09/24/2013 por Marcelo Paz Soldan
¡Atatay!: Respuesta a "Cuando los diarios no hablan de ti" de Mauricio Souza

¡Atatay!: Respuesta a "Cuando los diarios no hablan de ti" de Mauricio Souza

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¡Atatay!
Por: Ramón Rocha Monroy

Dolió, che, con ese dolor chistoso parecido a la makjurka. Lo leí en el baño, mi biblioteca ambulante, debo confesarlo, y entonces percibí cuán equivocado había vivido los últimos 60 años. Me refiero a la respuesta de Mauricio Souza a la nota “El Sur también existe”, que publiqué en un suplemento de un diario paceño, y que se llama juiciosamente “Sobre el sur de las literaturas. Cuando los diarios no hablan de ti”. Confieso que como en Éfeso cometí un exceso que pronto Souza corrigió como lo hace un doctor, cortando por lo sano. Le reprochaba yo que hace un par de años dijera que, quizá por higiene mental, no leía novelas bolivianas desde hacía 20 años y prefería leer reseñas. Souza me corrige: lo dijo y lo publicó hace 25 años (¿hoy serán 27, casi 3 décadas? ¡Pero eso significa toda su vida profesional! ¿Cuántos años tendrá? ¿50? ¿Menos?). El párrafo dice que Souza “prefiere leer esa crítica académica (escasa y puntual, pero significativa) que los textos de los que, a veces, habla”. Me pregunto, entre dos tiras de papel higiénico y un chorro de agua del bidet, si “puntual” está bien usado, si no es más bien a la hora, pero mejor echo mis escrúpulos con el papel, al inodoro.
La lectura de Souza fue más contundente que el efecto de la fibra dietética que consumo a diario: meta yo a leer con expectativa creciente las obras de Edmundo Paz Soldán, de Gonzalo Lema, de Giovanna Rivero, de Claudio Ferrufino, de Claudia Peña, de Homero Carvalho, de Wilmer Urrelo, Adolfo Cárdenas, Víctor Hugo Romero, Waldo Barahona y Carlos Decker-Molina, entre muchos otros; y tantos originales de nuevos creadores, como Cecilia Romero y Shariel Baptista, que despiertan en mí una pasión inexplicable; meta a presentar el proyecto de premio de novela “Alfaguara”, hoy el mayor premio de arte en Bolivia, y luego el Premio “Kipus”, el mayor dotado quizá en América Latina, pero he aquí que leo el sabio consejo de Souza y percibo por fin cuán equivocado estaba al leer huevadas, cuando podía ocupar mejor mi tiempo en leer reseñas y aprender de la suficiencia e incluso de la altanería de las notas de los críticos para aprender “puntualmente” y ocupar mejor mi tiempo.
Otro error que confieso es el de no haber asistido al cónclave de críticos llegados de La Paz (¡no todos paceños!) que se reunieron en el Centro Portales para analizar si hubo rupturas urbanas en la literatura nacional. ¡Miurda!, me dije al leer la reseña tan bien escrita por Rubén Vargas. Qué equivocado estaba al pensar que “Ladies Night” o “Ando volando bajo” eran novelas urbanas, y las obras de Edmundo Paz Soldán, Claudio Ferrufino Coqueugniot, Giovanna Rivero, José Wolfango Montes, Adolfo Cáceres Romero, Claudia Peña, Homero Carvalho, qué serían pues si no eran narrativa archiurbana. ¿Rupturas? Yaaa. ¿Acaso son rupturas trascender escenarios bolivianos para hablar de Tucson, del estado de California, aunque sea en spanglish, de Denver o del DF mexicano?
Poco antes de cumplir el rito del papel higiénico, que suelo hacerlo con esmero, pensé que debe ser bien charil, bien caché, bien chujchancaca sentirse superior por haber conseguido alguna maestría o doctorado en Letras, que inducen a mirar como Souza mira a esos buenos salvajes que todavía tenemos fe en la creación literaria. Cuánta razón tiene aunque me duela como una makjurka, nada más, al fijarse que suelo escribir, por puro llunk’erío, a favor del proceso, pues dice que escribo de rodillas a la espera de un carguito. Menuda lección para sus alumnos (de Souza digo) la de suponer que uno hace las cosas por puro interés. ¿Dónde habrán quedado aquellos ilusos y romanticones de mis años que lo hacían por convicción y lealtad con sus ideas, y, como dice el lugar común, sin esperar ninguna recompensa? En mi nota me había referido al discurso antineoliberal de los cocaleros del Trópico de Cochabamba, que se convirtió en un discurso hegemónico ya por casi una década, con una Constitución encima, pero a Souza no lo vamos a conmover con preocupaciones tan pedestres, pues sus análisis del discurso están reservados para autores más importantes que éstos. Es cierto que ese discurso antineoliberal jamás hubiera podido salir de esa clase media urbana en la cual actúan los Souzas y a estas alturas el neoliberalismo hubiera continuado en medio de la olímpica indiferencia de ellos y otros maestros y doctorcitos, tan vacunados contra ese sentido khesti de la historia del cual hablaba René Zavaleta. ¿Khestis ellos, los Souza? ¡Wa, cómo pues! Khestis serán los cocaleros, las Bartolinas, los bravos pobladores de El Alto, los guerreros del agua y del gas que derribaron al neoliberalismo a pesar de la mirada complaciente de estos héroes del pensamiento crítico.
Dice Souza que si me lee es por obligación. ¡Ya pues! Leeme siquiera un poquito, buenito vas a ser, ¿ya? Y te juro que ya no tequila Sauza sino puro Souza.
Quizás esto me hubiera dolido más en otras circunstancias, pero a cierta edad uno se vuelve cuerudo, y lo mejor, sabe asimilar las enseñanzas ajenas. El sur de las literaturas no existe; ni siquiera los creadores paceños existen; sólo existen las maestrías y doctorados que te inducen a leer toda tu vida profesional puras y “puntuales” reseñas.
Fuente: Ramón Rocha Monroy