J. D. Salinger
Christian J. Kanahuaty
Casi todos conocemos a J. D. Salinger al menos por rumores. Porque es el autor del Cazador en el centeno, sí ese libro que tenía Mark David Chapman cuando fue arrestado por la policía de Nueva York por haber disparado el 8 de diciembre a las once de la noche de 1980 a John Lennon. Sí Salinger escribió esa historia y luego unas pocas más. Para muchos es el padre de la literatura americana junto con Ernest Hemingway y Wlliam Faulkner y Walt Whitman, para otros es un escritor para jóvenes y para otros es sólo un viejo amargado que no supo lidiar con el éxito y para otros simplemente un mito.
Salinger acaba de cumplir los noventa y un años este enero. Aún está vivo y quizás sea el momento de reconocer su valor. El Cazador en el centeno nos dio a uno de los personajes más entrañables de la literatura de los últimos sesenta años. Holden Caufield es sin lugar a dudas el espíritu rebelde e inconforme que todos llevamos dentro, pero también es el ser cubierto de tedio y cargado de odio por todo lo que lo rodea.
Salinger también publico el mítico libro de cuentos Nueve cuentos y la novela Franny y Zooey. El libro de cuentos es sobresaliente y el más emblemático es el cuento: Un día perfecto para el pez plátano. Y al final están dos novelas cortas de tono divertido y evocador, ambas perfectas y resueltas con maestría. Lleva el titulo doble de: Levantad, carpinteros, la viga maestra, Seymour: una introducción. (Como curiosidad podemos decir que la traducción de la edición española de la editorial Bruguera la hizo chan cha cha chan!!!: Aurora Bernardez, sí, ella, la que fue la primera esposa de Julio Cortázar).
Franny y Zooey es la historia de dos niños que trabajan o mejor dicho, participan en esos concursos de preguntas y respuestas por premios que se van acumulando semana a semana, ellos genios irremediables participan en ese concurso y salen por la televisión… Seymour: una introducción es la narración en primera persona de uno de los hermanos de Franny y de Zooey, y Levantad, carpinteros, la viga maestra es también una narración echa por otro de los hermanos de Franny y Zooey, la familia Glass.
No contare el argumento de esos libros. De momento me niego a darles gusto, lo único que quiero decirles es que Salinger juega a su antojo con esta familia, pero juega no como un escritor que conoce al dedillo cada uno de los rincones de la historia que se plantea contarnos, no, no hace eso, sino que la usa como un cronista usa un momento determinado sólo para demostrar una idea. Y quizás ahí esta el punto de Salinger, es un narrador de ideas más que de vidas y su consecuencia es que mientras narra una idea narra la vida que sucede al margen de ella. Sus personajes son genios de primer orden pero renuncian prematuramente a su don. No porque nieguen hacerse cargo de su responsabilidad porque son profesores universitarios, escritores, soldados que vuelven de la guerra, madres abnegadas, sino porque entienden que poco o nada se puede hacer en este mundo solo armado con ideas. También nos dice que quizás la gente más preparada es la que menos dispuesta está a hacer algo para cambiar su entorno. Los que podrían hacer bien las cosas se mantienen al margen y pelean sus propias guerras con cosas prácticas que para otros sólo les demoraría un suspiro realizarlas, pero para ellos es una gran carga.
Son personajes que han renunciado muy pronto a su niñez y pretenden recuperar a cualquier costo.
Cuando uno lee las novelas de Salinger es como si estuviera asistiendo a un momento importante de la literatura armada de ideas y de cuerpos que las transportas y las comunican. Pero también tiene la sensación de que Salinger hace lo que todo buen escritor hace: entretener. Y quizás ahí está el detalle, ahora que las ideas no están tan de moda parece paradójico y hasta irónico que una idea nos entretenga, pero justo esa es su virtud es capaz de entretenernos con escenas tan feroces como aquella en la que el joven Holden contrata los servicios de una prostituta y a la hora de la hora se queda paralizado frente a ella incapaz de hacer algo porque simplemente no le ha gustado como se ha movido por la habitación. O aquella escena grandiosa en Levantad que sucede en la limosina negra, donde Buddy el narrador está acompañado de una señora insoportable y de un tipo salido del monopolio que jamás dice nada a pesar de estar atascados en medio de Madison avenue por un tiempo excesivo, el momento cumbre es cuando ven un desfile pasar delante de ellos. Es hilarante pero no deja de ser triste, por alguna razón, ese momento es sencillamente angustiante.
Salinger marca al milímetro sus escenas, es totalmente grafico y explicito, no se ahorra detalles y es capaz de decirlo todo sin problemas. Su tono es de los mejores en la literatura es frío pero sincero, es certero pero no es sobreprotector son sus personajes, simple y llanamente, los deja ser. Y eso es lo bueno de todo Salinger es como si él mismo fuera descubriendo a sus personajes a medida que va escribiendo sus novelas. De antemano Salinger sólo tiene una idea y luego le da forma, pero deja que ésta adquiera su verdadera y real dimensión, luego poda un poco los excesos y listo!
Es de ese tipo de escritores que no dejará que sus personajes se mientan a sí mismos. Por eso son más reales, por eso no pierden valor.
Salinger ya hizo lo suyo, tomó a una familia, a sus hijos y los narró y los hizo crecer y luego se olvidó de ellos. Los esparció por el mundo y nos los entregó en partes, por capítulos, por episodios y nos dijo que así es la vida, parece que todo es un conjunto pero no, todo está disperso, atomizado, pero uno al final, no deja de pertenecer a un sólo lugar.
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Fuente: Ecdótica