Des-encontrando a Edmundo Paz Soldán
Entrevista a Edmundo Paz Soldan
Por: Verónica Saldias Grájeda
Video editado por: Adriana Abrego Sivila
Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es uno de los escritores más importantes de la narrativa contemporánea boliviana y, probablemente, una de las voces imprescindibles en la región. Inició su carrera profesional en 1985 estudiando ingeniería petrolera en Mendoza (Argentina), la que abandonó en busca de seguir su vocación literaria después del primer año para estudiar Relaciones Internacionales en Huntsville, Alabama (Estados Unidos) a la que se fue con una beca de fútbol. Terminada la licenciatura inició su maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Berkeley, California (Estados Unidos) donde también hizo su doctorado. Su juventud estuvo poblada por lecturas y sin importar el camino que eligiera la escritura parecía estar siempre esperándolo, siempre llamándolo hasta que lo alcanzó, o él se dejó alcanzar, para continuar con ella durante 28 años siendo actualmente escritor y profesor de Literatura Latinoamericana en Cornell, Nueva York (Estados Unidos).
En 1990 publicaría su primer trabajo Las máscaras de la nada (Los amigos del libro), un libro de cuentos de corte más bien breve con finales sorpresivos y con marcada influencia borgiana. Cuatro años después, en 1994, publicaría Desapariciones (Ediciones Simón I. Patiño). Desencuentros es el libro que recoge estos dos primeros trabajos con la reducción de al menos quince cuentos y la edición definitiva de los que han quedado.
Desencuentros ha sido coeditada para el mercado boliviano por Páginas de Espuma (España) y Editorial Nuevo Milenio (Bolivia). Aprovechando su paso por Bolivia para presentar su nueva producción he conversado con él para conocer más acerca de su libro y aquello que lo motiva a seguir escribiendo.
– Hablando de este nuevo libro, ¿cuál sería la temática tomando en cuenta que Desencuentros nace de dos libros con identidades propias?
Desencuentros incluye mis primeros dos libros: Las máscaras de la nada y Desapariciones, los he decidido juntar porque los dos tienen una unidad formal y temática. En cuanto a unidad formal, los dos libros son sobre todo micro cuentos, micro relatos o cuentos breves. Creo que en promedio son textos de tres páginas, dos páginas, a veces de una y quizás al final hay alguno de cinco o seis páginas, pero en general son cuentos que no tienen el largo tradicional de ocho, diez, quince páginas.
Y en cuanto a la temática, hay tres áreas que se exploran en los cuentos y que también hacen dialogar entre sí a los dos libros. Una de ellas tiene que ver con la familia, las relaciones perversas de familia, un tema que me interesaba mucho en mis principios. El otro tema tiene que ver con las relaciones de pareja, que es el segundo núcleo del libro; las relaciones sentimentales que luego siguen y dan para un libro más que es mi tercer libro de cuentos Amores imperfectos, ahí con cuentos de corte más tradicional. Y la tercera área tiene que ver con todo lo que está relacionado con la literatura, cuentos que tienen que ver con escritores, traductores, lectores, editores, todo aquello que hace al ecosistema literario.
En estos dos libros la mayor parte de los cuentos trabajaban una especie de angustia existencial que creo capta bien el título del primer libro, Las máscaras de la nada, el segundo también tiene una similitud. Desapariciones tiene que ver con cierta sensación de que en todo aquello que nos rodea hay una fachada que nos impide ver de frente la realidad. Es la idea de la vuelta de tuerca de muchos de estos cuentos, los juegos con paradojas, ironía y demás es que hay una sensación de “¿qué pasa si detrás no hay nada?”, está conectado a cierto absurdo, a cierta angustia existencial que marcó los primeros años de mi carrera literaria.
– Sé que Borges es una de tus mayores influencias, en especial en el género cuento y me parece bastante interesante saber que Ficciones, que es lo mejor de cuentos de Borges, nació de una forma similar que Desencuentros, porque es la unión de El jardín de los senderos que se bifurcan y Artificios, ¿tiene esto algo que ver con la idea que tuviste para generar Desencuentros? ¿Qué tipo de influencia tuvo Borges para el nacimiento de Desencuentros?
