Cruzando el Mar Báltico
Por: Javier Claure C.
Hace unas semanas me fui de vacaciones a Riga, la capital de Letonia. A decir verdad, estaba extrañando este periplo porque los viajes se han convertido en una parte de mi ser. Esta inquietud de viajar, obedece a una intensa curiosidad de conocer otros lugares y otras culturas. Tomé el barco a las 5 de la tarde de Estocolmo. Ya estando adentro y después de haber dejado mi equipaje en el camarote, me fui a pasear por la cubierta. Era un día soleado, y pues la mayoría de la gente estaba allí comiendo, bebiendo un trago o tomando fotos. Me instalé, entonces, en un lugar desde donde podía divisar los bellos paisajes que aparecían, mientras las olas del mar se desplazaban unas tras otras. A eso de las 12 de la noche fui a la pista de baile. Allí estaban sorteando premios. Luego empezó a tocar una orquesta búlgara. Todos los miembros del grupo estaban vestidos con un traje que, según mi opinión, pertenecía a la moda de los años 60. En realidad, no había mucha gente porque era un día lunes. Sin embargo, permanecí allí sentado un buen rato escuchando temas conocidos en inglés.
Antes de ir a dormir, visité nuevamente la cubierta. Apenas abrí la puerta para entrar a ese lugar, sentí latigazos de viento en mi cuerpo. Reinaba un silencio absoluto. La obscuridad caía por todas partes, se escuchaba el motor del barco, el movimiento de las olas y el mar se convertía en un inmenso boquete negro, capaz de engullir todo a su alrededor. Inmediatamente me puse a observar las pequeñas lanchas que se encuentran suspendidas en los contornos del barco, destinadas a usar en caso de emergencia. Me acordé del crucero M/S Estonia que hacía la trayectoria Tallin-Estocolmo, y que se hundió en septiembre de 1994. En aquella tragedia murieron 852 personas. Según los expertos, el fallo era técnico; porque se rompieron las cerraduras de las puertas debajo de la proa, y el agua empezó a entrar con una presión increíble. En fin, somos seres humanos vulnerables a cambios violentos y nadie tiene la vida comprada.
Al día siguiente a eso de las 10:30 de la mañana, escuché una voz, por los parlantes, anunciando la llegada a Riga. Sentí un alivio porque habían pasado las horas de encierro en el navío. Después de acomodar mis pertenencias en el hotel, fui a comer. Y caminando por las calles de Riga, descubrí que es una ciudad romántica con una mezcla de una bella arquitectura antigua y moderna. Los misioneros cristianos llegaron a este lugar en el siglo XII, y prueba de ello son sus iglesias con adornos al estilo gótico y barroco. La Iglesia de San Pedro, por ejemplo, fue construida en madera en el año 1209. Dos siglos más tarde reconstruida en piedra. Dicen que en 1790, después de la construcción del campanario y cuando Letonia cayó bajo el dominio ruso, Pedro el Grande de Rusia subió hasta la punta de la torre, que actualmente es la torre más alta (115 metros) de madera en Europa.
La mayoría de las calles del centro de Riga están llenas de restaurantes, bares y terrazas donde uno puede comer relativamente barato y escuchando música en vivo. Allí hay tiendas de todo tipo, músicos tocando un violín o una guitarra. Uno de los edificios más importantes de la ciudad vieja, es La Casa de los Cabezas Negras y está situado en la Plaza del Ayuntamiento. Fue construido en 1477 y arrasado por las bombas de la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente reconstruido con ladrillo rojo. Se llama así porque esta edificación cobijaba a miembros de una orden llamada “los cabezas negras”.
