Una mirada a Amores Imperfectos
Por Alejandra Echazú
Edmundo ha demostrado siempre una versatilidad sorprendente al abordar los temas de su escritura en diversos géneros, cuento, novela detectivesca, de ciencia ficción, de aprendizaje (Bildungsroman, cuando el protagonista cumple un proceso de crecimiento y de madurez), también tiene ensayos, como el que publicó sobre Alcides Arguedas y ha sido editor de antologías de cuentos; encontramos también su interés en procesos políticos y en un análisis, algo oscuro, de la sociedad. Yo diría que su escritura va tomando el pulso no solo de lo que va aconteciendo en su propia vida, sino de lo que va sucediendo en el mundo, esto es relativamente común en los escritores porque la ficción se adelanta con muchísima frecuencia a otras áreas como la sociología, la historia o la misma ciencia en la ponderaciones del entorno o de la época en la que vivimos.
Es gracias a la visión que nos proporciona la literatura que podemos comprender mejor cada periodo histórico, en dos ejemplos concretos del siglo XIX, recordemos a Charles Dickens y la tremenda explotación infantil en la Inglaterra de entonces ilustrada dramáticamente en su novela Oliver Twist o en el francés Jules Verne y la divulgación de la tecnología de entonces en libros como Viaje alrededor del mundo en 80 días o en la intuitiva y predictiva 20.000 leguas de viaje submarino. En el Siglo XXI, sin embargo, el tiempo tiene otra cadencia, veloz y de inmediatez, lo cual permite comprender que Edmundo esté en permanente alerta de hechos que nos sacuden y remueven y que nuestro autor labrará con maestría en intrincadas tramas que tienden a reflexionar, ante todo, la vida norteamericana y la que tenemos aquí (en Cochabamba o en cualquier ciudad imaginaria de estos lares), en lo que Trump no consideraría la periferia, sino el afuera, simplemente. Así, hallamos asesinatos en serie, complots cibernéticos, una tecnología devoradora, trasnacionales, alza de precios, inteligencia artificial, máquinas o hechos políticos que podemos reconocer allá o acá, la migración al norte; la del académico o la del ilegal; la peste o pandemia que nos lleva al aislamiento. Son temas de actualidad.
Bien sabemos que Edmundo formó parte de un movimiento literario llamado McOndo en los años 90 del siglo pasado, en el que se rompe con el realismo mágico de mediados del siglo XX y que dirige la mirada a las urbes hispanoamericanas que en definición de Paz Soldán se trata de una Latinoamérica “llena de islas de modernidad en un océano premoderno“. Sin embargo, estas realidades ficcionales -valga el oxímoron- de incertidumbre y de deshumanización que encontramos en la obra de Paz Soldán han llevado a que se acuñe un término nuevo, el realismo gótico –en respuesta al realismo mágico aplicado a los escritores latinoamericanos de mediados del siglo XX–. Edmundo se ajusta a la perfección a este realismo gótico en el que es imposible discernir lo real de nuestros países y de los del norte de aquello que más nos revuelve y nos produce terror. La verdad es que vivimos un mundo de enormes inseguridades y desasosiegos, quizá como nunca antes. Quizá por ello, también observamos en la obra de Edmundo una profunda nostalgia, un mundo evocado, que persiste en la memoria únicamente, un tiempo del pasado, generalmente poblado de jóvenes con padres y madres de edad madura (middle aged) en lugares reconocibles en el recuerdo como la vida de los ochentas alrededor de ciertas calles o locales en Cochabamba, como el que relata en su novela Río fugitivo.
Celebramos 25 años de Amores Imperfectos, un libro de 23 cuentos, publicados en 1998 por Alfaguara y que la Editorial boliviana Nuevo Milenio a cargo de Marcelo Paz Soldán reedita luego de dos décadas y un lustro, ni más ni menos. Se trata de una edición impecable que reúne 13 cuentos breves en la primera parte, que son un fino aperitivo o una deliciosa entrada que nos abre el apetito para el plato fuerte, fuertísimo en el despliegue de 10 excelentes cuentos más extensos en la segunda parte. Entre ellos se encuentran relatos intensos en emoción y que logran retratar el dolor y la oscuridad del alma humana como “Tiburón”, “El dolor de tu ausencia”, “Cuando tú no estabas” o el magnífico “Dochera”, que ganó el premio Juan Rulfo en 1997. Entre los cuentos breves destacan momentos, como el que nos trae un perro que despierta la memoria de la protagonista, o el instante en el que un hombre se da cuenta de que será asesinado por amor, o cuando un personaje ya universal se desentiende de su pacto amoroso o cuando se reinventa la escena de otro cuento, uno de Cortázar, o cuando la tecnología sustituye los ritos religiosos.
He mencionado las variadísimas exploraciones temáticas contemporáneas en la obra de Edmundo, pero hay que reconocer que los buenos autores, como él, tienen una tierra que no abandonan jamás y a la que vuelven una y otra vez, por momentos de forma encubierta y otras de manera muy directa. Es esa geografía que se extiende plena de los temas que nacieron con la conciencia misma del hombre y de la mujer de su propia humanidad y que está inevitablemente ligada con aquellas incógnitas sin soluciones o con muchas posibles respuestas, quién sabe… La única certeza es que sabemos que son dilemas que existen desde siempre y para siempre. Son temas inevitablemente enlazados también a preceptos, a mandamientos, a leyes porque necesitan un orden y una regulación social en la inmensidad de sus posibilidades; son esos tropos vinculados a la muerte, el amor, la enfermedad, la migración, la supervivencia, la fidelidad o la deslealtad, el incesto. Y es, precisamente en Amores Imperfectos, donde encontramos a nuestro reconocido autor inmerso en las sinuosidades que conllevan estos grandes temas inmortales; omnipresentes a lo largo del tiempo, invariables e inmersos en contextos históricos tan distantes como la Antigüedad, la Revolución Industrial o la Aldea Global; en circunstancias de bienestar o de agonía; en todos los estratos sociales, sin distinción, en el yate de un nuevo rico o en el cuarto de un barrio pobre, en el desierto africano donde la arena se mezcla con los migrantes muertos o en las islas sensuales más remotas de la Polinesia. Es algo así como, musicalmente hablando, las variaciones de temas que han sido, que son y que serán siempre presencias mientras el hombre tenga noción de su existencia en esta tierra. Como piensa un personaje de Edmundo: “Ya en cuestión de tragedias del corazón, nada nuevo había bajo el sol”.
Por eso, los invito fervorosamente a leer Amores Imperfectos de Edmundo Paz Soldán, en esta edición de Nuevo Milenio con la introducción de nuestro gran Cachín Antezana. Dos décadas y un lustro, 25 años, un cuarto de siglo; sin embargo, no es un libro que ha envejecido, nunca lo hará realmente, puesto que el hilo que une las narraciones es el amor o el des-amor, un tema atemporal; y reflexionaremos como el narrador de uno de los cuentos: Pero, ¿existieron alguna vez los amores perfectos?
Fuente: Ecdótica