día diez de la feria. bitácora de un lector: Iluminando al mundo
Por: Ricardo Bajo
(sabado 11 de agosto,2012) Día diez: En la entrada a la feria, en el edificio, está el puesto de la librería Armonía. Ahí siempre está don Pedro Brunhart y sus minilibros; a dos pesitos, todos. Lleva vendidos en ocho años casi 250 mil libritos, que no es poco. Ahora también edita otros bajo el sello del Círculo Achocalla, grupo de reflexión sobre política y vivir bien, que construye puentes entre dos culturas, la amerindia y la occidental. Títulos como Es inminente la escasez del petróleo y A descolonizar, empecemos por el alcohol llaman la atención de todos los lectores.
En uno de los libritos de don Pedro se ve a una Estatua de la Libertad a punto de ser tragada por las aguas apocalípticas bajo el título: Ecozoico y cambio climático, por Javier Medina. Subiendo la escalera de caracol y detrás de dos banderas de Estados Unidos, en el stand de la embajada gringa, hay dos afiches de la estatua mucho más “optimistas”. Uno es un puzzle y el otro, una imagen turística.
Siempre que veo este monumento me acuerdo de la frase de Woody Allen en la película Delitos y faltas: “La última vez que estuve dentro de una mujer, fue cuando visité la Estatua de la Libertad”. Hay varios puestos de embajadas en la feria, pero el de Estados Unidos es el más grande. Lo han colocado como en una colina, allá arribita en lo alto. Y es el más “pendejo”. Tiene libros de Obama, alguno con títulos tan naif como La audacia de la esperanza. Y grandes fotos de músicos, astronautas, edificios, laboratorios, campos bucólicos… En sus escasos estantes hay libros de geografía, clásicos literarios e información sobre becas. Un letrero insta a hacerte “fan” de la embajada a través del Facebook. Y cuando acuden los colegios, todos los niños se van con un bolígrafo de regalo. Astutos ellos, apuntando directamente a seducir a los más changos. Prometo que por un instante me olvidé de sus invasiones, de sus “drones” y de la secreta kill list de Obama. Y de su “libertad iluminando al mundo”, regalada por los franceses.
Fuente: La Razón