08/17/2007 por Marcelo Paz Soldan

Carta a Daher de Luis Andrade

CARTA ABIERTA A GARY DAHER CANEDO
SOBRE UNA OPINIÓN ALTOPERUANA RESPECTO A LA LITERATURA CRUCEÑA

“Del asno, animal útil al hombre,
nacen las moscas, enemigas del bienestar humano”.
Vanini

Estimado Gary:
He leído con no poco interés y curiosidad tu publicación en Fondo Negro, titulada Literatura en Santa Cruz: la huella y los arillos (24/06/07), donde exponés un conjunto de “opiniones” periodísticas respecto al quehacer literario cruceño (en y de Santa Cruz), y donde referís sucintamente a un conjunto de autores (cruceños y no cruceños) que viven y producen en Santa Cruz, y es respecto a ese artículo de opinión (a ese parecer tuyo) que hoy se me ocurre escribirte. Pongamos los puntos debajo de la íes.
Cuánto me place que te hayas dado el nada fácil trabajo de leer los textos referidos y haberte puesto, a la nada grata tarea de escribir y enunciar sobre ellos algunos juicios de valor; digo esto por cuanto al parecer, nuestro trabajo creativo –producto de varios años de búsqueda, es de esperar no infructuosa– no ha satisfecho mínimamente tu “sentido crítico” y menos tu “sensibilidad estética” que, por visto y leído son extremadamente “exigentes” aunque matizadas, visiblemente, de una peligrosa subjetividad.
Sin embargo, si bien la subjetividad dominante suele desvirtuar el acto crítico, no necesariamente invalida su ejecución, durante la cual has debido gozar intelectualmente, dado que para efectuar un trabajo de esa naturaleza, hay que sentir placer, y no sólo mera necesidad, si no, no se justificaría en absoluto como oficio y menos como una afición esporádica y circunstancial. Mas, no olvidemos que cuanto más esté la crítica inducida por una obsesión personal tanto menos objetivos serán sus juicios.
Te agradezco, pues, por la deferencia de leernos y escribir sobre lo que escribimos, seguro de que lo hiciste con la seriedad, y sobre todo con la sinceridad y honestidad intelectuales, valores que todo aquel que se precie de crítico –o que aspire a serlo– debe observar y cultivar siempre, acompañando el oficio con una lectura actualizada y sostenida, además de irse liberando de la insolencia propia de la juventud; no por nada se dice que los críticos suelen llegar a su madurez después de los cuarenta años.
Te digo esto porque se puede apreciar con toda claridad que te encuentras haciendo tus primeras armas en el nada grato oficio de la crítica, y que nuestra obra está, de algún modo, sirviendo como “conejillo de Indias”, para alcanzar eso que me imagino es un caro objetivo personal tuyo, es decir ser algún día un verdadero Crítico (así con mayúsculas), lo cual espero sea logrado con la madurez espiritual e intelectual que exige dicha labor, dada la gran responsabilidad que implica.
De lo que podés estar absolutamente seguro, es de que no pretendo en absoluto ser juez y parte de mi propia obra, por razones obvias, es por ello que sería improcedente y antiético que me atreviera a lanzar juicios de valor sobre mi propio trabajo, pues el autor es quien menos puede y debe hablar de su obra en términos valorativos, aunque sí lo puede hacer en términos descriptivos dentro de su propia poética, con la salvedad de que, incluso ahí, le puede traicionar su propia subjetividad. Es lógico.
Respecto a tu obra poética –no ensayística, periodística o narrativa, que sólo es extensión de tu poética– me reservo, por cuestiones de orden ético, emitir opiniones y menos “juicios de valor”, ya que, naturalmente, sólo es posible una verdadera crítica en tanto y en cuanto la obra objeto, nos comunica determinados valores que nos motivan una respuesta; ya que p. ej. es totalmente impropio de la crítica el “enseñar” públicamente a un poeta a escribir correctamente en su propia lengua (?) ¿No te parece?
