Viajeros permanentes
Por: Rodrigo Hasbún
[Breve comentario sobre Hoteles de Maximiliano Barrientos que se presentará el día 18 de septiembre en la ciudad de Santa Cruz]
“¿En qué momento perdimos el rumbo?”, le pregunta Claudia a Saúl. “¿Existió un momento? ¿Serías capaz de decir a partir de aquí fuimos diferentes?”
Su relación se desmorona: en el lugar de la felicidad, un lugar fugaz, inasible, ya ha habido daños y fugas. Nos conmueven, a nosotros los lectores, porque también hemos asistido a los buenos momentos, cuando los afectos estaban todavía intactos.
“Recuerden este año”, nos pide el narrador del cuento. “1999, los amigos no se fueron de la ciudad, los comienzos siguen siendo promesas, en el aire flota esa sensación inconfundible de que en la vida todavía no han sucedido las cosas importantes. Es el año en el que nadie se aleja. Todos están donde deberían estar.”
Pero después de ese año vienen muchos otros y todos dejan de estar donde deberían y Claudia y Saúl, casi a pesar suyo, se van alejando, empiezan a perderse. Es el momento más vulnerable y Maximiliano Barrientos explora ese territorio con crueldad y lucidez, no teme mirar de frente.
Lo que quedó atrás, lo que alcanzamos a guardar. Lo que quedó registrado, una de las obsesiones de este primer cuento, y lo que se esfumó para siempre o aún más: lo que ahora mismo empieza a esfumarse delante de nosotros. Algunos están conscientes, algunos lo saben mientras sucede.
Por ejemplo el personaje principal del segundo cuento, un joven profesor universitario que deambula por su ciudad durante todo el día en el que lo vemos. Su novia está de viaje y no sabe si va a volver. Tampoco sabe si quiere que vuelva. En ese recorrido a lo largo de horas lluviosas no puede desprenderse de algunas dudas obsesivas, dudas que recorren todo el libro: “¿Por qué la gente decide aislarse? ¿Por qué decide, por ejemplo, vivir en hoteles? ¿Por qué la gente, en un determinado momento, deja a su familia y emprende el viaje? ¿Por qué la gente deja a otros?”
El joven profesor esboza posibles respuestas y le imagina vidas a los demás, se encuentra con una mujer perturbadoramente hermosa y muy extraña, llama a una ex compañera de colegio que se llama igual que esa mujer y de la que no sabe nada hace diez años y, oyendo las historias que cuentan en la radio hombres y mujeres desde sus casas, desde su intimidad, conduce durante horas.
Los dos actores porno del tercer y último cuento del volumen, casi una nouvelle, acompañados de una niña pequeña, también pasan mucho tiempo en su auto, huyendo, intentando inútilmente volver a comenzar. Al igual que en los dos anteriores, mientras los personajes se mueven y buscan, la verdadera travesía sucede por dentro, el viaje sobre todo es interior.
Y eso hay que agradecérselo a Maximiliano Barrientos. Su valentía para acercarse tanto a los personajes y la fuerza envidiable de su escritura, directa y muy visual, poblada de imágenes memorables, de historias que se multiplican y bifurcan, de ideas lacerantes, de personajes sólidos, viajeros permanentes, turistas en el centro de sus propias emociones.
Un año después de publicar su primer libro, Los daños, Maximiliano lanza ahora Hoteles, un volumen más distanciado y maduro. Uno y otro sin duda son imprescindibles para acercarnos a la nueva narrativa del país.
09/18/2007 por Marcelo Paz Soldan