07/22/2009 por Marcelo Paz Soldan
De antros y bohemia literaria en La Paz

De antros y bohemia literaria en La Paz

Jaime Saenz

De antros y bohemia literaria en La Paz
Por: Virginia Ayllón

La bohemia nació desvalorizada. El término “bohemio” es sinónimo de cíngaro, calé o gitano; así calificó la Europa del siglo XIX a unos seres libres que arribaban desde la ciudad checa de Bohemia. De ahí que los epítetos discriminatorios de los gitanos se hayan extendido a quienes exponían una forma de vida alejada de la centralidad burguesa y, especialmente, a los artistas e intelectuales quienes de hecho estaban habilitados para ser bohemios, es decir una forma de ser y estar en el mundo. Una performance, una puesta en escena es pues la bohemia.
Igual que sucede con los gitanos, cuya forma de vida fascina pero no se los soporta directamente, lo mismo ha ocurrido con los artistas bohemios, a quienes fácilmente se los mitifica pero se los rechaza tácitamente. Esta doble moral alcanza a los distintos tipos de artistas bohemios, desde el maldito, hasta el dandy. La actitud bohemia de desprecio por el orden material y el privilegio del mundo de las ideas y la creación artística choca a la sociedad. Pero tal actitud destella con un brillo inaguantable ya que establece un espacio de relación simbiótica entre ética y estética.
Así las cosas, la bohemia ha devenido en una construcción social ubicada geográficamente en los márgenes: los físicos y los del espíritu. Tiene en el café, el bar y el prostíbulo sus espacios geográficos y tiene en el artista pobre, “artista de cuarta”, su imagen central. A esto hay que sumar la miseria, no pocas veces la mugre, las deudas, la noche, el frío, el alcoholismo, la depresión, el suicidio. Este mito parece ser la forma en que la sociedad ha resuelto su conflicto de anhelo y rechazo de esa exótica forma de vida.
Pensemos en Modigliani, Poe, Baudelaire o Van Gogh, todos considerados grandes en su arte y todos marcados por el alcohol, la marginación, la enfermedad y la pobreza. Pero la bohemia ha aportado también a propuestas estéticas como la del grotesco si pensamos que sus ingredientes hacen referencia a este mundo: degradación de los personajes, privilegio de los lenguajes coloquiales, la pesadilla, la distorsión, la ironía y la muerte.
La ciudad de La Paz no será la urbe privada de bohemia, aunque hay quien dijo alguna vez que la bohemia sólo es posible en París. Está todavía por verse si “El Averno” o “La Guerra” tienen más que ver con la bohemia artística que con la impronta indígena discriminada en la ciudad, o ambas cosas. En todo caso, que existe es un hecho y el propio Don Quijote lo asegura:
“Después de mucho andar y recorrer calles y callejas, fueron a parar al ya entonces célebre barrio de Chijini, en el que al paso hallaron una casa muy alumbrada, a la que, directamente, entraron, como si para ello estuviesen ya de acuerdo todos, menos Don Quijote, que sin saber cómo ni cómo no, se halló a los pocos segundos en una sala muy alumbrada en la que, al compás de una música canallesca, danzaban, fuertemente abrazadas, parejas de hombres ensombrerados y mujeres escandalosamente descotadas y ataviadas con tan poca honestidad que le forzaron a decir: ¿O no soy quien soy o he de arrojar de esta morada a los danzantes y malandrines que maquinan contra el recato de estas hermosas doncellas, condenadas a cautiverio y a cubrir, sólo a medias, el cuerpo con ligeros tafetanes, si violado habéis su santa clausura, amparados por algún mago proxeneta, a él también rendiréle en esta misma hora y punto”.
Pero también La Paz ha sido espacio para el dandismo, forma elegante de la bohemia. Jaimes Freyre sería su más claro representante, pero si de bares se trata hay que aludir al muy renombrado Mala-Bar del escritor Alberto de Villegas que sobre la base del Bar Callisaya armó, en pleno Prado, un bar al estilo de los del Boulevard parisino y en el que —muy al tono con la urbe de la Mundy— las cocotes de garcon bebían cócteles al ritmo del blues:
Entonces surgió en pleno boulevard el famoso y hoy desaparecido Bar Callisaya (¿dónde está Gómez Carrillo para decirnos quién le dio este nombre?)
Y mientras la coctelera se empaña por el hielo interior que concentra la mezcla complicada de alcoholes sutiles, un chino mandarín de negra trenza, decapitado por alguna muñeca celosa, caído de la luna como Cyrano, preside el blues lento, arrullador, nostálgico; el tango pampeano y milonguero, o el fox rítmico y preciso como una creación de Nueva York.
