05/12/2015 por Marcelo Paz Soldan
Crítica literaria: ¿cómo andamos?

Crítica literaria: ¿cómo andamos?

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Crítica literaria: ¿cómo andamos?
Por: Adhemar Manjón

Mucho se ha hablado en estos últimos cinco años del “buen momento” de la literatura boliviana. Se escribe más, se publica más, una nueva generación de escritores es mencionada fuera del país (las viejas glorias son redescubiertas). Es una literatura que se expande, que crece, pero que, para muchos (lectores y escritores), no ha sido analizada a fondo aún, no ha sido diseccionada, no se han estudiado sus raíces, de dónde viene (¿hacia dónde va?), qué propone. Entonces, la pregunta es: ¿existe una crítica literaria boliviana que acompaña este proceso? O mejor: ¿existe una crítica literaria en Bolivia? ¿Dónde está? ¿Cómo se difunde? Estas dudas sirvieron para consultar a siete académicos y escritores bolivianos su opinión al respecto.
“Claro que existe crítica literaria en Bolivia que acompaña la producción”, dice la poetisa Emma Villazón, desde Chile, donde reside. “No solo hay reseñas y artículos sobre autores bolivianos que están circulando en revistas especializadas, sino también congresos donde se presentan estos trabajos. Pienso, por ejemplo, en el Encuentro de la Asociación de Estudios Bolivianos, que se hace en Sucre hace muchos años; allí hay mesas de literatura y de otras áreas, todas dedicadas a estudiar lo que ocurre en Bolivia”, agrega Villazón.
El escritor paceño Sebastián Antezana también piensa que la crítica literaria, hoy por hoy en Bolivia, es muy viva y rica, sobre todo la académica. “Creo que en estos últimos 20 o 25 años hemos logrado formar una tradición crítica, robusta y múltiple, que nos dice mucho sobre nuestra literatura y sobre el país, y que tiene a destacados exponentes, como ‘Cachín’ Antezana, Blanca Wiethüchter, Alba María Paz Soldán, Marcelo Villena, Javier Sanjinés, Ana Rebeca Prada, Mónica Velásquez, Leonardo García Pabón, Mauricio Souza, Adolfo Cáceres, Claudia Bowles y varios más”, mencionó el autor de la novela La toma del manuscrito.
En cambio, Giovanna Rivero disiente, ya que, si bien para ella el trabajo de algunos críticos va configurando un mapa para comprender tendencias, quizás por su limitada difusión o su dilatada periodicidad, esta crítica todavía no acompaña en simultáneo la producción literaria actual.
“Creo que no hay intervención crítica sistemática como para constituirse en una fuerza capaz de movilizar el “campo cultural”, para decirlo a lo Bourdieu. Es cierto que esta producción sí tiene la capacidad de consolidar el canon boliviano, pero incluso sin atreverse a bifurcarlo o a contravenirlo”, recalcó Rivero.
La autora montereña cree que la crítica boliviana con más tradición y experiencia es la que se ha gestado principalmente en La Paz y durante mucho tiempo sus intereses se concentraron en la producción de estética e ideología andinas. “La exaltación de ese mundo es paralela, una (co)incidencia, tal vez, a los vacíos esporádicamente reparados sobre esta otra sensibilidad, que es la que nace en los llanos, en el Chaco, en el trópico”, opina Rivero, y agrega que una crítica “tropical” comprometida, sistemática, rigurosa, generaría un riquísimo diálogo a propósito de la multiplicidad de las fantasías bolivianas.
La escritora cruceña Liliana Colanzi concuerda con Rivero con tres puntos a la hora de analizar la crítica literaria en el país: su intermitencia, que no sea sistemática y su poca disponibilidad a abarcar todo el país. “La crítica literaria está centrada principalmente en autores paceños o que han vivido o viven en La Paz, ya que la carrera de Literatura está en La Paz, y mantiene poco diálogo con lo que sucede en el resto del país. Somos un país centralista, y la crítica literaria no es una excepción, aunque quizás debería serlo”, arguye.
Colanzi, que destaca el trabajo de ‘Cachín’ Antezana, Ana Rebeca Prada y Alba María Paz Soldán, entre otros, lamenta que no exista ningún libro de crítica sobre literatura oriental, que, para ella, sigue siendo la gran desconocida de las letras nacionales. “Esto se debe a que no existe una carrera de literatura en Santa Cruz que genere su propio discurso crítico”, señala la autora del libro de cuentos Vacaciones permanentes.
Carrera de Literatura
Bolivia solo cuenta con una universidad que ofrece la carrera de Literatura, la Universidad Mayor de San Andrés, de La Paz. De ahí salta la pregunta sobre qué tan necesaria sea esta carrera para la formación del crítico. “Me parece fundamental”, enfatiza el crítico paceño Omar Rocha Velasco. “Este es uno de los espacios privilegiados en el que los estudiantes se especializan, en un ámbito concreto, en una de las producciones humanas más complejas”, expresa Rocha.
Rocha, que forma parte del consejo editorial de la revista La Mariposa Mundial, dice que un buen ejemplo de la importancia de la carrera de Literatura de la UMSA es lo que aconteció con la iniciativa del Estado para publicar las 15 novelas fundamentales de la literatura boliviana. “Las consultas mediáticas y los consultores no fueron lo más acertado, es difícil sustraerse de los egos y es difícil que un consultor no esté tentado de poner por lo menos una de sus obras. La forma de salir de los impasses fue que la carrera de Literatura genere todo un proceso de selección, organizando paneles, debates y reuniones desde el lugar de la “academia”, que todavía sigue siendo una reserva no afectada por apasionamientos desmedidos”, señala Rocha.
