Por Virginia Ayllón
Entre 1964 y 1965, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis fueron productores del curso “El mundo de la ciencia ficción” que se difundió por Radio UNAM. Las 11 sesiones de este curso son a cada cual más deliciosa y me ha llamado particularmente la atención la 4ª dedicada al cuento “La supremacía del Uruguay” del norteamericano Elwyn Brooks White (1899-1985), escrito en 1933 y publicado en New Yorker.
La obra del autor y este cuento quedaron ocultos hasta que Ray Bradbury lo destacó entre los buenos cuentos de ciencia ficción. Sobre este relato, que merece una sesión de su curso, Pacheco y Monsiváis decían que “posee para nosotros, como latinoamericanos, un interés adicional. Es un caso único dentro de la imperialista science fiction anglosajona el de este relato en que un país latinoamericano resulta el conquistador del mundo”.
De cuando en cuando Saturnina, no es un cuento si no la tercera novela de la saga de Alison Spedding (junto a Manuel y Fortunato y El viento de la cordillera) y relata cómo las fuerzas rebeldes de la ex Bolivia no conquistan el mundo, pero sí ayudan a la “liberación” de varios pueblos.
En otra ocasión he calificado a esta novela como distópica y por tanto alineada en el ciberpunk o incluso en el post ciberpunk. La distopía, al contrario que la utopía, establece sociedades futuras con base en las actuales, es decir que se fundan en un continuum histórico con las contemporáneas. Este recurso es fundamental en De cuando en cuando Saturnina por la superposición de planos históricos. Al leerla es imposible no recordar la tesis de Zavaleta de que la formación social boliviana está compuesta por “verdaderas densidades temporales mezcladas”.
Esta intercalación de la historia, sin embargo, plantea la interrogante del “fin de los tiempos”; es decir, del devenir de la historia, que es una preocupación importante del ciberpunk. El matemático y escritor ciberpunk Vernor Vinge acertadamente indica que “una de las obsesiones del post-cyberpunk es explorar los límites del ‘fin’ de la historia humana, y si es posible, ver más allá”.
Esta opción por la distopía en el ciberpunk responde a una elección ideológica, más bien proveniente del anarquismo, que es eliminar el poder a medida que la voluntad de poder desaparece. Así y a diferencia de la ciencia ficción, el ciberpunk literario no se ubica “contra algo que será, sino contra algo que está siendo”. Por eso, De cuando en cuando Saturnina es, en realidad, una interpretación y una propuesta para la Bolivia actual, mirada desde el futuro.
La elección de Spedding de ubicar este futuro a partir de una victoriosa rebelión indígena es lo que convierte en actual esta novela y por actual nos referimos a lo que se inicia en 2003, época en que fue escrita o al menos concluida la novela. Veamos algunos elementos.
En De cuando en cuando Saturnina, la narradora afina la estrategia política y narrativa de Manuel y Fortunato, primera novela de esta saga, de “corregir el pasado” desmitificando a la vez que desvictimizando lo indígena. En este sentido, esta singular novela destrona lo que hasta hoy se ha venido en llamar la novela indigenista y hace caer el edificio que desde Raza de Bronce nos acostumbró a la épica victimista del indio.
Al hacerlo arrasa con todo a través de una sutil pero potente parodia de la sociedad pre liberación indígena pero también la del nuevo Estado indígena. Por ejemplo, cuando un grupo de mujeres rebeldes de la ex Bolivia conspira con el Comando Flora Tristán para la liberación del Bajo Perú deciden “camuflarse en el ecologismo, gestión participativa, tecnología apropiada (…) su objetivo oficial era el empoderamiento de las mujeres, que estaba totalmente pasado de moda ya en ese entonces, pero la idea era parecer atrasadas incluso dentro del feminismo”.
En esta “idea era parecer”, la narradora vuelve a insistir en la noción del engaño o la mentira como otra ética de resistencia, que a la vez interpela la moral del discurso políticamente correcto. Como este, la novela es pródiga en parodiar acudiendo a los “recuerdos del futuro”; veamos este otro caso en que, una vez atacado el ex Ministerio de Asuntos Indígenas, las rebeldes le colocan el cartel de “Ministerio de Turismo y Folkloricultura”.
Pero es en el cuestionamiento al nuevo Estado indígena donde esta novela desarrolla su proyecto político. “Nos cagamos en esas babeadas de chachawarmi que hay de la complementariedad, si al fin los hombres siguen copando puestos directivos”, dicen las rebeldes, armando la rebelión dentro de la rebelión, en la que el engaño y la mentira también sirven, porque al fin y al cabo se trata de otro momento de resistencia. Marcando que por muy indígena que sea, ese nuevo Estado repite las claves autoritarias y patriarcales de cualquier Estado su apuesta es contra todo Estado: “en el fondo es el separatismo doble, fuera q’aras y fuera hombres (…) no el Nuevo Poder sino el contra- poder”.
Un dato que pasan por alto algunos acercamientos críticos a esta novela es que además de ser femenina esta rebelión, las protagonistas son lesbianas y son hermosas las páginas de erotismo lésbico. Posiblemente se destaque poco este tema por “abundancia” porque, como se advierte, quedan muy pocas zonas de interpelación en esta novela, todo es puesto en clave de cuestionamiento. También el conocimiento académico porque no deja de llamar la atención la parodia a las fuentes orales y la metodología “científica” en los capítulos introductorios, notoriamente dirigidos “a la lectora”. Estos, pre-novela, incluyen un mapa de lecturas de la novela, parodiando esta vez a la Rayuela de Cortázar.
Estamos entonces ante una compleja estructura ideológica y narrativa, que además se “inventa” un idioma que revuelve el castellano andino con un spanglish aymara cibernético: “Don´worry, yo ley dicho. We’ll ge’ back e loss time arfer takeoff. You ain ‘hire a top class navegator for nothin’”.
En esta desbocada narración, sin embargo, un espacio de descanso es la alusión a la memoria, que es un hilo conductor en la trilogía, junto a la coca y las artes de brujería de la protagonista. De hecho, la voz de la abuela (la memoria) llega en momentos del pijcheo de la coca, momentos en que hay que sentarse, escoger las hojas y oír la sabiduría ancestral, ausentes de la locura cibernética. Y si bien Saturnina y sus compañeras saben que luchar contra el poder cibernético significa oponerle también la clave tecnológica (¡y son capísimas en esas lides!), en realidad su poder les viene precisamente de esa memoria femenina, incorporando lo ancestral en el mundo cibernético. No en vano la calavera de la abuela es lo que ellas defienden y es también el bien más preciado por el nuevo Estado amawt’a.
Bruce Sterling, considerado uno de los principales exponentes de la literatura ciberpunk decía que a los cyberpunks “les encanta vérselas cara a cara con el núcleo desnudo de la ciencia ficción: las ideas”, y creo que De cuando en cuando Saturnina es una novela que precisamente se ubica en ese lugar, en el de las ideas, pero al ser un producto literario, su estrategia narrativa, sin duda, ha refrescado notoriamente la literatura boliviana.
Fuente: Revista La Trini