día cuatro de la feria. bitácora de un lector: Salvemos a la bodeguita del libro
Por: Ricardo Bajo
(domingo 5 de agosto, 2012) Día cuatro: Un clásico de las ferias del libro en La Paz es la bodeguita. Hace años, cuando todo era mejor (en la feria), la bodeguita era esperada con ansiedad. Las editoriales y las librerías remataban como saldo sus libros con precios baratos. Había que estar el primer día buceando en las cajas para descubrir una joyita, una perla, un “delicatesen”. Y entonces, mostrabas el librito con orgullo a todos los cuates: “diez pesitos, mi hermano, en la bodeguita, andá pues, hay lindas cosas”.
La bodeguita de este año ni siquiera está en la feria. Por problemas de espacio, ha sido exiliada y ahora ocupa una pequeña esquina en el Centro Cultural Español en la avenida Camacho (donde también hay una “secreta” biblioteca que presta sus 5.000 libros sin costo).
En la bodeguita de este año hay apenas 2.000 libros, muchos de ellos con los mismos precios que en la librerías durante todo el año. Y para mayor depresión, ni siquiera las editoriales han contribuido esta vez con sus “despojos”. Y luego se quejan y se quejan de la piratería. Abre de 09.30 a 19.00 y todavía guarda algún tesoro escondido, como dispuesta a no defraudar a pesar de los pesares.
Hojeando sus libros abandonados te puedes encontrar con una rara avis como ésta: Tradición naval del pueblo de Bolivia, de José Vargas, editorial Los amigos del libro. Está a Bs 10. Vargas era un viejo capitán de navío y gracias a él hoy nos podemos enterar de los nombres de la fuerza naval boliviana antes de perder el mar. María Luisa era un bergantín militar —dedicado a no sabemos que encandiladora mujer— y “Chachamocha” era un barco civil con nombre en aymara. Para encontrar el fútbol perdido en el Siles, a Bs 30, el libro de Ángel Cappa: ¿Y el fútbol, dónde está? Y a Bs 20: Con las banderas del MNR, de Raúl Lema Peláez.
La bodeguita agoniza, otras banderas han sido arriadas y yacen sepultadas por el tiempo. No dejemos que la bodeguita también se muera.
Fuente: La Razón