“Creo que es un espacio importante”, menciona la académica Ana Rebeca Prada, y aclara que, aunque no sea el único, es cierto que, por ejemplo, la carrera de Literatura de la UMSA congrega profesores e investigadores que han producido crítica seria (Villena, Velásquez, Paz Soldán, etc.) “Y no hace mucho se ha fundado en la carrera el Instituto de Investigaciones Literarias, el que, además, promueve y auspicia las investigaciones y sus publicaciones, formando por otro lado-más allá del aula- a investigadores jóvenes. Y estamos ya en la cuarta versión de la Maestría en Literatura, que necesariamente tiene impacto en la formación de investigadores y críticos más especializados”, indicó Prada, que es docente de esta carrera.
“El rol de la academia, como instrumento de emancipación y de elaboración de técnicas para abordar distintas disciplinas, es siempre importante”, alude Sebastián Antezana. “En el caso de Bolivia, donde contamos con solo una carrera de literatura formal, ese rol se intensifica porque la universidad se vuelve también una herramienta de construcción y deconstrucción de cánones, un aparato de consagración y puesta en crisis. Así, no es extraño que muchos diálogos –como el literario a nivel crítico– se organicen alrededor de ella y que, por ejemplo, la mayoría de los críticos que mencionaba antes –en realidad creo que todos ellos– o han salido de sus aulas o enseñan en ellas”, especifica.
Para Giovanna Rivero las carreras de literatura son semilleros de formación y sistematización de la crítica literaria, que permiten hacer circular una opinión especializada en ámbitos abiertos y super- heterogéneos, con distintos marcos de recepción. “En este sentido”, expresa Rivero,”, no tener una carrera de literatura en Santa Cruz hace más arduo el camino”.
“La tan mentada canonización –ahora que se ha tocado recientemente el tema con la Biblioteca del Bicentenario– se torna cuesta arriba para la producción literaria amazónica, porque quienes podrían proyectarla no siempre cuentan con una comunidad académica literaria que respalde con vigor esas propuestas”, explica la autora de la novela Las camaleonas.
La crítica cruceña Claudia Bowles dice que la necesidad de una carrera de Literatura en Santa Cruz se manifiesta en ella como un deseo más personal, ya que en su experiencia, con la carrera de Filología Hispánica, se cubre parcialmente un vacío en el área de lengua y lingüística. “Pero no en el área de literatura. Y nuestros egresados, que son pocos, sin embargo suelen ser tan dedicados, que solos van ampliando su universo de acción”, resaltó Bowles.
El papel de los medios
Otro aspecto que los entrevistados creen importante tomar en cuenta es el de realizar la crítica literaria desde medios de comunicación masivos (en este caso, periódicos y revistas culturales). “Tiene una gran importancia, ya que el público que compra un libro de crítica literaria es muy limitado en comparación al que lee periódicos y revistas. Mientras que el libro de crítica se dirige por lo general a un lector más especializado, las reseñas pueden ser leídas por alguien que no tenga una formación académica en literatura. La crítica ejercida en medios de comunicación tiene un papel vital en la difusión y el análisis de la literatura nacional”, señala Colanzi.
Para Antezana, la crítica literaria periodística es muy importante aunque es poco practicada en nuestro medio. Su papel -indica Antezana- sería en esencia, el de vaso comunicante –instancia intermedia entre libros y lectores–, el de un discurso propio que permita a partes iguales la difusión y la rigurosidad, el de un sólido referente de opinión que al mismo tiempo se abra al disenso. “Lastimosamente, en Bolivia la crítica literaria periodística se enfrenta a varios problemas: la falta de periodistas dedicados a ella, el hecho de que en general se la entiende y valora poco, la mala costumbre de haberla intercambiado por la mención superficial, el elogio simplón o el halago obsecuente. Fuera de eso, son poquísimos –¿tal vez solo uno?, ¿con suerte dos?– los espacios y suplementos de periódicos que, como cuestión de línea editorial, se dediquen a hacer crítica. Casi todos se quedan en la entrevista, el comentario ligero, etc”, concluye Antezana.
En tanto que Emma Villazón opina que, además de lo importante de que la crítica hecha en los medios impresos -hecha generalmente por escritores y docentes universitarios, según Villazón- es necesario hacer una aclaración: “Percibo que a veces cuando se habla del crítico literario se está pensando en una especie de árbitro o juez cuya función sería la de sancionar la literatura que aparece en su medio, como una especie de censor que dictamine lo bueno y lo malo, sobre todo lo malo; esa imagen del crítico cada vez pasa más a la historia, ya que quien se pone en ese lugar significa que se atribuye un cierto saber de cómo debería ser la buena literatura”, recalca Villazón mencionando que es esta la cuestión que a ella le interesa que quede abierta y que la maneje siempre el lector. “Por ejemplo, pienso en grandes críticos en Bolivia que nunca necesitaron jugar ese papel, como Luis H. Antezana o Blanca Wiethüchter. Quienes están ansiosos esperando ese tipo de crítico (el crítico juez) justamente esperan que les confirmen ciertas ideas que ellos mismos tienen de cómo debería ser la literatura”, finaliza Villazón.
Fuente: Brújula-El Deber