, delfín de su tío el brillante estadista, vencedor de batallas militares y políticas -que nunca llegaron a concretarse en el poder como el  acumulado por su  protector- y que  lo llevan a experimentar el  exilio y a la prisión en el crepúsculo de su carrera.  Pasan por sus páginas, con la frescura y la intimidad de personajes cercanos, los grandes pensadores y hacedores reconocidos de las más sabias y bellas producciones del espíritu humano en la cuna de la cultura universal: Sócrates, Platón, Aristóteles, Anaxágoras, Herodoto, Protágoras, Fidias…
Así, Rivero Adriázola nos vuelve a descubrir que un camino pavimentado de pasión por la historia, sumado a su ingenio narrativo, nos acerca a la antigüedad a través de los anchos márgenes que le otorga la invención novelística.
Fuente: Página Siete