Exorcizando a inútiles fantasmas
Por: Jackeline Rojas Heredia
Un comentario a propósito de la novela de Wilmer Urrelo, Fantasmas asesinos, ganador de la última versión del Premio Nacional de Novela.
“¿Por qué a veces las historias de amor deben teñirse de sangre? La respuesta es complicada. Tal vez sean los fantasmas que retornan con frecuencia”.
Esta última frase de la novela de Urrelo nos coloca de nuevo al principio del relato, sin dejar que el lector sea el que elija cerrar el libro, de hecho esa elección capaz de permitir un respiro ante tanta crudeza es prácticamente imposible.
Fantasmas Asesinos, esta escrita en base a una investigación minuciosa de un hecho de sangre, un delito real cuyo círculo se entreteje hasta hacer del lector parte de esa madeja interminable de situaciones tensas y caóticas. Si bien un escritor, Urrelo en este caso, inyecta en el hecho principal de su novela una dosis de ficción, quien la lee se pierde en la confusión de no saber si es uno de los personajes, si está simplemente de espectador de un film o experimentando la peor pesadilla, en cualquiera de las situaciones ficticias, lo real, es el sentimiento de ahogo y prisión que se siente en cada hoja escrita, la necesidad de llegar en la narrativa a un punto de salida que alivie la angustiosa incertidumbre y al final, la frustración de no hallar una sola rama de donde sujetarse para no caer en ese abismo de infortunios.
Todo argumento escrito dentro el género de novela policial es estructurado de acuerdo al progreso de la investigación de los protagonistas. En consecuencia, las historias policíacas crean lagunas que habitualmente se enfocan y se hacen ostentosas por medio de preguntas tales como ¿Quién mató a…?, ¿Qué ha sido de…?. En esta novela (no enmarcada del todo en el género), se sabe de entrada la identidad del asesino y violador de un niño, el por qué y cómo lo hizo también, las lagunas generadas por esta narrativa no se van secando en el transcurso de la misma, al contrario se ahondan y dejan en el lector la sensación de un caso irresuelto, del hundimiento en aguas turbulentas sin un atisbo de posible salida.
Es en suma, una siniestra caminata por los pasajes más oscuros y deprimentes de la conciencia humana que pernoctan en el interior del lector, con esa aguda certeza de que es sólo una línea la que separa a la ficción de la realidad, a la cordura de la locura y por consiguiente al hombre del asesino.
Desde la visión del escritor
En cuanto al estilo y técnica el escritor se permite la utilización de elementos nuevos que marcan el contraste y que permiten de alguna manera, una entrada de aire al lector del relato. En esa línea, cada párrafo tiene autonomía propia, que si bien se inicia con el relato de una situación lejana, en la misma página, el segundo párrafo puede relacionarse con otras personas en otro tiempo y lugar, estilo que lejos de confundir, ayuda a navegar en los recuerdos mentales del lector captando la total concentración a cada palabra escrita.
La mirada del escritor al mundo es a través de “prismáticos” capaces de ampliar las bifurcaciones no visibles tanto en personajes, como en situaciones. Urrelo ve tan detenidamente que logra desentrañar las bajezas más grotescas del ser humano. En conclusión, la obra difícilmente quedará en el olvido de quien se atreva a transitar sus 600 páginas.
(Fuente: www.lostiempos.com)
10/10/2007 por Marcelo Paz Soldan