02/22/2015 por Marcelo Paz Soldan
Conitzer

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Conitzer
Por: Rodolfo Ortiz

Esta columna finalmente, sin razón de ser, terminará en citas largas, irresponsables. Primero, por ejemplo, esto que digo sobre el último libro de Juan Conitzer, en preparación hacia sus Escritos completos, y en suma un fragmento por pura algarabía. Este es el último libro que publicó Juan Conitzer. Lo tengo aquí, en las manos, en el bolsillo, otra vez en las manos. Complejo y abundante en sus apenas 58 páginas, y otras tantas previas o posteriores, no incluidas, o sí. Este libro consigna el sello Yolanda Francisca Editores. La Paz, 2008. Mabel Fava, hacia el final de esta edición, me entregó unas hojas sueltas, en Sopocachi, que ordenándolas en cotejo resultaron ser las versiones preliminares de este libro. Maravillosas versiones. Ya el afán y la sorpresa, el resto vital, callaron la aventura de sus secuencias, variantes, vacilaciones, que al cabo a veces desechadas, incorporadas apenas, solo podrían decir del alma de un escritor, no de su futuro. Todo esto, que ameritaría un trabajo en sí mismo abierto y detallado de una obra dada para la destrucción de un lector, vuelve en una pureza relativa; a cierta hora en la que las manos pasan las hojas para no (más) escribir. Se halla un libro. Y en tratándose de un libro único, y desde el cual Conitzer comprende la voz unísona de su práctica, no hay soslayo posible a tal equiparación. En una versión dice, por ejemplo, en primera persona: No voy a morir, ni mucho menos; escribo e ilustro, ilustro y escribo, publico y distribuyo, mi corazón se hace cada día más cristalino. Cuando en la otra versión escuchamos, desde otra parte y a la par: No vas a morir ni mucho menos, escribes e ilustras, ilustras y escribes, publicas y distribuyes, eso hace que tu corazón sea más cristalino cada día. En este último libro participó como “colabor(r)ador número uno” su hijo Cristian Conitzer. El libro tiene dos inscripciones en la tapa/cuadro (la segunda transcrita más abajo) y también una hoja suelta con textos que el autor adjuntó luego de la impresión de los ejemplares y que indica, casi al final, que “[E]ste libro se terminó de imprimir el 6 de octubre de 1999”. Según indican los hijos, al unísono, esta publicación reúne los últimos textos escritos por su padre. Y por sí sola, habría que decir, sus hojas como siempre nunca las últimas, asaz y otrora. El libro por lo mismo se titula ¡Como esté!, un nombre tajante, mordaz, de empapelado y traspapelado, que llega del humo de una locomotora con locomotor de papel. En algún momento este libro se llamó ¡Como sea!, ya en sí tajante, según una hoja preliminar lo confirma, pero en suma es que ambos, ese sea y ese esté, el ojo navegando a contrapelo, sea así en este día, de martes, y de otros.
Fuente: Letra Siete