Ciudad con aroma de mujer: Santo vituperio, de Homero Carvalho Oliva
Por: Rodrigo Urquiola
Es una ciudad inventada el lugar donde ocurre Santo vituperio (2003; séptima edición en Editorial Lewy Libros, 2014), novela del escritor beniano (y, sobre todo, boliviano) Homero Carvalho Oliva (Santa Ana del Yacuma, 1957). Y no digo que ese territorio sea una ciudad inventada porque se trate de la ciudad de San Lorenzo de la Sierra, ciudad inexistente en los mapas oficiales de nuestro país, y que disfraza (más bien, pone un velo al que bien podríamos nombrar ficción o, si se quiere ir un poco más allá, ficción dentro de la ficción) a una ciudad que fácilmente reconoceremos mientras nos adentramos en la lectura, Santa Cruz de la Sierra. Es una ciudad inventada también porque está hecha de palabras y las éstas inventan; no pueden evitarlo, es su naturaleza, las palabras crean. Es una ciudad que inventa y que, al inventar, las múltiples voces que lo hacen, como si en realidad fueran una sola o, mejor aún, una personificación hecha de voces, crea; esta ciudad es inventada porque consigue reflejarse, como si lo hiciera ante un espejo, en una sola persona: Inés de las Muñecas.
¿Quién es Inés? Una puta santa. ¿Cómo ha llegado a ser puta? Eso no es lo que importa. ¿Cómo ha llegado a ser santa? La ciudad la ha hecho. ¿Cómo? Un periodista –¿qué mejor expresión de la existencia e imponencia de la ciudad que un cronista cualquiera de lo que sucede en ella?– encargado de escribir un artículo sobre el fenómeno del café en varias de sus expresiones (el grano primigenio, los cafés donde se reúnen los bohemios, el café y la conversación, etcétera) ha decidido, en un momento de iluminación ociosa, en un momento de inspiración azarosa, después de leer una nota cualquiera de la prensa roja, el asesinato de una prostituta, encender una vela y propagar el rumor de que esa prostituta muerta, Inés, la puta santa, hace milagros a quien tenga fe en ella. Y el efecto es tal que la ciudad –esta ciudad inventada que inventa– hace que los milagros sucedan y que la figura de Inés de las Muñecas atraviese las fronteras de la misma iglesia y sea venerada por el pueblo: en las calles de San Lorenzo de la Sierra pueden encontrarse souvenirs y amuletos que le rinden pleitesía. Pero sabemos también –porque una de las cualidades de Santo vituperio es que es una novela polifónica en la que, al leer, podemos escuchar las voces de diversas personas, incluida Inés, algún cliente suyo y alguna compañera de oficio– que nada de esto ha sido esperado: que ha surgido del absurdo existencial del que están hechas las ciudades.
Eso es Santo vituperio, una invitación a tomar un café mientras uno lee la novela como si conversara con ella; un tomar un espresso mientras uno camina por las calles de una ciudad con aroma de mujer.
Fuente: Ecdótica