Por Caio Ruvenal
Compartimos una entrevista con la cronista, narradora y poeta peruana que reside en España, Gabriela Wiener, quien presentó ayer la edición boliviana (a cargo de Dum Dum Editora) de su libro “Huaco Retrato”, uno de los más destacados del año pasado, que figuró en los rankings de El País y El Español, entre otros.
El éxito de “Huaco retrato” ha sido rotundo, verificable por su presencia en listas de lo mejor del año en varios medios y el anuncio de su traducción en otros idiomas. ¿A qué le atribuyes este gran alcance?
Las razones extraliterarias siempre son un misterio casi imposible de predecir y calcular, pero he pensado que el libro continúa una conversación sobre nuestras identidades, relaciones y el racismo que está hace ya un tiempo en la calle, en los medios y en la vida en general, que explora algunas de las cuestiones contemporáneas que más nos preocupan en el roce entre lo personal y lo colectivo. Creo que la salida del libro coincide con un momento post pandémico de revisar tantas cosas que nos hacen mal, que estamos haciendo mal, con la evidencia de que el origen de tanta enfermedad, colapso, muerte y guerra tienen que ver con una herida que no sanó y un pasado no resuelto, que hunde raíces en los procesos de colonización y en sus subproductos, las violencias patriarcales, económicas y racistas aún activas. Me gusta la idea un poco pretenciosa de haber escrito un libro que es hijo de su tiempo, pero la verdad no me hubiera perdonado una cosa distinta.
¿Has estado en Bolivia alguna vez? ¿Cómo crees que el lector boliviano pueda conectar con estas historias?
Sí, he estado hasta tres veces y es un país que admiro profundamente, es como el Perú evolucionado. Aunque su proceso de llevar la experiencia comunitaria al Estado, y de reconocimiento de la diversidad cultural y la plurinacionalidad haya sido imperfecto, creo que es el lugar en América Latina donde más cosas se han logrado a nivel de lucha contra el racismo hacia las personas andinas y cholas. Por supuesto es una visión externa desde un punto de vista, pero desde otro no. Mi choledad me hermana a las bolivianas y a sus luchas, aprendo todos los días de ellas. Así también creo que conectarán con “Huaco retrato”, un libro en el que la protagonista quiere descolonizarse, en el que yo me peleo con mi pasado familiar, con esa identidad huaqueada que deja heridas, con el borrado cultural y el robo del patrimonio ancestral, con el legado de mi presunto ancestro, un señor europeo que escribió un libro de mil páginas titulado “Perú-Bolivia”.
En pleno siglo XXI y con los mecanismos de comunicación, difusión cada vez más inmediatos y universales, ¿cómo el racismo todavía campea a sus anchas?
El siglo XXI y sus infinitos canales de comunicación social también son los perfectos vehículos para lanzar odio y violencia racial. El problema justamente es estructural. El racismo forma parte de las instituciones, de sus leyes, de las fronteras y por supuesto del relato, en los medios, en la publicidad y en los productos culturales sigue vivo y extendiendo ideología de odio. La ultraderecha crece en muchas partes del mundo de manera coordinada con enormes capitales, agitando un orgullo nacional imperial, de dominación de unos sobre otros. Se inocula el odio también en las clases populares bajo la amenaza de que van a perder lo poco que tienen con la llegada del otro. Movimientos típicamente fascistas. Se invierte cada año en odio con la anuencia de la derecha neoliberal supuestamente no fascista que está muy conforme con la división racial del mundo. Basta ver cómo se sataniza al migrante en cualquier territorio, si este migrante no es blanco, su exclusión está asegurada. La solidaridad europea en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania, por ejemplo, está siendo selectiva, solo parecen merecerla las personas blancas de ojos azules. Pero cuando son otros cuerpos los que sufren portazo y deportación, jamás refugio.
¿Cómo han sido hilvanadas las historias del libro y que conexión presentan entre sí?
Veamos. Ella se llama Gabriela Wiener como yo, vive en Madrid y es una migrante peruana, necesita entenderse, necesita expiar una crisis personal tremenda que la lleva a buscar coordenadas en los relatos de su familia, y en sus orígenes bastardos, pero ésta no es una historia sólo suya, sino que es una historia que compartimos muchísimas personas en nuestro continente, es la historia de una herida compartida, que nos atraviesa desde hace 500 años y que condiciona nuestras vidas. Ella está empeñada en descolonizarse, en combatir el racismo y el machismo que también la acorralan y que arrastran su propio nombre, su propia familia. Estas heridas de las que te hablo tienen que ver que somos los medios hijos de estos patriarcas europeos que efectuaron un despojo y un abandono, y esa experiencia del trauma también se ha transmitido de generación en generación, y condicionando la manera en que enfrentamos las cuestiones contemporáneas, nuestras subjetividades particulares, pero también en relación con los otros y con las otras. Mi objetivo loco era meter una bomba descolonial en el contenido y en la forma. No sé si lo he conseguido, pero me gusta pensar que Huaco pertenece a una tradición de narrativa bastarda o que hace algo como una contranarrativa, su gracia está en su impureza: precisamente intenta desestructurar la forma hegemónica en que contamos, manipulando la historia del poder, del género y trayendo al centro las del contrapoder y de la historia con minúscula.
¿Qué se siente para ti escribir un “relato social” a partir de tus propias experiencias?
No sé escribir de otra manera, siempre he escrito desde mí, desde mi lugar en el mundo, desde mi intimidad, ese lugar nunca es inocuo, está situado y atravesado de mi corporalidad de manera política. Creo en la literatura personal como espacio crítico. Yo juraba que lo llevaba haciendo desde el principio de mi escritura (jeje) pero creo que haber tocado el tema del racismo en “Huaco retrato” ha hecho que lo que hago se perciba como escritura social. No lo niego pero para mí lo principal es conseguir meter el dedo en la llaga.
¿Qué tan inspirado en la realidad está el personaje de Charles Wiener y que encarna la figura de un arqueólogo muchas veces visto en la región?
Está bastante inspirado en su figura, pero estuve muy empeñada también en desfigurarla. Charles encarna no solo al arqueólogo que llegó a nuestros territorios a cometer otro tipo de expolio, el expolio con coartada ilustrada, sino también al hombre de fines del siglo XIX, un hombre de su tiempo, el tiempo del racismo científico, cuyo aporte a la humanidad fue seguir alimentando el relato de que existen una jerarquía basada en la raza. Entre estos, se destacan los que dieron a luz al nazismo, los del exterminio que aún siguen vivitos y coleando; y los otros, los de la evangelización, los que civilizan mientras se roban el oro real y simbólico. Esos últimos vienen de gente como Charles, están también de plena actualidad, son los del discurso contemporáneo del salvador blanco, del paternalismo, del racismo infantilizador, que es el tipo de racismo que nos rodea a las migrantes sudakas en España hoy.
Se trata de tu primer libro de ficción. ¿Has seguido un proceso de escritura distinto al de tus demás obras? ¿Cómo ha sido la experiencia?
Ha sido muy divertido. He seguido la técnica del reciclaje de todos los despojos que he ido soltando en el camino, que he ido escribiendo a lo largo de mi carrera de escritora precaria a destajo, ahí están todas mis preocupaciones, mis luchas, mis experiencias, mis miedos. Hay hasta tres proyectos truncos de novela. Hay poemas. Hay cartas. Hay un montón de inventos. Hay verdad. He hecho un collage con todo ello como se cose una manta de retazos que solos no sirven, pero que juntos componen, abrigan, dan color.
Fuente: Opinión