Por Reynaldo J. Gonzales
La revista infantil Chaski, publicada en Cochabamba y La Paz entre 1983 y 2000, continúa siendo uno de los hitos más recordados y admirados de la cultura boliviana reciente. Nacida como una publicación educativa del Centro Portales y posteriormente independizada como publicación insignia de la editorial Luciérnaga alcanzó las 129 ediciones con un tiraje medio de 10 mil ejemplares de distribución nacional, llegando a ser declarada Texto Oficial del sistema educativo nacional en 1987.
Chaski es reconocida de forma unánime como un hito en múltiples dimensiones: En el ámbito educativo innovó en el tratamiento didáctico de contenidos variados, siendo un precedente inmediato a las publicaciones de la Reforma Educativa de 1994. En su aproximación a temas sociales produjo contenidos críticos y reflexivos sobre el cuidado del medioambiente, la equidad social, la igualdad de género y la diversidad y riqueza cultural de los pueblos indígenas. En el plano literario fue el lugar de publicación de centenares de cuentos, poemas, reportajes y crónicas de notables escritores como Gaby Vallejo, Rosalba Guzmán, Melita del Carpio y Manuel Vargas, entre otros, terminando de consolidar la tradición de la literatura infanto-juvenil boliviana. En su interacción con sus lectores publicó centenares de cartas y testimonios de niños y niñas de todo el país que documentan la visión de la infancia durante un periodo de crisis social y económica como el correspondiente a los años posteriores al retorno de la Democracia.
Pero además de todo ello, Chaski renovó el ámbito de la producción editorial local por medio de un diagramado creativo próximo al trabajo editorial independiente complementado con las ilustraciones y las historietas de algunos de los dibujantes más sobresalientes de la época. En este aspecto la revista dirigida por la diseñadora suiza Elisabeth Hüttermann y el artista boliviano Jesús Pérez se constituye en un hito clave para la transición entre la producción editorial tradicional de mediados del siglo XX y el trabajo editorial moderno enriquecido en recursos por el uso de nuevas tecnologías.
El diseño y el diagramado de la revista estuvieron a cargo de Hüttermann, licenciada en Diseño Gráfico por la Universidad de Ciencias Aplicadas de Dortmund, Alemania, quien llegó a Bolivia en 1981 como mochilera procedente de EEUU, país que visitó durante el apogeo de la contracultura y del movimiento hippie. Probablemente gracias a sus créditos universitarios y su nacionalidad compartida con el entonces director del Centro Portales, Richard Bauer, se incorporó a la institución en 1982 para encargarse del diseño de sus materiales impresos.
Aunque los antecedentes de Chaski se encuentran en una publicación previa del mismo nombre publicada a inicios de los ochentas por Virginia Antezana y su gestación y elaboración deben ser atribuidos al trabajo colaborativo de todo un equipo de educadores, literatos y artistas, fue Hüttermann quien, en su rol de diseñadora y diagramadora, definió la identidad gráfica de la revista acaso bajo el influjo de las publicaciones educativas e independientes que había conocido en Europa y EEUU. Esta permaneció a largo de casi todos sus números en aspectos como un diagramado artesanal por uso de una máquina de fotomecánica, la alternación de tipografías mecánicas y caligráficas, la profusa utilización de ilustraciones en casi todas sus páginas, las combinaciones de bi y tricromías distintas para cada número y, sobre todo, la predominancia de una estética de collage libre y desenvuelta, muy cercana tanto al arte de los niños como a los lenguajes de publicaciones independientes como los fanzines.
Aunque posteriormente Chaski modernizó su diagramado con la utilización de herramientas modernas, su identidad editorial mantuvo sus aspectos definitorios, sumando a éstos el uso de coloridas ilustraciones que reproducen imágenes elaboradas con lápices de color, crayones, marcadores y otros materiales. Así, la revista consiguió conservar hasta su último número un aura sui generis de publicación independiente y moderna en un ambiente editorial tradicionalista como el boliviano.
