12/12/2016 por Marcelo Paz Soldan
Comunicación personal

Comunicación personal

Jorge Suárez
Jorge Suárez


Comunicación personal

Persiguiendo la juventud biográfica de Jorge Suárez (1931-1998), gracias a José Antonio Terán Cabero pudimos diseñar algo de los años de su primera residencia en Cochabamba. Junto a Félix Rospigliosi, con quien ya había escrito y publicado los sonetos lúdicos de Hoy, Fricasé (1953), Jorge Suárez llegó a Cochabamba a principios de los 1950. Ambos, Suárez y Rospigliosi, vinieron invitados a un Recital de Poesía Joven, visita que, en el caso de Suárez, se transformó en una más constante residencia.
Luis H. Antezana J.- Hasta donde sabemos, a principios de los 50, Jorge Suárez y Félix Rospigliosi llegaron a Cochabamba e inmediatamente se integraron a la “célula cochabambina”, llamémosla así, de la Segunda Gesta Bárbara, de la que usted ya era parte. Esa “Segunda Gesta Bárbara”, heredera de la “Primera” ‘la de Medinaceli, Alba, Viaña y Churata’ la que, aunque renació en La Paz (1944), tuvo en Cochabamba a uno de sus más notables epicentros, con poetas como Cossio Salinas, Vázquez Méndez, Terán Cabero, Camargo…
José Antonio Terán Cabero.- Fue después del 52, ya habían pasado los días de la Revolución. No recuerdo cuál de los dos llegó primero, si Suárez o Rospigliosi, pero al primero que conocí fue a Jorge Suárez. Un día de esos, de pronto, apareció al frente de la casa. No sé quién le ayudaría a encontrar mi domicilio, pero ahí estaba, solo, con el pelo alborotado y los ojos enrojecidos. Estaba muy cansado, tenía palpitaciones en el pecho. Ya desde entonces tenía ese problema, tenía la presión alta. No había dormido. Pidió algo para aliviarse, le ofrecimos agua, no sabíamos qué malestar era el suyo ni acertábamos con alguna medicina. Reposó un rato y luego se fue a descansar. Lo acomodamos y se echó a dormir.
LHAJ.- O sea, ni bien llegó, se acomodó como si fueran viejos conocidos.
JATC.- Sí, así fue. Al rato de aparecer ya estaba en casa, durmiendo. Cuando despertó tenía hambre, no había comido en un par de días, y bueno, también se quedó a comer. Así lo conocí. Al recordar esa su llegada y su malestar me acuerdo también de una anécdota que contó Néstor Taboada Terán en el acto de homenaje a la memoria de Jorge Suárez. Néstor contó que lo había encontrado cuando el tren se detuvo en la estación de Quillacollo, venían desde La Paz, y lo primero que Jorge hizo fue preguntarle por una farmacia, no dijo que lo molestaba el corazón o algo semejante, sino que se había contagiado una venérea. En ese momento, desde el público, saltó Martha Beatriz Urquidi que ahí estaba, Martha Beatriz, su viuda, la hija de don Macedonio Urquidi, y lo llenó de improperios.
LHAJ.- Típico de Jorge Suárez eso de convertir en broma un malestar, y típico de Martha Beatríz Urquidi tomar las palabras de Néstor Taboada a la letra. Pero, volviendo a ese primer encuentro supongo que, después, se quedó en vuestra casa.
JATC.- No. Se quedó en casa de Gonzalo Vasquez donde me parece que ahí ya estaba alojado Félix Rospigliosi. Por esos días nos invitaron al Primer Festival de Poesía Joven, recital que auspició el Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho, en cuya dirigencia se destacaban Carlos Serrate Reiche y Hugo Bilbao la Vieja. Ahí, en el recital, Jorge fue la estrella. Leyó o, más bien, recitó de memoria varios poemas de tono revolucionario.
Recuerdo, sobre todo, un fragmento de un poema que se llamaba “Manuel sombrerero”, su amigo que murió en la revolución del 52, en La Paz: “Es un hilito, un hilito/ sobre la acera/ sobre la acera/ viene el aire y lo levanta/ como bandera/ como bandera”. Conquistó al público y entre el público estaba Martha Beatriz. Ella lo invitó a tomar el té y la invitación terminó en un romance.
LHAJ.- Un par de años después, si no me equivoco, se casaron.
