01/31/2025 por Sergio León

Dos libros autografiados de Jaime Saenz

Por Jorge Saravia Chuquimia

Una experiencia cautivante es ver en las primeras páginas de un libro la autografía y firma de puño y letra del autor hacia un admirador. Esta muestra de afecto da lugar a tener nuevas sensaciones sobre el libro rubricado. Por fortuna y gracias a la gentileza del Sultán de Marruecos –Alfonso Barrero, para los mortales– me ocuparé sobre dos dedicatorias hechas por Jaime Saenz (1921-1986), una en Muerte por el tacto (1957) y otra en Aniversario de una visión (1961), a la tía Esther. Todo esto me gustaría comentarlo desde una doble perspectiva: por un lado, la autografía vista como una generosa dinámica de escritura propia de ciertos autores hacia el otro y, por otro lado, ver esta práctica más cercana a la confesión y qué, en este caso, el autor ve oportuno rendir reconocimientos a la figura inspiradora (materna) de su tía Esther. Estas aproximaciones las consideraré siguiendo la lectura del capítulo XIV, de La piedra imán (1989).

La incidencia de poseer un libro autografiado está en que puede ser considerado como un objeto de colección y con un valor que no tiene precio (tal si fuese un gran tesoro), más si se trata de un autor reconocido. Este pronunciamiento da lugar a una curiosa historia, pues estas lindas particularidades se las aprecia en las primeras hojas, después de las tapas, de dos poemarios de Saenz. Dos textos que son de propiedad del Sultán de Marruecos y que generosamente me dejó apreciarlos. Dos volúmenes que son primeras ediciones y que llevan las marcas del tiempo y (con)tienen la caligrafía del autor.

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Al respecto de esto, en Muerte por el tacto, por la inscripción de la fecha de 1957, al pie de la hoja, se puede dilucidar que ni bien se publicó, fue adquirido por su propietaria. La dedicatoria está redactada a mano alzada y se percibe mucha tranquilidad en su desarrollo. Considero que el autor emplea una pluma fuente fina de tinta china y de color azul. La caligrafía se destaca por su claridad y legibilidad con letra de tipo carta. Las mayúsculas son exageradas y, también, las colas de las zetas minúsculas inclinadas hacia abajo. Los signos de puntuación están bien ubicados. Al final del mensaje está la rúbrica (o, nombre), de Jaime con la J que parece S.

Tía:

Tu maravilloso corazón es una

de las cosas que me hace vivir. Guarda

este homenaje a tu esposo, como

homenaje mío a tu corazón, y como

testimonio de mi inmenso cariño.

Jaime

22 de julio de 1957.

En Aniversario de una visión, al pie de página aparece la fecha de 1961. Entonces, el ejemplar fue obtenido un año después de la salida al público. De igual manera la escritura está confeccionada a mano alzada y hay una imagen de apuro en su avance. Acá, Saenz usa un bolígrafo de color rojo. Su tipografía tipo carta es clara con inclinación a la letra de los médicos. –En varios períodos de su carrera modificó intencionadamente su caligrafía–. Sobresalen las mayúsculas con exagerada altura que las minúsculas. La puntuación donde debe ser. Al final, asoma la firma de Jaime.

Para mi muy querida

tía Esther, con

inmensa gratitud.

Su sobrino,

Jaime

La Paz,

10.12.61.

En estos dos paratextos, la dedicatoria de agradecimiento tiene como destinatario la tía Esther. Y de alguna manera, ella es inspiración para el autor. Según la RAE, inspirar es “sentirse motivado por alguien o algo para el desarrollo de la propia creación”. El detalle más importante de la definición anterior es “sentirse motivado por alguien” y ese ser sensible en La piedra imán es retratada con estas exclamaciones: “Una vez, mi tía estalló de rabia y me hizo oír el sueño y la soltura”; “Mi tía una santa”; “Qué candorosa mi tía”… Tomar estas expresiones y convertirlas en escritura poética hace que emerjan versos como “Tu maravilloso corazón es una de las cosas que me hace vivir”. Descubrir estas palabras aladas en estos dos manuscritos dirigidos a la tía Esther reflejan la individualidad afectiva interior del autor.

Aquí me gustaría subrayar que en los dos autógrafos se puede comprender los rasgos estéticos de la escritura de Saenz. Cuando leemos “Para mi muy querida tía Esther, con inmensa gratitud”, el autor está detrás del lenguaje. Todas las palabras de la dedicatoria son una presencia que desea ser oída y poder agradecer. Son palabras que transforman el lenguaje, pues ya no se limita a comunicar un simple mensaje sino a transmitir nuevas impresiones afables. El autor que autografía se abandona en el lenguaje de su escrito para habitar un espacio sin tiempo. Por eso, éstos libros se convierten en objetos de deseo para lectores saenzianos.

En suma, en el presente artículo establezco que el corpus de los dos textos autografiados de Jaime Saenz se los puede leer desde sus rasgos compositivos (escritura del texto y realización gráfica). Pues, estos documentos (poéticos y sencillos) se revelan como encantadoras fuentes de información que dan cuenta de la manera de concebir el fenómeno de la dedicatoria y de la rúbrica, para determinado lector o admirador. El libro autografiado tiene marcas y rasgos que deja el autor para la inmortalidad. No quiero cerrar este artículo sin destacar que el autografiado es un recurso que produce impacto textual y visual en el lector. La dedicatoria no modifica la percepción del lector sino es la manera como nosotros lo percibimos.

Fuente: La Ramona