Este aspecto de Chaski fue complementado por las ilustraciones y los dibujos de un grupo de talentosos artistas jóvenes entre los que sobresale Jesús Pérez, un dibujante nacido en el seno de una familia humilde de la población de Sipe Sipe, quien, desde finales de los 70, se había dedicado a la experimentación autodidacta en las técnicas del dibujo y la animación.
La obra de Pérez puede apreciarse en casi todas las secciones de la revista, pero en especial en sus primeras portadas con dibujos infantiles, en al menos cuatro historietas seriadas y en las ilustraciones sin firmar que acompañan muchos de sus materiales literarios, páginas de juegos y secciones educativas. Probablemente por los vínculos de Pérez con la animación, toda su obra se encuentra caracterizada por la soltura y el dinamismo de la línea y por el uso de técnicas y materiales artísticos comúnmente utilizados por los niños como los lápices de color y los marcadores.
Por fuera de algunas de las más extraordinarias portadas de los primeros años de la revista que alcanzan elevadas cotas de creatividad -en especial las elaboradas en técnicas experimentales como la arpillería, la cerámica y el collage- el principal legado plástico de Pérez se encuentra en la historieta “Los Rebeldes” elaborada en base a guiones de Rosalba Guzmán entre 1987 y 1991. En sus entregas de dos páginas, ésta narra las aventuras cotidianas de un grupo de niños en su escuela, tratando con humor problemáticas de discriminación social, cultural y de género, violencia, entre otros. Además de esta obra que posteriormente fue reeditada en forma de revista por Luciérnaga, Pérez publicó en “Chaski” los cómics “Los duendes verdes”, “Aventuras de Ernestito” y otros.
Otros artistas destacados de Chaski fueron Graciela Neira, Juan Carlos Parra, Florencio Pérez y Marcos Quiroga, todos quienes a lo largo de los años desarrollaron sus propios estilos artísticos en magníficas ilustraciones e historietas. Son notables entre estos materiales, por ejemplo, las numerosas ilustraciones de textos literarios realizadas por Neira, las ilustraciones de Parra para las 10 entregas de la macroviñeta “500 años”, los retratos en base a fotos coloreadas de Pérez para reportajes y entrevistas y los dibujos de Quiroga para el cómic “El traspatio” y otras secciones. Además, la obra de estos artistas puede apreciarse en las páginas de los dos suplementos importantes que tuvo la revista: “La Yapa”, que casi alcanzó las 100 entregas, e “Historia de Bolivia para niños”, en 9 números.
El traslado de la editorial Luciérnaga a La Paz acaecido en 1990 supuso una renovación de Chaski. En el ámbito artístico la principal incorporación fue Efraín Ortuño, quien además de elaborar en técnicas pictóricas muchas de las mejores portadas de la revista fue autor, en guion y dibujo, de una extraordinaria historieta titulada “El Tornillo y los verdaderos” que en sus 16 números destaca por sus dibujos kitsch y por sus muy curiosos argumentos desarrollados en una urbe oscura y peligrosa. Se trata, de un proyecto punk de suma libertad artística que, a pesar de parecer un tanto extraño para una publicación infantil y educativa, logra conectar con los niños y sus problemas del mismo modo que “Los Rebeldes”.
A más de 20 años del fin de una publicación tan importante para la cultura nacional como Chaski sería magnífico que instituciones como la Fundación Simón I. Patiño o la Alcaldía de Cochabamba organicen una exposición que permita a nuevas generaciones conocer a fondo lo que fue y lo que significó en el contexto boliviano de los 80 y los 90, mostrando, de paso, la extraordinaria y variada producción de sus geniales artistas en dibujo, pintura y técnicas mixtas. Este es, sin duda, un legado que merece ser rescatado y puesto en valor junto al trabajo de tantos otros maestros cochabambinos fundamentales para el arte nacional.
Fuente: La Ramona