11/23/2018 por Marcelo Paz Soldan
De los Andes al Caribe

De los Andes al Caribe


De los Andes al Caribe
Un libro que motivó cierta curiosidad, tanto por su tema como por la forma en cómo está escrito, es De los Andes al Caribe. En busca de Macondo, del escritor potosino Óscar Ordóñez Arteaga, presentado en la XXIII Feria internacional del Libro de La Paz, en agosto de este año, con el sello Jaguar Azul Editores.
Este libro, según el autor, y para sorpresa de él, despertó cierta curiosidad de algunos medios y de varios estudiantes de Comunicación Social, de las algunas universidades de La Paz y de El Alto.
Ordóñez narra un viaje que lo llevó por las geografías de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Esta travesía la motivó el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en 2007, en Cartagena de Indias, Colombia, cuyo invitado de honor fue el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.
La segunda razón que le impulsó a emprender viaje fue conocer si era verdad que Aracataca, el pueblo bananero donde nació Gabo, se debatía aún en la miseria, tal como lo reportaron varios medios desde Colombia.
En el IV Congreso de entendidos del idioma, la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española entregaron a García Márquez la edición conmemorativa de la novela Cien años de soledad, que ese año cumplió 40 décadas de existencia.
Aracataca Macondo
Con el objetivo de darle una imagen turística y salir de la pobreza, el alcalde de Aracataca, Pedro Sánchez Rueda, organizó en 2006 una consulta popular en ese municipio bananero para saber si su población estaba o no de acuerdo en añadir la palabra “Macondo” al nombre de este pueblo.
Sánchez Rueda perdió porque muy poca gente fue a votar y ese escaso margen no le dio el argumento legal para impulsar un referendo, tal como establece la ley colombiana.
Entonces, fue inevitable que Ordóñez se pregunte: ¿por qué el pueblo natal del escritor se debatía aún en la pobreza si el gobierno ordenó en 1982 asistir en todas las necesidades básicas a Aracataca?
Por esa razón, el autor de este libro emprendió un viaje en busca de Macondo.
Sabio como un anciano
Roberto Navia Gabriel, Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2015, dice sobre el autor: “(…) él observa con la sorpresa de un niño, camina con la fortaleza de un adolescente y después escribe con la sabiduría de un anciano”.
Respecto a esta obra, Navia apostilla: “De los Andes al Caribe no es solo un libro; es una aventura perpetua, quizá es la mayor ambición de un ser humano que no puede estar quieto porque sabe que la cantidad de kilómetros en las sandalias es el único secreto para encontrar amigos y lugares, aventuras y conocer culturas que hacen la vida más posible y digna”.
Destreza de un cronista
A su turno, el poeta y escritor beniano Homero Carvalho dice: “Con la destreza de un buen cronista, el autor nos va narrando lo que ve y lo que siente desde su salida hasta su llegada. Óscar viaja y nosotros con él, espiamos lo que él ve a través de sus palabras y hacemos nuestras sus reflexiones, encantos y desencantos. Un magnífico libro para llevar en la mochila la próxima vez que viajemos”.
Macondo, Aracataca y Gabo
Macondo es el inicio de todo. El pueblo imaginario fundado por José Arcadio Buendía supuso el comienzo del éxito literario de su autor y el libro de cabecera de varias generaciones. Gabriel García Márquez (1927-2014) quiso “dar salida” a todas las experiencias de su infancia y fabuló una novela para la Historia. Macondo-Aracataca es el inicio pero también es el final. El epitafio con más significado sobre este genio de las letras hispanoamericanas. ¿Es ‘Cien años de soledad’ una alegoría de la Humanidad?, le preguntaba su amigo Plinio Apuleyo Mendoza (con el que coincidió en París y que le compraba sus crónicas para ‘Elite de Caracas’) en una entrevista en El Mundo cuando se cumplían 25 años de la publicación de la obra. “No [contestó], quise sólo dejar una constancia poética del mundo de mi infancia, que como sabes transcurrió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.
Los días del colombiano, hijo de Gabriel Eligio y Luisa Santiaga, vieron la luz en la región de la Magdalena, en el pueblo de Aracataca. Allí se queda, con sólo dos años, al cuidado de sus abuelos cuando sus padres marchan a Barranquilla para abrir una farmacia. El niño, ‘Gabito’, se mira en su abuelo, el coronel Márquez, la primera persona que le marca y el mismo que inspira al hombre que, en el libro, lleva a su hijo a ver hielo como si fuera una atracción de feria (“Recuerdo que, siendo muy niño, en Aracataca, mi abuelo me llevó a conocer un dromedario en el circo”). El coronel le entretiene con relatos, le habla de la guerra, de la silenciada matanza de la bananera de 1928, en definitiva, le revela cómo es el mundo. Y, junto a su abuela, le descubre la manera de narrar al modo de los Buendía: “Debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su abuelo para conocer el hielo”
(Virginia Hernández para El Mundo)
Ordoñez, poeta y escritor
Ordóñez, actual editor de textos del diario El Potosí, ha publicado en 2009 el poemario Canciones para nosotros, libro en el que poetizó algunas de sus vivencias como reportero en la ciudad de La Paz: el robo a la empresa Prosegur, ocurrido en 2001, las asonadas del 12 y 13 de febrero de 2003, cuando policías y militares abrieron fuego en la plaza Murillo debido a una medida que intentó subir el impuesto al salario.
Ordóñez también poetizó el mítico Octubre Negro, de 2003, cuando una movilización popular de la ciudad de El Alto hizo renunciar de la primera magistratura a Gonzalo Sánchez de Lozada.
El autor escribe sobre la legendaria matanza de estudiantes mexicanos, ocurrida el 2 de octubre de 1968. Como reportero, le tocó cubrir el 40 aniversario de esa masacre. Y habló con algunos de sus sobrevivientes cuya consigna es “2 de octubre no se olvida”.
Fuente: Puño y Letra