La luna trata en vano de penetrar a través de las cortinas, y los ruidos de la ciudad contigua tampoco llegan porque, felizmente, ha vencido el ensueño en el trampolín de la fantasía.
Ahora bien, hay una fruición social que hace de la bohemia una actividad relacionada íntimamente al alcohol, y yo aseguro que es falsa porque la bohemia es, en todo caso, una actitud anti-social si por ella se entiende un desprecio por la sociedad y sus claves de orden, trabajo, disciplina, ahorro, familia y pulcritud.
El tema del alcohol, digámoslo de una vez, es una puerta:
Nadie podrá acercarse a la noche y acometer la tarea de conocerla, sin antes haberse sumergido en los horrores del alcohol.
El alcohol, en efecto, abre la puerta de la noche; la noche es un recinto hermético y secreto, que se hunde en lo hondo de los mundos, y no se podrá mirar en sus adentros, sino por la vía del terror y del espanto.
Además, existen ciertas afinidades con lo oscuro; y quien no las tiene, jamás podrá acercarse a la noche.
Tales afinidades prosperan bajo un signo que podría parecer inconsistente al no iniciado; pero este signo es ya de por sí indicativo, y lo constituye un extraño y permanente temor de caer en el camino.
De ahí que el iniciado en los secretos de la noche camine siempre con cautela, como si de súbito hubiera enceguecido, o hubiera perdido la noción del espacio.
Y es éste en realidad un caminar en las tinieblas —es de hecho un caminar en el seno de la noche.
Pues el iniciado habrá perdido la luz para siempre, aunque, por otra parte, podrá encontrarla el momento que lo desee, dispuesto como está a pagar el alto precio que se le exige.
Pues para el hombre que mora en la noche, para aquel que se ha adentrado en la noche y conoce las profundidades de la noche, el alcohol es la luz.
El que su cuerpo se vuelva transparente, y el que esta transparencia le permita mirar el otro lado de la noche, es obra exclusiva del alcohol .
La lucidez de Jaime Saenz es muy cercana a las puertas de la percepción que marcara William Blake en 1973 en Las bodas del Cielo y el Infierno. Saenz no fue, en general, un bohemio de bar pero nadie dudará de su actitud bohemia. Por eso mismo es curiosa la reiteración respecto del no alcoholismo de Arturo Borda, es como si probando que no era alcohólico se lo hiciera más grande. Esta rara intención en realidad quiere bañar de pulcritud a Borda, es decir, quiere sacarlo del ámbito de la bohemia, considerando que ésta es perversa.
Es decir, se repite la doble moral contra la bohemia y de Borda podrá decirse todo, incluso que no era alcohólico, pero no podrá afirmarse que no era un antisocial:
Os probaré en la dolorosa irrupción de mi alma que no soy loco y que por lo menos mi alma y mi vida merecen vuestro silencio.
¡Hum!… ¡Loco! ¡Loco!…
¡Borracho!…
Gracias… En vuestra crueldad me sumergiré como el oro en el agua regia. Mataré mi dolor con mi razón; con efetá pisotearé mi corazón y os arrojaré en la cara mi locura y mi borrachera: mi miseria.
¡Borracho! ¡Loco! ¡Loco!…
Pero largamente debo ahogar en silencio mi cólera. Que nadie sospeche las tempestades de mi sangre. Sin embargo, aún no puedo reprimir mis temblores. Parezco un volcán que se pone en actividad, quemando sus entrañas para esculpirlas en fuego.
La miseria, el aislamiento y la segregación cuajan una actitud bohemia que del resentimiento vital pasa a la creación:
Y trastoqué el presente y el olvido, el ayer y el futuro, el placer con la amargura, la piedad con el sadismo, el bienestar con la maldad; la coma con el punto, el aymara con el quechua, como si no supiera que, aparte de ladrar como los perros, yo era poeta, y nadie entendía ni un carajo qué era lo que había pretendido plasmar este poeta. (5)
De ahí que los bohemios seamos una cofradía muy consciente de que ésa es la puesta en escena que nos afirma en tierra, es parte de la sobrevivencia que nos ha tocado vivir; mejor lo dice el hermoso fauno de la avenida Buenos Aires:
Puerta de Ave-soul
Abre tu ser y despierta
Llévame al otro lado de estos muros
Donde uno nace y acaba
Donde uno está colgado del hilo de la razón
Entre máscaras y coronas
Ebrio y desamparado
Cual papel escrito y arrugado
Puerta de Ave-soul
Vida para morir
Qué voy a hacer con este animal cansado
Que se niega a la sumisión
Que se niega a estar solo
Que anda / bebe olvida
Desnudo como está
Muerto como está
Tan semejante a ti y a mí
Fuente: Los Tiempos