06/15/2010 por Marcelo Paz Soldan
Crónicas heroicas de una guerra estúpida

Crónicas heroicas de una guerra estúpida


Crónicas heroicas
Por: Mauricio Rodríguez Medrano

Era la primera librería que visité. El hombre que me atendió me miraba con desconfianza como si yo fuera un ladrón de libros. Me seguía a todas partes. “¿Qué busca?”, preguntó. “Un libro”, contesté. El hombre se calló pero me siguió hacia el sector de la novelas. “¿Qué tal si lo ayudo?”, preguntó. “Puede ser”, contesté. “Busco las Crónicas heroicas de una guerra estúpida”. El hombre creyó que le estaba tomando el pelo. Y se fue.
Los que atendían la segunda librería fueron más secos en su trato. Se empeñaban a mirar su laptop y a momentos, sólo a momentos, me miraban de reojo. En el techo había varias cámaras de seguridad: tres en total para un espacio de 10 metros por 10 metros. Fui a la sección de periodismo. Habían libros que databan de 1945 y sólo uno de Kapuscinsky: La guerra del fútbol. Luego me acerqué a la sección de novelas. La más barata estaba en 67 bs.: Hamlet. También estaba la reciente novela de Murakami: After the dark: 230 bs. Un lujo para un estudiante que además es desempleado. Pregunté si tenían Crónicas heroicas de una guerra estúpida. Uno de los que atendían la librería buscó en una lista de su laptop. “Ese libro no existe”, dijo. “Tal vez está mal escrito, debe ser Crónicas de Narnia”. “No”, respondí. “De todos modos si quieres Crónicas de Narnia, está a 100 bs.”, dijo y se rió. Tal vez intuía que yo no podía pagar ese precio.
Caminé hacia la tercera librería. La nueva adquisición que estaba en el aparador era la biografía de Gabriel García Márquez. 700 páginas en las que se describe, narra, la historia de la vida del escritor colombiano. Precio: 280 bs. “¿Tiene Crónicas de una guerra estúpida?”, pregunté. El que atendía ni siquiera me miró porque estaba hablando por celular. Sólo hizo un gesto negativo con la cabeza.
Busqué en otras tres librerías. El mismo resultado: nadie se acordaba del libro. Fui por el pasaje Núñez del Prado para preguntar en las casetas de venta de libros usados. Sólo uno conocía ese libro: “No lo leí pero estoy seguro que podrás encontrarlo en la librería Gisbert. Te doy un noventa por ciento”.
Subí diez cuadras hasta antes de llegar a la plaza Murillo. En la librería Gisbert me atendió un hombre anciano. Estaba apurado. “¿En qué puedo servirte?”, preguntó. “Estoy buscando el libro Crónicas heroicas de una guerra estúpida”. Me dijo que ese libro no lo tenían pero que sí lo conocía. Me dijo que como la librería Juventud había cerrado, ya nadie se encargaba de hacer la distribución. “Los dueños se pelearon y decidieron cerrarla. Si tienes suerte encontrarás el libro al frente de donde era la librería Juventud”.
Y fue así que llegué hasta la librería Juventud. Me había enterado que los dueños al pelearse, sólo uno de ellos había obtenido el derecho completo de la publicación de ciertos libros, el otro no. Por eso publicaba resúmenes de los libros de los que tenía la mitad de los derechos del autor o publicaba libros a medias.
Lo que quedaba de la librería Juventud eran apenas tres estantes en una oficina de un metro por dos. El que atendía me preguntó lo que buscaba. “Crónicas heroicas de una guerra estúpida”, contesté. “Creo que sólo queda un ejemplar. No hay más”. Fue a buscarlo y al fin pude tener el libro entre mis manos. “Ya no se volvió a publicar. Tienes suerte”, dijo el hombre.
El libro que tenía entre mis manos era la primera edición de Crónicas heroicas de una guerra estúpida: 35 bs. ¿El autor? Augusto Céspedes. En cronología fue el último libro que publicó, pero el primero que escribió cuando era corresponsal y soldado en la Guerra del Chaco (1932-1935). ¿Por qué leerlo? Tal vez porque fue una de las fuentes que luego utilizó para escribir Sangre de mestizos, tal vez porque en una de esas crónicas (Soldados excavando un túnel en el cerro de Nanawa) está, como así lo afirma el autor, la base para la escritura de uno de los mejores 100 cuentos de Latinoamérica: El pozo. Tal vez porque al ser un libro casi imposible de encontrar, el deleite esté en leerlo y saber que pocas personas lo leyeron y si lo hicieron, se olvidaron o no le dieron la importancia que debía tener: tal vez por eso no se volvió a publicar desde 1975.
Abrí el libro. Pude oler el olor del desierto del Chaco impregnado en aquéllas hojas sábana. En la primera página estaba un título: “Información”, debajo de él decía: “(Para el lector extranjero o de la nueva generación boliviana)”. Tal vez Augusto Céspedes, el chueco Céspedes, pensó en mí, un estudiante universitario de lo tantos que no pueden comprar libros porque son muy costosos y, muchas veces, sólo pueden verlos o sacar copias o, en el mejor de los casos, bajarlos de Internet. De algo estoy seguro, Augusto Céspedes esperaba que sus crónicas fueran leídas y no olvidadas como fue la Guerra del Chaco. Y, pues, empecé a leer.
Fragmento:
La mariposa negra
En la línea de Gondra el capitán José Castrillo, una noche tranquila, cenó con los militares Peñaranda, Moscoso, Arébalo, el doctor Gabriel Arze Quiroga (quien narró la escena) y otros más que sumaban 13.
Una mariposa negra se posó sobre la frente de Castrillo, plegó sus alas, las abrió y voló. Al día siguiente Castrillo murió de un tiro en la frente.

Fuente: Ecdótica