Otro sitio notable de la capital letona es La Puerta Sueca (Swedish Gate). Más que una puerta es un pasadizo construido, en 1698, bajo unas ventanas entre las piedras traídas desde Suecia. Este pasaje fue estratégicamente crucial, porque señalaba la entrada al casco viejo de la ciudad y a uno de los Castillos de Riga. Fue lugar de combates, así lo delata el cañón situado a la izquierda. Conforme la leyenda, dicen que a través este pasadizo los condenados eran llevados hasta el lugar de su muerte. El verdugo vivía en un departamento muy cerca de este lugar. Y cuando tenía que ejecutar a una persona, solía poner, por la mañana, una rosa roja en la repisa de su ventana. Por eso hoy en día cuelgan macetas con rosas rojas; justamente arriba de este pasillo. Los jardines y parques de Riga son dignos de nombrarlos porque, en tiempos de verano, dan un aspecto de alegría
Letonia es uno de los países bálticos con mejor economía y comercio. Riga, con una población de casi un millón de habitantes, con sus tranvías y sus trolebuses, es la ciudad más grande entre las capitales bálticas. Y ha sido declarada, en el año 1997, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; gracias a su arquitectura y a sus hermosos edificios que están entre los mejores de Europa. De manera que el turista tiene muchos lugares históricos para visitar. Y para el que busca diversión, hay todo de acuerdo al gusto. La vida nocturna de Riga deja muy atrás a la de Estocolmo. El Café Cuba, sin ir lejos, es un bar restaurante, en donde los días martes se puede bailar salsa hasta la madrugada del día siguiente. La decoración es totalmente con motivos cubanos, y el visitante amante de la música y ambiente cubano se queda encantado en este lugar, tomando un mojito en su terraza. El Teatro de Riga, el Ballet Nacional y el Cabaret Burlesque son un símbolo de la élite letona. Una de las cosas que me llamó mucho la atención son sus mercadillos repletos de alimentos, frutas, cereales y verduras; y que están situados en cinco hangares de Zepelines que fueron utilizados por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Hay hermosos edificios, museos y sitios que vale la pena conocer. Pero también se nota un cierto grado de pobreza, especialmente en los lugares aledaños.
Letonia no es solamente un país de jolgorio. Tiene mucha cultura y una historia triste e injusta. Fue fundada en 1201 por un sacerdote alemán, Albrecht von Buxthoeven, que fue el primer obispo de Livonia (actualmente Letonia). Desde entonces mucha sangre ha corrido bajo sus puentes. A lo largo de los siglos Livonia fue invadida por alemanes, polacos, suecos y rusos. En 1558 invadieron los rusos para detener la expansión lituana-polaca. Durante el siglo XVI, Suecia jugaba un papel preponderante en el Norte de Europa, y en 1621 invadió Riga para luego seguir su camino hasta Estonia. La pujanza por anexar territorios era la orden del día de aquella época. Y así, en la Gran Guerra Nórdica, las tropas suecas se enfrentaron con las tropas rusas. Finalmente el Tratado de Nystad puso fin a la guerra, y Suecia cedió sus territorios, conquistados en la región báltica, al Imperio Ruso.
A principios de la Segunda Guerra Mundial, y por obra y gracia del famoso acuerdo secreto entre la ex Unión Soviética y la Alemania nazi, los países bálticos Letonia, Lituania y Estonia quedaron bajo el poder soviético. Es decir, el Ejército Rojo invadió Letonia, por segunda vez, en el año 1940 y pasó a ser parte como una de las repúblicas de la URSS. Esta ocupación, que se prolongó hasta 1991, y la de los nazis, está bien documentada en el Museo de la Ocupación de Letonia, en donde se puede observar algunos videos que muestran el dolor y el sometimiento del pueblo letón. Se expone también mapas, cartas, documentos, cascos, municiones, objetos etc. Detrás del edificio del museo, hay una estatua que se llama “Los Hombres de Rifles”. Se trata de un monumento hecho con granito rojo. Como su nombre lo indica, tres soldados de espaldas y mirando a diferentes puntos cardinales mantienen un rifle en las manos. Por otro lado, el simbolismo de este monumento tiene una pincelada contradictoria en la historia de Letonia, porque hace alusión a esos soldados que apoyaron a los bolcheviques después de la Revolución. Y esto ha creado una confusión. Unos dicen que los tres soldados hacen referencia a los defensores de la Patria. Otros aseguran que es una alusión a los guardaespaldas de Lenin. Pero digan lo que digan, la verdad es que acabada la Segunda Guerra Mundial, los rusos permanecieron por mucho más tiempo en suelo letón; imponiendo la ideología comunista, inculcando al pueblo un sentimiento nacionalista y clausuraron las iglesias.
La estatua más significativa de Riga es, sin dudas, la Estatua a la Libertad erigida en 1935. Los letones, al igual que los lituanos y estonios, nunca perdieron los sueños de libertad y soberanía. Por eso, a finales de la década de los 80, empezaron a protestar, en manifestaciones, contra la invasión soviética. En 1989, los tres países bálticos hicieron un cordón humano como símbolo de disconformidad contra el régimen soviético imperante hasta entonces. La política reformista de la “Perestroika” ya había cundido en Rusia desde el año 1985 con Mijaíl Gorbachov. Y, por consiguiente, desencadenó el desprendimiento de algunas Repúblicas pertenecientes a la ex Unión Soviética. En este contexto, Letonia proclamó su independencia el 21 de agosto de 1991.
Fuente: Ecdotica