Cuando tú escribes pasas por muchas etapas, pero a veces una etapa puede durar muchos libros, o a veces puede durar uno solo. En este caso, siento que estos libros formaron parte de una sola etapa y sentía que se vinculaban bien y que se justificaba juntarlos. No se me hubiera ocurrido juntar, por ejemplo, Desapariciones con Amores imperfectos porque son libros que tienen otra temperatura. El modelo de Borges es una referencia explícita.
Hay otras razones que tienen más que ver con los proyectos editoriales. Este libro ha sido publicado con la editorial española Páginas de Espuma y hubo antes una edición con Alfaguara (solo para Estados Unidos) y en ambos casos las editoriales pensaban que estos dos primeros libros eran muy delgados y que quizás al juntarlos podían tener más impacto. Pero esa razón editorial no es un justificativo suficiente; hablando con los editores, veíamos que sí se podían juntar estos dos libros porque había mucha afinidad formal y temática en los cuentos.
– En 1999 salió Simulacros, que también era una antología de varios títulos, ¿qué diferencia hay entre Desencuentros y Simulacros?
Desencuentros no es una antología. Tiene estos primeros dos libros, lo que sí ha pasado es que con esta nueva edición yo no creo mucho en las ediciones corregidas y aumentadas, más bien creo que las ediciones deben ser corregidas y disminuidas. Ahí hay como unos quince textos de las primeras ediciones de Desapariciones y de Las máscaras de la nada que sentí que no eran necesarios, que se podía prescindir de ellos, entonces han sido eliminados para esta edición.
Pero en todo caso, Desencuentros no tiene voluntad de ser una antología, sino de reunir mis dos primeros libros. En cambio, Simulacros fue una antología preparada para estudiantes de colegio. Había una edición de Santillana que en ese entonces había llegado a Bolivia junto a Alfaguara y en ese entonces había publicado mi primer libro con ellos que fue Amores imperfectos, entonces ellos pensaron que se podía hacer una edición para colegio que tenía su material de apoyo de lectura.
– ¿Cuál es el cuento de Desencuentros que fue el más complicado de escribir de forma personal y que obviamente tuviste que releer para esta nueva edición?
Hay varios cuentos que fueron complicados de escribir. Hubo toda una sección que es la segunda parte de Las máscaras de la nada que son cuentos sobre todo de relaciones sentimentales, que son como un punto de partida para Amores imperfectos, el siguiente libro. En esa época, cuando los escribí, yo había pasado por una ruptura sentimental muy importante y muchas veces me pasa que con las grandes experiencias personales veo cómo puedo hacer para convertirlas en un cuento, en un texto de ficción que pueda ser leído y que vaya más allá de la historia personal. Ahí hubo cinco o seis cuentos que fueron quizás los más personales porque están conectados con alguna experiencia que en ese momento era muy dura. La gran mayoría son cuentos que nacen más de la imaginación que de la experiencia personal.
– Tomando en cuenta que ya tiene veintiocho años de carrera como escritor, sabes que cuando relees tus primeros escritos eres más crítico o puedes tender a querer cambiarlos, en este caso, tomando en cuenta que Máscaras de la nada y Desapariciones son tus primeros libros ¿Tuviste la tentación de reescribir o cómo fue el proceso de edición?
Es muy difícil, sobre todo a medida que pasan los años, porque ya no tengo ese estilo de escritura. Si tratara de cambiar ahora, no sé si podría juntar lo estilos de épocas tan diferentes. Lo que yo veía era si funcionaba o no el cuento, lo que hice fue una selección de cuentos que hoy me gustan. No tenía ninguna intención de reescribir, quizás en alguno habré borrado un adjetivo, o añadido una palabra, o borrado una frase, pero no había el deseo de hacer grandes cambios. Si siento que no funciona prefiero no volverlo a publicar.
– La ironía, los giros sorpresivos, así como la brevedad y contundencia parecen un común denominador dentro de tus cuentos, ¿crees que estos factores se han convertido en parte del sello particular de Edmundo Paz Soldán como escritor de cuentos?