JATC.- Claro, en cierta forma la conquistó a través de un poema. En ese tiempo Rospigliosi y Suárez gozaron de la hospitalidad de Gonzalo Vásquez, pero más tarde, no sé qué pasó exactamente, le pidieron que se fuera. Jorge era en su juventud no sólo bromista sino, alguna vez, hasta perverso y algo tuvo que hacer o decir para provocar el enojo de la familia Vásquez. Por ejemplo, solía burlarse de los versos del prójimo y los tergiversaba con cierta maldad provocativa. Por ejemplo, estando presente Gonzalo Vázquez, decía admirar ese poema que empieza así: “Rebaso de mi propio territorio/ salgo del continente de mis venas” y que, decía Jorge, había sido escrito en el baño. Sus bromas no eran precisamente inocentes. Se ofreció, por ejemplo, a prologar mi primer poemario, Puerto imposible, y lo hizo con un texto no sólo de impecable probidad literaria, sino de conceptuoso análisis, comentario que figura en las solapas del libro. Pero a un amigo común que lo felicitó por la interpretación le dijo que no tuvo más remedio… porque yo le había pagado 100 dólares.
LHAJ.- Si ya mayor, “maduro”, digamos, no podía evitar tomar todo a broma, como demuestran los “epitafios” que dedicó en sus periódicos a todos los habidos y por haber, políticos y escritores, sobre todo, seguro que esa tendencia ha debido ser aún peor cuando era joven, Si lo echaron de los Vázquez, probablemente, junto a alguna broma pesada sobre cosas de la casa o algún exceso en las trasnochadas, ha debido ser algo sobre su obra. Era muy celoso al respecto.
JATC.- Efectivamente, no aceptaba críticas a su obra. Yo me atreví a comentar el carácter y el tono excesivamente religiosos de uno de sus Sonetos con infinito y hasta escribí otro soneto con tal motivo. El de Suárez titula “Del cuerpo al alma”. Ese que dice: “Asumirás tu perfección primera/ libre de mi prisión, vencido el muro/ ala que partes de mi lodo impuro/ hacia el destino de alta primavera”. Y claro, sigue el alma hacia el cielo. Es un poema formalmente perfecto, pero sugerí que quizá fuera mejor decir que el alma no va hacia arriba, “ala que partes de mi lodo impuro”, sino que más bien se reúne definitivamente, abajo, con el cuerpo y se disuelve con él en el gran todo de la tierra maternal. Escribí mi soneto utilizando los mismos materiales verbales del modelo y dándoles un sentido inverso. Se lo envié y supe después de su enojo que, curiosamente, no condenó la idea sino el uso “abusivo” de sus palabras, de su léxico. Terminó sosteniendo, según me dijeron, que se trataba de un pésimo soneto.
LHAJ.- Le ha debido parecer no una alternativa temática sino algo así como un robo a mano alzada.
JATC.- Tiempo más tarde, hablando con Eduardo Mitre, le mencioné las circunstancias en las que escribí mi soneto y la reacción de Suárez. Eduardo afirmó sonriendo que no se justificaba esa reacción y habló del intertexto literario en toda poesía. Entre otros, recordamos el juego que hace Humberto Quino con “Claribel” de Tamayo y tantos casos semejantes: “El pan amargo en que muerdo/ hecho está de tu recuerdo/ Coronel”.
LHAJ.- Mitre, dicho sea de paso, entiende perfectamente ese procedimiento literario ya que lo ha hecho muchas veces y, ahí, quizá, uno de sus mejores logros es, a mi gusto, su “Carta a la inolvidable”, que es un homenaje a Juan Rulfo, pues se trata de una carta a uno de sus personajes, “a la inolvidable” Susana San Juan. Pero en esos días, mal que bien eran “poetas jóvenes”, no han debido faltar tertulias, trasnochadas, además de ello, ¿Suárez ya trabajaba como periodista?.
JATC.- Sé que en La Paz, antes de venir a Cochabamba, Jorge escribió en los periódicos y ejerció un periodismo muy activo en asuntos culturales sobre todo. Perteneció a un grupo iconoclasta que se llamaba “Horda” y era parte de la “Puerta del sol”, movimiento dirigido por el poeta Jaime Gonzales, quien después se volvió titiritero.
LHAJ.- En su libro de cuentos Rapsodia del cuarto mundo, Suárez tiene un cuento dedicado a un titiritero, sobre alguien que sueña todo tipo de posibilidades, como la de meter un gol para el Wilsterman. Quizá es un homenaje a este amigo.
JATC.- Quizá, no podría asegurarlo. Jaime Gonzales era un hombre muy inteligente. Dejó la poesía y se volvió titiritero, me dijo, porque prefería la sonrisa de los niños y recorrer en lo posible todo el mundo. Las últimas noticias que tuvimos de él provenían de la India o de algún otro país asiático.