A continuación transcribo fragmentos de textos de críticos autorizados, respecto a la crítica, de modo que me sirvan de sustento para, al final, realizar una somera metacrítica de tu trabajo, la que espero pueda darte algunas luces para orientar tu vocación (?) por, quizás más promisorios rumbos. Léelos con calma. Mas, no olvidés nunca que el espíritu poético sólo y tan sólo puede constituirse y afirmarse en el espíritu no-poético y que “aquel hombre que tiene la certeza de no equivocarse nunca, se equivoca siempre”.
Ya sabés que “existen dos formas fundamentales de ejercer la crítica literaria: periodística (impresionista) y especializada, y es esta última que parte de los presupuestos conceptuales y del metalenguaje científico proporcionado por la Teoría de la Literatura y la aplicación con todo rigor metodológico y sistemático a la descripción, interpretación y valoración de los textos literarios”; en tanto la segunda, la impresionista, a está signada por una fuerte carga subjetiva que suele desvirtuar el legítimo valor de una obra.
“La lectura del crítico (que debe estar dotado de una capacidad receptora profundamente intensiva y dilatadamente extensa) debe suscitar profundas, nítidas intuiciones totalizadoras de la obra, y ser capaz de ´comunicar´ compendiosa y rápidamente, imágenes de esas intuiciones recibidas. He ahí que la misión del crítico sea: ´comunicar´, valorar y apreciar la mayor o menor intensidad de dichas intuiciones, provisto de los recursos más idóneos para tal tarea”.
En esta valoración el crítico debiera comportarse con la mayor objetividad e imparcialidad posibles, para que su impresión global no se vea mediatizada por prejuicios de orden ideológico o por preferencias e inclinaciones personales de otra índole. Para ello se deberá tener buen dominio una teoría literaria, actualizada, desarrollando métodos para garantizar que sus conclusiones y juicios no estén mezclados con sus preferencias personales. Mucho más si denostar o ensalzar son operaciones ajenas a la crítica.
En la actual crítica literaria la figura del lector ha adquirido una especial relevancia sobre todo a partir de la llamada teoría o “Estética de la recepción”. De ahí que para críticos como Gadamer, “la realidad significativa del texto literario depende de la mente (!) (carácter, aspiraciones, deseos, frustraciones, emociones, fobias, re-sentimientos, sensibilidad, situación, grado de inteligencia) y el espíritu de su intérprete, así como de las coordenadas histórico-culturales en que éste se encuentra, las que condicionan su percepción del sentido y por consiguiente su interpretación de la obra”.
W. Iser, por su parte, cree que “las ‘experiencias` de vida de cada intérprete (l. crítico) o lector son las que dan origen a diversas lecturas de un determinado texto literario. Y es que los mismos textos se prestan a su vez a esas diversas lecturas, ya que presentan en su enunciación una serie de ´huecos´ o ´lagunas´ que el intérprete debe llenar”. Operación que además le exige el manejo de ciertos criterios que deben ser aplicados a base de una ética, que es la que guía y hace posible esa delicadísima labor de juzgar el trabajo espiritual que ejercemos, en especial, los poetas. (y, vos: ¿sos poeta?).
“Una misma obra literaria puede ofrecer diferentes ´caras´ a los lectores de épocas diversas, a partir de los distintos criterios de valoración o códigos vigentes en dichos periodos. Algunos críticos fundamentan esta diversidad de lecturas en motivaciones de orden psicológico (!) de los intérpretes”. Lo cual significa que sentimientos como la envidia, la antipatía, los prejuicios culturales y sociales y el grado de desarrollo y madurez intelectual de un crítico pueden determinar su “crítica”.
“Según esto, cada lector o intérprete (l. crítico) se proyectará en la interpretación del texto tratando de descubrir “temas de identidad” que posibiliten la satisfacción de necesidades y carencias íntimamente sentidas”, actitud que determinará una ´crítica´ catártica, en la cual el intérprete buscará liberarse de manera inconsciente (?) de todas sus frustraciones y demonios interiores, volcándose ´contra´ el texto ´interpretado´, vertiendo conceptos y juicios “despectivos” y “peyorativos” sobre la obra.