Creo que no, curiosamente. He escrito cinco libros de cuentos y los tres primeros hasta Amores imperfectos, sobre todo, en cuanto a mis influencias principales en el cuento eran, en la forma, a veces no en la temática, Borges y Cortázar. En ambos autores veía que al final tenía que haber un golpe de sorpresa, una vuelta de tuerca. De hecho en esa época, durante mucho tiempo, yo no escribía un cuento si no tenía una idea de cómo podía tener un final sorpresivo; y si no se me ocurría el final, no lo escribía. Todos estos cuentos de Desencuentros están muy marcados por esa forma de resolverlos y el final tenía a la vez que ser muy natural.
Cuando me fui a Estados Unidos conocí más la tradición norteamericana y leí más de ella. Los norteamericanos vienen de una tradición que viene más del cuento ruso, de Chéjov, que hizo mucha más escuela en Estados Unidos. Yo leí muchos cuentos de Hemingway al principio, y cuando los leía sentía que algo me faltaba al final porque no había esa vuelta de tuerca, eran más como exploraciones de minucias psicológicas muy profundas y que muchas veces te impactaban uno o dos días después de terminar el cuento.
A partir del siguiente libro de cuentos, Billie Ruth, mi intento ha sido buscar un equilibrio entre la tradición más sorpresiva de finales irónicos, que venía más del Cono Sur, con la tradición norteamericana que tenía que ver con más desarrollo de la psicología de los personajes; tanto así que a veces no era tan necesario un final con fuegos de artificio. De hecho, creo que Billie Ruth fue un intento por juntar estas dos tradiciones.
Ahora, por ejemplo, los cuentos que estoy escribiendo son más cercanos a Billie Ruth que a Desencuentros, hay cuentos con finales sorpresivos; pero si veo que el cuento no necesita eso, lo termino antes y ese también es un desafío complejo cuando estás escribiendo: ver cuando lo vas a terminar. Muchas veces en la tradición norteamericana parece que lo terminan una página antes de que verdaderamente termine y te dejan con una ambigüedad al final de qué es lo que va a pasar. Pero ahí te das cuenta que no es que importen tanto los hechos sino que en lo que ya te ha contado el cuento, que esa es más la tradición de Chéjov, ya sabes que ha habido un cambio psicológico en el personaje y que lo que está trabajando el cuento es más que nada ese momento en que las cosas han dejado de ser lo que eran, van a ser diferentes aunque no sabes muy bien para qué lado va a tirar el personaje. Quizás ya no importe, eso ya está fuera del esquema de ese cuento.
– Después de toda tu carrera, ¿cuál crees que ha sido tu más grande aprendizaje como lector y como escritor?
El principal aprendizaje como escritor es que uno siempre está buscando modelos, dejándose influir por otros escritores que uno admira, o tratando de apropiarse de cosas que cuando lee le han gustado y quisiera hacerlo. Pero luego, pasando muchos años, hay ciertas cosas que te comienzan a salir de manera natural, aprendes a través de la repetición. Yo he escrito estos dos libros, que son como ciento veinte cuentos. Qué pasa, después de escribir ciento veinte cuentos breves, tu cabeza consciente o inconscientemente va creando una mecánica, un formato. Si volviera a publicar un libro después de Desencuentros, de cuentos muy breves, para los lectores que ya me han leído no habría tanta sorpresa, porque ya he creado una serie de coordenadas de cómo planteo el cuento y cómo lo resuelvo, sería algo muy predecible.
Lo que he aprendido con los años y que trato de aplicar siempre es lo que decía un escritor argentino, Fogwill, cuyo consejo era que un escritor siempre debía ir contra sus habilidades. En este caso, si es que ves que algo comienza a salirte de manera muy natural o muy fluida, tienes que comenzar a sospechar de eso. Entonces tengo que tratar de escribir otro tipo de cuentos, no he hecho muchos donde haya un desarrollo psicológico de personaje, entonces es lo que voy a intentar hacer ahora. Para mí cada etapa es intentar atacar y desmontar aquellas cosas en las que he creído para tratar de pasar a otra etapa. Eso no significa que de un libro a otro puedas inventarte totalmente, más bien hay ciertas obsesiones que se mantienen, por más que te disfraces de muchas otras cosas.
En cuanto a lo consciente creo que lo que más he aprendido es que apenas me esté enamorando de una estética, de una poética, de un proyecto, mi interés es dinamitarlo y ver qué cosa puedo hacer que sea muy diferente a aquello que ya he hecho antes, en la medida de lo posible, obviamente.
Fuente: Ecdótica