03/25/2019 por Marcelo Paz Soldan
Constelaciones: panorama fugaz de la poesía en Bolivia

Constelaciones: panorama fugaz de la poesía en Bolivia


Constelaciones: panorama fugaz de la poesía en Bolivia
Por: Jessica Freudenthal Ovando

Mirando al cielo pienso en los criterios de evaluación necesarios para valorar la situación o estado de la poesía en Bolivia. Podríamos hablar de “escenarios”, pero no creo que pueda hablarse de “movimiento de la poesía boliviana”, en el sentido de corrientes o escuelas literarias, en todo caso conviene su acepción de “oscilación”, “traslación”, ojalá “sacudida”. Ya distintos críticos bolivianos lo han explicado en varias ocasiones, la poesía en nuestro país es más bien dispersa y diversa. A mí me gusta imaginar “constelaciones” que comparten algunas estrellas, pensando en Eugen Gomringer, en vez de darle ese carácter insular a nuestro panorama poético.
Volviendo a los criterios, creo que el primero sería la renovación. Nuevas estrellas nacen en el cielo, dando pie a nuevas constelaciones. Así, sólo para dar un ejemplo, Melissa Sauma (1987) y Marcia Mendieta (1992) del taller “Llamarada Verde” dirigido por Gabriel Chávez Casazola.
Dentro de los indicadores, estaría también el incremento de talleres literarios en distintas ciudades del país, pues esto verifica un mayor interés por la escritura y consumo de poesía. Además del taller ya mencionado, en el mARTadero en Cochabamba se lleva a cabo talleres de poesía, como por ejemplo, el antes encabezado “Destrozadero”, donde se formaron voces como Milenka Torrico (1987), Anahí Maya Garvizu (1992) y Roberto Oropeza, para nombrar a los más importantes. En mi taller “Muy académico, muy marginal”, estuvieron presentes Iris Kiya (1990) y el premio nacional de este año Anuar Elías (1983), entre otros autores y artistas.
Algo que quiero destacar, que disfruté muchísimo el año pasado, creo que es un indicador de lo más valioso, fueron los festivales y encuentros de poesía. A dos de ellos asistí como poeta invitada: el tansfronterizo Panza de Oro (Cochabamba, mARTadero) y el 1er Encuentro de Mujeres poetas: iluminando los paisajes de la urbe (La Paz, Escándalo en tu barca). Pude, afortunadamente, asistir como escucha al festival Sudaka (La Paz, Almatroste y el colectivo Ajítamos), pero al que tristemente no pude llegar, pues sucede en su mayor parte en Oruro, fue al Festival Internacional de Poesía de Bolivia (Oruro, B. Chávez y E. Guzmán), que contó con la presencia de poetas de Alemania, Finlandia, Argentina, Chile y Bolivia.
El primero es un festival único, pues tiene el objetivo de llevar a los poetas y la poesía a espacios distintos, produciendo efectos de shock: la cárcel, el psiquiátrico, institutos para no videntes… Los escritores somos confrontados a la realidad, al otro, a lo otro. Es difícil describir lo que se vive de manera tan intensa, en tan pocos días, con un grupo internacional de poetas, “El panza” es un festival que debe continuar, tanto por el aporte a la comunidad, como por la incidencia vital en el ego de los escritores, es liderado por el escritor iquiqueño Juan Malebrán (1979).
El segundo, fue una inolvidable experiencia, pues Adriana Lanza (1978) y el equipo de Escándalo en tu barca permitieron que más de 20 mujeres escritoras (poetas y narradoras) nos reuniéramos no sólo en lecturas, sino en almuerzos, conferencias, entrevistas, sesiones de fotos, performances… compartiendo así momentos de reflexión y vivencia invaluables. Conocerse y re-conocerse es muy importante, y en este caso poder generar un diálogo entre mujeres, que también abrió un espacio para conversar sobre la identidad de género, y tener la representación de César Antezana/Flavia Lima, premio nacional de poesía 2017. Además, en el encuentro se inauguró la editorial Escándalo en tu barca, con la antología de mujeres poetas del encuentro, que incluye 32 voces, tanto de poetas noveles como reconocidas, como Valeria Canelas, Daniela Gonzales(†), Montserrat Fernández, Virginia Ayllón, Mónica Velásquez y Elvira Espejo, entre muchas.
Sin duda, en el que más me divertí fue en el Festival de Poesía Sudaka, si bien considero que el nombre es un desatino, la organización autogestionada y con pocos recursos le dio muchísima libertad y ese toque “under” maravilloso. Las mesas de reflexión podrían haber sido más intensas, pero las lecturas de poesía fueron insuperables. Además, el re-encuentro con amigos “atlantes” como Héctor Hernández Montecinos, y el hacer otros nuevos fue invaluable para un cierre en el Almatroste. Así “la marginalidad, la migración, lo indígena y, por supuesto, la disidencia sexual (maricas, tortilleras, travas, etc.) [e]ste nombrar, como función del lenguaje poético, o nombrarse en lo sudaka supone asumir la carga peyorativa, deconstruirla y resignificarla para nombrarnos en la palabra y posibilitar un nuevo espacio sudamericano[…]”, fue la bandera de este encuentro vital, donde voces poéticas como las de Edgar Solís Guzmán, Joan Villanueva, Hermán Yapu (1987), Noelia Rendón (1992), y la intensa voz de Leonel Inti iluminaron la noche.
Podríamos continuar con la abundancia de premios y publicaciones, teniendo siempre en cuenta que cantidad no es sinónimo de calidad. Para finalizar, tomando en cuenta los criterios de renovación de nombres (nuevos escritores y nuevos libros); el incremento de talleres literarios; aumento de festivales en diversas ciudades del país (La Paz, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz); la diversificación y distinción de temáticas, de escritores y públicos (Encuentro de escritoras, Sudaka); así como la llegada a nuevos espacios (Panza de Oro); finalmente el intercambio con escritores internacionales de renombre diversas de diversas latitudes, muestran un panorama sugestivo. Podemos decir que nuestras constelaciones son diversas y muestran estos conjuntos de voces (estrellas), que nos reunimos tanto en los puntos de luz como en los espacios de oscuridad para conformar -o no- determinadas figuras, a veces con unos otras con otros, vinculados unas veces por trazos imaginarios, otras por temas, por intereses políticos, por formas poéticas, por desencuentros circunstanciales. En todo caso, nuestro cielo poético es siempre meritorio de contemplar, como dije, tanto en sus zonas brillantes como en las lóbregas.
Fuente: Lecturas