Centenarios
Por: Gabriel Chávez Casazola
Este 2014 que apenas alborea será -es ya- un año de maravillosas memorias y celebraciones en torno a libros y autores. Estos 12 meses verán cumplirse los centenarios natales nada menos que de Julio Cortázar, Octavio Paz, Adolfo Bioy Casares y Dylan Thomas, que no necesitan glosa alguna.
También los 100 años del nacimiento del agitado narrador beatnik William Burroughs, del poeta mexicano Efraín Huerta -a quien homenajearemos pronto en Tabasco-, del poeta y crítico venezolano Juan Liscano y del narrador checo BohumilHrabal, autor de Una soledad demasiado ruidosa.
Conmemoraremos igualmente el centenario de los adioses de Georg Trakl -ojalá leyendo la estupenda traducción de Marco Antonio Campos en Unterwegs, En camino (El Tucán de Virginia, 2010)- y de dos autores bolivianos poco recordados: el vallegrandino Emilio Finot, poeta “altivo y melancólico” a decir de Gustavo Adolfo Otero, y el potosino Julio Lucas Jaimes, “Brocha Gorda”, tradicionista, narrador, periodista, poeta, padre de Ricardo Jaimes Freyre y amigo cercano de Ricardo Palma, cuyas Tradiciones peruanas muy posiblemente influyeron en La Villa Imperial de Potosí (1905), su obra más señera.
Asimismo, se cumplirán este año dos centenarios natales de intelectuales bolivianos (y tal vez otros más que no tomo en cuenta y el minucioso e infatigable Elías Blanco podría sumar aquí) que no tendrían que pasar desapercibidos: el del historiador, archivista y escritor Gunnar Mendoza, director durante medio siglo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, institución que forjó; y el de monseñor Juan Quirós, quien hasta 1992, año de su muerte, fue director del suplemento Presencia Literaria (desde 1957), de la revista Signo (desde 1956) y de la Academia Boliviana de la Lengua (desde 1975).
Si la figura de Mendoza ha sido crecientemente valorada desde su fallecimiento en 1994, ya que distintas generaciones de historiadores, investigadores, archivistas y bibliotecólogos reconocen su significativo aporte a la historiografía nacional, sobre el que este año podrán hacerse nuevos abordajes, no ha sucedido lo mismo con monseñor Quirós, de cuya obra y trayectoria se habla muy poco (he podido comprobar que numerosos jóvenes autores ni siquiera habían escuchado su nombre hasta que se los mencioné), pese a haber sido el crítico literario por excelencia en la segunda mitad del siglo XX quien, al dirigir el prácticamente único espacio nacional de difusión literaria, además tenía en su pluma el poder de decidir el quién es quién (y quién no) de nuestras letras.
Desde luego, su personalidad y contribución a la literatura boliviana merecerían ser objeto de reconocimiento, y podría este centenario ser además una buena oportunidad para debatir en profundidad sobre cómo fue (y aún está) construyéndose el canon literario boliviano, con su centro gravitante en la academia y la crítica paceñas, habiendo todo un ancho y diverso país que escribe y que dista mucho de ser sólo una periferia.
Apuntada esa digresión, cerremos estas líneas con alegría, pensando que este 2014 hay otro motivo literario más para celebrar por todo lo alto, echando la casa por la ventana y la ventana con ella, como quería el casi ya centenario Cortázar.
Y es que el 5 de septiembre, dentro de exactamente nueve meses, todo un parto, cumplirá 100 años, esperamos que vivito y bailando, el genial Nicanor Parra, poeta y antipoeta, gran renovador de la poesía en nuestra lengua en el siglo XX y uno de los felices responsables de haberla acercado a la mujer y el hombre de a pie.
Brindemos, pues, por Parra, con los néctares remanentes de las fiestas y fastos recién pasados, y por Álvaro Mutis, Jesús Urzagasti, el “poeta eléctrico” Lou Reed y por Doris Lessing, contentos de que su obra permanezca aunque el viento vaya borrando, de a poco, su imagen de nuestras neuronas, junto a tantas cosas vividas e imaginadas en 2013. ¡Salud!
Fuente: Ideas