Otras veces suele suceder que existen críticos desactualizados, que basados en paradigmas críticos descontextualizados, cometen el gravísimo error de “juzgar” estéticamente obras de “vanguardia” que precisan de nuevos instrumentos de análisis, nuevas metodologías y una nueva sensibilidad, acordes con la propuesta de los nuevos escritores y poetas, cuya obra creativa siempre va por delante de la crítica, ya que la crítica se funda en un objeto concreto ya creado, y no puede preceder al mismo.
Las simplificaciones de la crítica impresionista y subjetivista suelen desembocar en discursos univalentes, siempre escépticos a las propuestas adversas, pero fácilmente convencidos de las propuestas dogmáticamente profesadas; de ahí que la tesis que sostiene que el verdadero arte siempre fue experimental –como creación nuevas formas estéticas–, lo seguirá siendo y actualmente lo es, y que no es un punto de partida ni siquiera una simple búsqueda o una guía, sino un objetivo, suele ser negada enfáticamente por quienes se adhieren, y con todo derecho, a concepciones artísticas tradicionales.
Por lo general, una obra artística relevante e innovadora en su tiempo, suele despertar no sólo la envidia de los conservadores a ultranza y la consiguiente alarma de los críticos de moda (entre ellos algunos poetas despistados), los unos debido a su frustración por no poder alcanzar el nivel de creatividad que exige innovar, y los otros por no disponer de los elementos de análisis propios para un objeto artístico nuevo, contentándose con despotricar contra la obra y denigrar y difamar a su creador.
No faltan en el mundo (no mundillo) literario aquellos “poetas”, “escritores”, “ensayistas”, “críticos” etc., etc., (así entre comillas), que debido a la poca trascendencia de su obra por motivos de carencia de honestidad intelectual y elevación espiritual, sensibilidad estética o consecuencia ética, suelen acudir con ligereza al vedettismo literario, a los aspavientos publicitarios, al ruido del escándalo mediático, pretendiendo vanamente lograr con ello y a costa del malestar de sus propios colegas la notoriedad pública, la fama (?), la nombradía o no sé qué otros afanes impropios de los verdaderos creadores.
Hay que adherirse resueltamente al arte de nuestro tiempo, en sus múltiples manifestaciones, formas y tendencias; para ello hay que leer (estudiar) libros, muchos libros, y situarse poco a poco en la perspectiva de las dificultades. Esta es la tarea del crítico. En el otro eje del trabajo crítico, desde el lado estético hay que manejar con dominio excepcional la lengua, el método, el sistema, y recursos que a menudo son delicados y poderosos, por lo que mal utilizados, puede tener un efecto pernicioso
En una entrevista realizada a J. Lezama Lima quien preguntado sobre cuáles son sus criterios respecto a la valoración literaria, él, respondió: “Sobre los criterios para la evaluación literaria (…) hemos llegado a la conclusión que jugar tanto para ganar como para perder, es muy difícil. Cada día se hace más difícil un juicio valorativo sobre la obra literaria, precisamente, porque la razón y los valores están en crisis. Es decir que precisar cuál es el destino, la fatalidad de un escritor, es extraordinariamente difícil”. Lo único que nos queda –concluye Lezama– es tener cada día “más confianza en sí mismo”.
Para concluir: Tu trabajo adolece de una falta notable de rigor, que hace que tu texto sea visto sólo un como conjunto de enunciados impresionistas, lo que sumado a una falta de seriedad intelectual y una dominante carga subjetiva te haga caer por inercia en el craso error crítico de emitir juicios de valor subestimantes y despectivos sobre nuestra obra y Santa Cruz. Tu texto es malintencionado, lo cual hace sospechar de cierto complejo de inferioridad y frustración. Hasta podría pensarse que obrás de mala fe.
Sin más, y hasta la próxima, me despido.
Un cordial abrazo
Luis Andrade S.*
SC/18/06/07
*Poeta y escritor chuquisaqueño nacido en Santa Cruz.