09/21/2023 por Adriana Abrego

Crónica de la independencia de Bolivia, una rara avis

Por Máximo Pacheco

 

Nuestra relación con el pasado, suele darse  a través de la memoria de nuestros mayores, de la educación que recibimos y en algunos casos a través del acceso a las obras académicas de los historiadores, en otros (y quizás más frecuentemente, pues son muy pocos los que leen tratados de historia), a través de la literatura de ficción y  en tiempos modernos, a través del cine y más recientemente a través de las series de televisión o los documentales en que se narran tiempos pretéritos, a veces con el auxilio erudito de historiadores o historiadoras, arqueólogas o arqueólogos que validan los contenidos de los mismos con sus comentarios y aportes teóricos.

No hace mucho tiempo – quizás más nuestros abuelos o bisabuelos que nuestros padres – nutrían su conocimiento del pasado con ese subgénero literario que se denomina novela histórica, que surgió a partir del romanticismo y al que el filósofo húngaro György Lukács le exigía como condición sine qua non “recrear una visión verosímil de los ambientes, tipos y paisajes de una época histórica preferiblemente lejana, de forma que denote una cosmovisión realista e incluso costumbrista de su sistema de valores y creencias”.

Abanderada por las novelas de Walter Scott, esta corriente se difundió por todo el occidente y llegó hasta nuestro recién creado país, donde los primeros escritores de relatos o leyendas como se les llamaba entonces a las novelas cortas o incluso a los cuentos, intentaban recrear pasajes de la historia de Bolivia en narraciones históricas que combinasen la erudición y el trabajo investigativo con la habilidad narrativa. Podemos citar entre las decenas de obras de este periodo – nos estamos refiriendo al siglo XIX prácticamente en su totalidad- a las novelas de Nataniel Aguirre, Carlos Dalvimar, Gelafio Gonzáles, Joaquín Lemoine, Edmundo Subterra, Macario Pinilla, Santiago Vaca Guzmán, Lindaura Anzoátegui y muchos otros autores que escribieron novelas ambientadas en los periodos colonial, independentista y de los primeros años de vida republicana, desarrollando una trama ficticia e introduciéndola en medio de una historia real (o al menos aceptada como tal por los historiadores de aquel tiempo) e interactuando constantemente con ella, a veces con tanto éxito, como en el gran clásico de la novela histórica boliviana, Juan de la Rosa, memorias de un soldado de la independencia de Nataniel Aguirre, que durante muchos años, e incluso hasta en el presente, se ha posicionado como el relato de la historia de la independencia por excelencia, hasta el extremo de que muchos hechos ficcionalizados por este autor son considerados sucesos verídicos de la historia boliviana, aunque no ocurrieran en la realidad.

Por otra parte, la novela histórica en el mundo ha cobrado desde mediados del siglo XX al presente un renovado vigor, muchos escritores latinoamericanos han incursionado en ella; citaremos únicamente a Carlos Fuentes con la monumental Terra Nostra o a Fernando del Paso con Noticias del imperio entre otras muchas obras que se constituyen en referentes contemporáneos del subgénero. En Bolivia, este ha tenido también muchos cultores en el siglo XX, como ser Abel Alarcón con Era una vez… Cuando vibraba la entraña de plata de José Enrique Viaña, Más allá del horizonte de Joaquín Aguirre Lavayén, o La barricada de Fernando Ortiz Sanz – por citar unas pocas – y un repunte a fines del XX y principios del XXI con novelas como La huella es el olvido de Gonzalo Lema, Potosí 1600 de Ramón Rocha Monroy, o Y en el fondo tu ausencia de Rosario Barahona,  por ejemplo.

Indudablemente, la novela histórica de fines del XX y de inicios del XXI, toma una radical distancia de la novela histórica tradicional presentando innovaciones tanto en el plano discursivo a través de técnicas como la fragmentación narrativa o la dispersión temática, o el uso de recursos como la parodia, la sátira o la distorsión deliberada de la “verdad” histórica con propósitos de subvertir y descomponer lo “real” a partir de lo “imaginario”.