LHAJ.- Volviendo al recital, poco tiempo después, se publicó una antología de los jóvenes poetas, invitados al evento.
JATC.- Salió, efectivamente, esa antología publicada en la imprenta de la Universidad de San Simón. Se llama Antología Mínima. Ahí Jorge cometió otro de sus “impromptus” perversos. Poco antes de la publicación, se introdujo en la imprenta y retiró sus trabajos. Nunca y a nadie explicó por qué los había retirado.
LHAJ.- En su estadía en Cochabamba se casó con Martha Urquidi y, si no me equivoco, empezó a trabajar como periodista.
JATC.- Sí, Martha y Jorge se casaron. Antes de volver a La Paz, a fines de los 50, principios de los 60, creo, trabajó en el diario El Pueblo, un periódico movimientista a la sazón dirigido por Enrique Rocha Monroy, un talentoso y querido compañero de estudios y también un loco de atar. Yo me casé en esos tiempos y Rocha Monroy no tuvo empacho en dedicarle un editorial a mi matrimonio.
LHAJ.- Todo un homenaje. Pocos deben tener un editorial dedicado a su matrimonio.
JATC.- Después, Jorge Suárez colaboró en Los Tiempos y, más adelante, tuvo una columna en El Mundo, dirigido por Victor Zannier Valenzuela. En este último diario escribió las crónicas en verso que serían el libro Melodramas auténticos de políticos idénticos. No sé si entonces o en otro momento se produjo la ruptura con Félix Rospigliosi, porque, entonces, emprendieron una polémica en verso, desbordante de veneno y de calificaciones insultantes. Suárez firmaba “Paspartú”. Rospigliosi lo llamaba “Pasparsucio”, “Quelonio desdentado”. Algo muy penoso para quienes admirábamos el talento de ambos amigos. Mientras la mayoría de la gente se divertía, yo trataba de ignorar esa pelea rabiosa que ni siquiera obedecía a divergencias literarias. Rospigliosi trabajaba en la Municipalidad, entonces con un alcalde guevarista, don Eduardo Cámara, y Suárez estaba afincado, me parece, en el lado pazestenssorista. Pero, sobre todo, se pelearon porque Rospigliosi enamoraba con la hermana menor de Suárez (dos bellísimas muchachas). Él era el único feo, según se dijo, opuesto a esa relación amorosa. Así que se equivocaban quienes, además de servir al morbo cochabambino, creían ver una reproducción criolla de las rencillas quevedianas y gongorinas. Era, creo, algo más familiar. Después que se fue a La Paz y, desde entonces, sólo los vi ocasionalmente, a Suárez y Rospigliosi.
LHAJ.- Tengo entendido que, años después, se volvieron a encontrar, en Santa Cruz, cuando Jorge Suárez trabajaba allí, siempre en el periodismo, y, también, con los famosos talleres de cuento que ofrecía la Casa de la Cultura Raúl Otero Reiche.
JATC.- Los talleres ya habían concluido cuando lo visité en la capital cruceña. Allí escuché de sus labios por primera vez la graciosa oda a don Javier del Granado y a su busto colmado de medallas. No sé si lo recuerdas: “Lo ponía de perfil/ y era Javier pastoril/ lo ponía de cabeza/ y era Javier con certeza/ lo ponía de costado/ y era Javier del Granado”.
Y en punto a la severidad con que juzgaba las obras ajenas, quizá convenga mencionar la azotaína (verbal) que propinó a unos poetas españoles invitados para la inauguración de la Casa de España en Santa Cruz. En algún momento los jóvenes visitantes daban consejos literarios después de leer sus poemas bastante retóricos, sentimentales y muy siglo XIX. Jorge les reprochó su ignorancia acerca de la generación española del 27, y les dijo que sus consejos resultaban superfluos en un país donde se escribía a la altura de la poesía contemporánea. Azoramiento en los visitantes e iracundia vehemente en el interpelante. En esa época Jorge estuvo casado o acompañado por Marcela Velarde. No olvido tampoco que, en defensa de los poetas ibéricos, arremetió contra Suárez un joven esmirriado y de aspecto indígena exclamando: “Sepa ujté que nojotros los dejcendientes de los españoles…”. Vaya uno a saber, ¿no?
Cuando Jorge se fue de Cochabamba ya no volvimos a vernos, pero estuve siempre pendiente de su obra poética y narrativa. Nos llegaban noticias de su trabajo periodístico, su labor docente, su servicio diplomático, en fin… Finalmente, el triste anuncio de su fallecimiento en Sucre. La muerte prematura de un escritor excepcional.
Fuente: La Ramona