día ocho de la feria. bitácora de un lector: No disparen contra el crítico
Por: Ricardo Bajo
(jueves 9 de agosto, 2012) Día ocho: Estaba leyendo el estoico poemario de Paura Rodríguez (Como monedas viejas sobre la tierra, editorial La Hoguera) y acabé por el principio, el prólogo. Ahí Antonio Terán —premio nacional de Poesía— se despacha a gusto contra la crítica académica. Y dice: “Los sabiondos de nuevo cuño –estructuralistas exacerbados, desconstructivistas, esterilizados en auto clave– han convertido la crítica literaria ya ni siquiera en una vivisección, sino en una autopsia”. Cuanta razón tiene el vate cochabambino. ¿Para quiénes escriben los críticos académicos, para ellos y su ombligo? Luego está la crítica-reseña periodística, la de los vulgares gacetilleros, como yo.
A estos críticos es más fácil disparar; tan sencillo y asequible como balear a un pianista en un western. Cuando lo hagan, no se olviden de apuntar entre los ojos. Decía el gran Groucho Marx que “los críticos son unos tipos que siempre piden bebidas baratas, salvo cuando no pagan ellos”. Y Truffaut añadía: “Se llega a crítico por azar, tras haber fracasado en la literatura, la enseñanza o la soldadura autógena”.
¿Cuántos libros de literatura boliviana serán reseñados de toditos los que están esperando a ser comprados en la feria? Muy pocos. La crítica tiene sus peligros: se pierden amigos y conocidos, saludos pasajeros y alguna que otra dávida. Y por supuesto, el aludido jamás te concederá otra entrevista en su vida. Por eso somos tan condescendientes, tan perdona vidas. Demonios para unos, ángeles para otros, como dirían los cenobitas en Hellraiser; profesión maldita, que la llamara el cubano Frank Padrón. La crítica debe ser un acto de amor, dijo Breton. Y la crítica de libros lo es en Bolivia: se hace gratis, por devoción hacia los libros, hacia los autores, aunque no se lo merezcan. Amor a poemas como éste de Paura Rodríguez: “Cruje como madera seca el alma / Se arruga como un pañuelo. / Pinta su rostro de otro rostro. / Miente el alma. / Finge una voz inexistente. / Revienta como un volcán. / Huye”.
Fuente: La Razón