Es pues evidente, que quienes practican la novela histórica en el presente, o la mayoría de ellos, se encuentran creativa, ideológica o doctrinalmente muy alejados de aquella corriente que cultivaba la novela histórica respetando  la “verdad” histórica, o al menos, ajustándose a personajes y acontecimientos lo más posible, buscando artificios que construyan un andamiaje de verosimilitud, ya sea con propósitos ejemplificadores, políticos, o moralizantes.

Por eso Crónica de la independencia en Bolivia, es una rara avis, dentro del panorama de la novela histórica contemporánea, porque aunque a primera vista pudiera parecer evidente que se trata de una novela histórica; desde mi punto de vista la obra no obedece a las características contemporáneas del subgénero.

Crónica de la independencia en Bolivia, es una obra que parte de una intensa consulta documental, una indagación a profundidad tanto en fuentes secundarias como primarias. Sin consultar la extensa bibliografía y detalle de fuentes que se citan al final de la obra (tentación a  la que el autor no se ha resistido aun tratándose de una obra de ficción),  los epígrafes de cada capítulo, son suficientes para darnos una idea bastante concreta de lo amplias que han sido sus consultas a fuentes secundarias, de las que cito algunos autores clásicos de la historiografía del periodo consultadas, a manera de ejemplo simplemente: Andrés García  Camba, Gabriel René Moreno,  Manuel Sánchez de Velasco y otros más recientes Edwin Arciénega o Esteban De Gori. Entre los fondos consultados en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, por ejemplo, tenemos las Colecciones Rück, Moreno, Emancipación, Pezuela, Arenales y otras… En síntesis, se trata de una exhaustiva consulta documental que de obedecer a propósitos propiamente historiográficos, podría considerarse suficiente para el respaldo de una monografía o una tesis dedicada al periodo de la independencia en la ciudad de La Plata y sus zonas de interacción.

Probablemente, con la intención de hacer accesible la información contenida en estas fuentes históricas a un grupo más amplio de lectores que el de los consumidores de obras de historia, el autor ha decidido darle un componente novelesco, para lo cual ha apelado al recurso de idear el descubrimiento contemporáneo del diario de un personaje decimonónico de La Plata, en el que relata de manera sistemática los sucesos de aquel importante periodo de nuestra historia y su interacción con otros personajes verídicos de la historia a lo largo de su vida cotidiana.

De este modo, aunque no existe una trama propiamente novelesca (pues esta está reducida al universo del diario en que transcurren todos los hechos), los acontecimientos históricos están minuciosamente relatados por los personajes en una relación de sucesos supuestamente realizados por don Tomás Heredia (un personaje real, vecino y del comercio de La Plata, ficcionalizado por el autor) y en la profusa cantidad de diálogos también relatados o anotados por él en su manuscrito.

De este modo, el autor, configura un personaje con una historia de ficción, que relata sucesos estrictamente históricos, auxiliados a momentos por recursos ficticios como el supuesto documento suscrito entre Jaime Zudáñez y Vicente Nieto,  aunque subordinando siempre lo novelesco a lo histórico, por lo cual en mi opinión, el libro que comentamos, completamente alejado de las actuales tendencias de la novela histórica, se constituye mas bien en parte de ese sub subgénero al que se denomina novela de divulgación histórica, en el que el propósito narrativo estaría supeditado al historiográfico, o más propiamente al pedagógico, es decir, a la difusión entre los lectores, del conocimiento histórico basado en fuentes originales o en investigaciones académicas;  y en el que el componente ético de respeto a la “veracidad”  de la información, vendría a ser fundamental, tal como se deja ver en la obra, que sigue de manera fidedigna el relato de los hechos contenido en las fuentes o en los trabajos historiográficos consultados.

Me parece que en ese sentido, la obra que hoy comentamos, se constituye en un importante aporte al conocimiento amplio de la historia de un periodo que podríamos decir sin temor a equivocarnos que para la mayoría de los mortales, permanece en una especie de penumbra y que con su lectura, la enorme riqueza de nuestra historia local y nacional, puede llegar a todos los lectores que accedan a ella y que tras leerla, podrán conocerla de manera amena y detallada.