Por Miguel Vargas Saldías
Soldado Uno y Soldado Dos se encontraron frente a un cadáver en cuyos ojos abiertos no se proyectaba el cielo espeso de la guerra, sino una luz que daba la sensación de la negrura. Soldado Uno y Soldado Dos se habían aproximado al cadáver, uno para reconocer si era un colega muerto, el otro para saber si había atinado su disparo. El cuerpo del niño refulgía la luz que se desprende al morir y su rostro estaba empañado por toda la sangre evaporada. Una costra que había sido inmediata rodeaba el calor de la bala en medio de sus ojos abiertos”. Así comienza Furia, la novela de la premiada escritora mexicana Clyo Mendoza que se ambienta en un desierto salpicado de poblados asolados por la guerra, donde dos desertores de bandos opuestos descubren una oscura verdad sobre su familia.
Mendoza, como invitada especial de la 27ª Feria Internacional del Libro de La Paz, participará junto a Gabriel Mamani en el conversatorio El cuerpo es el espacio el 10 de agosto a las 18.00 en la Sala Adolfo Cárdenas – Bloque Rojo Planta Alta. El 12 de agosto a las 19.00 y en la Sala Xavier Albó – Bloque Rojo, en la Planta Alta del campo ferial, será la presentación de Furia, libro sobre el que la autora conversó con ESCAPE.
— ¿Qué expectativas tienes de esta visita a la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL) en Bolivia?
Bolivia es un lugar al que siempre he querido ir, no tengo mayores expectativas; más bien estoy agradecida de que este libro me siga llevando por el mundo, a nuevos territorios desde donde pueda ampliar mi visión de mundo en medida de lo posible, eso es fundamental para mi proceso de escritura.
— Esta primera novela suya tiene la fuerza de su trabajo como poeta. Los textos breves, la concatenación de estos, el lenguaje… ¿Cómo ha sido el proceso de creación de Furia?
El libro iba a ser un libro de poesía pero con trayectorias de lectura como los libros noventeros Elige tu propia aventura. Esos libros infantiles daban a sus jóvenes lectores la sensación de estar eligiendo la trama cuando en realidad ya estaba prediseñada. Parecido a la vida. Finalmente la historia necesitaba ser narrada de maneras menos crípticas que como venía haciéndolo previamente en mis dos libros anteriores. Los personajes exigían una carne distinta, y sin querer cambié de género.
— El desierto en su obra es mucho más que un paisaje o un espacio, es un personaje en sí. ¿Cuál es su rol en este libro y su relación personal con él?
El desierto fue el lugar que más extrañaba cuando empecé a escribir el libro, el lugar en el que soñaba a los personajes y en el que he visto mantenerse guerras antiguas a causa de mineras, eso fuera de la ficción. En México el desierto de Wirikuta es sagrado para los wixárikas, un pueblo originario que ha mantenido protegido con su propia vida ese territorio que ahora mismo está siendo saqueado. Ese es el desierto en el que imaginé Furia. El desierto ya saqueado, ya perdido, sin quienes le dan su alma. Un desierto en resistencia. Los wixárikas y sus procesos ceremoniales, sus largas caminatas, sus plantas de poder, me acompañaron en la concepción del libro mucho antes de su escritura. Admiro y valoro lo que ese pueblo me ha enseñado y la valentía con la que han protegido su territorio, su cultura, su lengua, su planta sagrada, admiro su lucha contra el extractivismo y contra esa absurda idea de que en el desierto no vive nadie y que nada sucede.
— ¿Cómo ha sido la construcción de los personajes principales —masculinos, además—, tan ásperos, terribles…?
Creo que bastó con ver la realidad. Por eso también los personajes ásperos o terribles no sólo son eso: tienen un pasado, una o varias heridas. La mayoría son heridas provocadas sistemáticamente, la realidad estructural es tan compleja que muchas veces nos aleja de lo que realmente somos, como a Cástula, que nació con el corazón grande y murió con el hígado enorme. La vida y los vivos somos así, pero eso está, como ya sabemos, llena de matices.
— El amor y el deseo se sienten muy fuertes en el libro. ¿Cómo aborda estos ámbitos del ser humano?
Yo estaba escribiendo el libro durante un proceso de fe absoluta en los afectos y, al mismo tiempo, una ruptura terrible con la manera de llevarlos a cabo. Creo que las relaciones humanas que se rompen son siempre un memento mori, son momentos en los que uno cambia drásticamente su manera de percibir la realidad. Por un lado, según lo que había estudiado sobre neurociencia el deseo funciona también para mantener al cerebro aferrado a una idea de vida, el deseo es pura supervivencia, pero el amor, que a menudo está vinculado al deseo (y me refiero no sólo a la fascinación por el cuerpo, sino al deseo como expectativa, como esperanza), el amor siempre nos vincula con la muerte, nos hace temerla, ya sea en el final de una relación afectiva, ya sea temiendo por la vida nuestros seres queridos. Creo que para vivir el amor y el deseo de manera más amable primero tendríamos que hacernos amigos de la muerte, de los finales, cambiar la concepción que nos han heredado sistemáticamente. Sin ese terror a la muerte desmesurado probablemente no existirían las industrias farmacéuticas y el afán de mantener la vida mucho más allá de lo posible, ni el deseo tonto de ser jóvenes a toda costa, no existiría el narcotráfico porque nadie tendría que evadir su terror, el extractivismo —que muchas veces funciona sólo para sostener esta era de tecnología exacerbada— no mataría lo vivo ni existiría el terror a las mujeres ni se vería a las diferencias como amenazas, sin ese terror a la muerte no existirían las armas y quizás no habría guerras. Parece paradójico, pero justamente creo que lo que aprendí en el desierto fue eso: moriremos, y eso está bien.
– En Bolivia, así como en México, convivimos también muy cerca de la muerte, en un diálogo constante. ¿De qué forma cree que eso está presente en su trabajo?
Es una inquietud constante y, personalmente, un trabajo permanente. Yo también tengo conflictos con la muerte, pero estoy tratando de entenderla más allá de la concepción que el sistema me ha impuesto, y no dudo que eso tenga que ver con haber crecido en una cultura que me ha enseñado que la muerte es un rito de paso y puede ser también una celebración, porque antes de ella hubo vida.
– Con el ejemplar en la mano, el libro como objeto es una pieza de esmerado cuidado y belleza. ¿Cómo ha sido el trabajo con Dum Dum Editora?
Admiro muchísimo el trabajo que hacen Edmundo y Liliana como editores, es un honor formar parte de su catálogo. La portada es de una artista mexicana llamada Trilce Zúñiga y es un sueño que uno de sus trabajos sea portada de este libro. Hacer libros es un arte y yo espero que Dum Dum tenga una larga vida.
PERFIL
Escritora mexicana Clyo Huitzilin Mendoza nació en Oaxaca, México, en 1993. Poeta y narradora, tiene una Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Es autora de ‘Anamnesis’ (Cuadrivio, 2016) y ‘Silencio’ (Fondo editorial del Estado de México, 2018), libro por el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Su primera novela es Furia, con edición boliviana de Dum Dum Editores.
Fuente: La Razón