02/25/2008 por Marcelo Paz Soldan
Critica a Palacio Quemado en El Mercurio de Chile

Critica a Palacio Quemado en El Mercurio de Chile

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Feliz de revolcarme en el pantano
Por: Camilo Marks

Palacio Quemado es el decimotercer libro de Edmundo Paz Soldán -ha publicado 7 novelas, 5 colecciones de cuentos, una antología, más otra coedición de relatos de escritores jóvenes hispanos-, lo que lo convierte, a los 40 años, en el prosista boliviano más prolífico del momento y, en lo que dice relación con su última obra, un narrador de considerable talento. El título anuncia, desde ya, que se trata de una ficción política, porque el único país del mundo con una casa de gobierno de nombre tan pintoresco y trágico es Bolivia. Asimismo, alrededor del 80 por ciento de la acción transcurre entre los pasillos, los salones, las oficinas, dependencias, pequeñas salas de estar, despachos privados del famoso edificio. Nuestra historia parece menos violenta, lánguida, plácida y domesticada, hasta aburridora si la confrontamos con la sucesión de revoluciones, revueltas, rebeliones permanentes, sismos económicos y populares de nuestros vecinos del norte; sin embargo, tenemos mucho más en común con ellos de lo que creemos, sobre todo en la actualidad. De partida, en La Moneda coexisten numerosos personeros similares a los de Paz Soldán, pues la casta de funcionarios, asesores, especialistas, representada en esta crónica, se asemeja mucho a los grupos que entran y salen del recinto donde se ejerce la presidencia de la república de Chile. En segundo lugar, y descontando la enmarañada complejidad del entramado social altiplánico, el comportamiento de estas asociaciones utilitarias, tanto allá como acá, revela la corrupción creciente, la incompetencia irreversible, la total falta de escrúpulos de quienes ejercen el poder gracias al sufragio universal. Óscar, un historiador que nunca pensó en inscribirse en los registros electorales, que jamás ha votado por nadie, a quien la suerte de su pueblo le importa menos que un bledo, en suma, un oportunista sistemático que se encuentra “feliz de revolcarme en el pantano”, ingresa a trabajar para elrégimen anterior al de Evo Morales, con el fin de confeccionar los discursos del Presidente y el Vicepresidente. Poseedor de un dominio idiomático envidiable, también se ayuda por medio de tratados en inglés, que abundan en citas de Shakespeare, Goethe, Dante, y, ni qué decir tiene, Churchill, Roosevelt, Kennedy, a las que debemos agregar ciertas frases de directores y estrellas de cine. Su labor es anónima, lo que le permite transformar el lenguaje de modo camaleónico: hay parlamentos adaptables a la perpetua enemistad con Chile, aunados de retórica antiimperialista; otros pretenden representar la voz de los que no tienen voz; algunos favorecen la inversión extranjera; no obstante, en determinadas circunstancias es preciso condenarla en pro de la retórica nacionalista, osea, “llevar la cultura occidental al pelotón de fusilamiento” y siempre hay que arreglárselas para apaciguar a los cocaleros, a los aimaras, a losquechuas. La biografía de Óscar lo condujo a ese puesto: su padre fue ministro del general Barrientos y ahora envía furibundas cartas a los diarios; su madre se recluyó en la jardinería y la decoración tras el suicidio de Felipe, el hijo mayor, y su hermana Cecilia, socióloga de profesión, es una vieja prematura que se gana la vida dando clases en universidades privadas.¿Vale la pena correr la misma suerte que ellos? Desde luego que no, y como Óscar se cree muy inteligente, opta por el camino más expedito: estar cerca, lo más cerca posible de quienes se llenan los bolsillos a costa del escuálido erario de la nación fundada en honor a Simón Bolívar. A medio camino, surge Natalia, bella economista y empleada en la cartera de Hacienda. Es difícil que las mujeres salven el planeta o enmienden rumbos administrativos torcidos; empero, habiendo estado alejadas por miles de años de las sórdidas maniobras de la autoridad, resulta creíble que sean las primeras en descubrir el servilismo y el error como formas de existencia, como oficios legítimos para enriquecerse, lucrar y echarse el dinero de todos nosotros al bolsillo. En Palacio Quemado no queda claro si Óscar abre los ojos por cuenta propia, si Natalia le propina un golpe que le hace recuperar la lucidez o si los dos, simultánea o sucesivamente, comienzan a ver la verdad. Por supuesto, ya es tarde para echarse atrás. Como se ve, Palacio Quemado es bastante depresiva, aun cuando su lectura resulta saludable (y muy vigente). El relato presenta numerosos problemas: irrupción de personajes intempestivos sin presentación previa, exceso de información, incomprensible para quienes residen lejos de La Paz, fallas de coordinación o concordancias gramaticales, insólitas en un experto yotros menores. Con todo, es un texto valioso, tanto por los factores que hemos reseñado como por la habilidad narrativa de Paz Soldán.