Por Oscar Córdova Sánchez
A inicios del siglo XX, el pensamiento boliviano todavía estaba en estado fértil, debido a las constantes revoluciones, guerras y trastornos políticos manejados por caudillos de corte militar o político que fomentaban la reducción de ideas, liderado por un solo conglomerado de intelectuales. En ese momento un grupo de españoles colocaron sus emprendimientos editoriales en la cima de la difusión del libro en las ciudades más importantes del país. Uno era de los hermanos Arnó y otro de los colegas González y Medina.
Arnó Hermanos y la librería La Universitaria
Entre las nuevas opciones para el comercio y difusión del libro, llegaba este pequeño emprendimiento, gracias a un proceso masivo de urbanización posterior a la centralización del poder liberal, ligado a los grandes empresarios del norte del país, particularmente en La Paz. Se buscaba una modernización basada en una economía que atrajera a varios inversionistas europeos para poder generar ingresos por las vías más factibles y sostenibles.
Fue Emilio Amorós quien, en 1899, con su negocio registrado como Librería y Papelería, ubicado en la calle Yanacocha, amplió el campo de adquisición de la venta de libros extranjeros. Posteriormente cambiaría su negocio como Librería Española y en 1907 llegaron los hermanos Arnó, para trabajar con Amorós, para, posteriormente, obtener las acciones y derechos del establecimiento en su totalidad.
Francisco y Esteban Arnó, dos catalanes con la misión de promover la lectura y el comercio del libro, emprendieron el camino para promover lugares comunes de acceso a mayor cantidad de gente que esté relacionada al espacio cultural y generar motivaciones para nuevos pensamientos e ideas. No obstante, la poca cantidad de lectores hacía de las librerías un espacio todavía selecto y calificado para un sector social con un estado de formación académica elevada.
Ubicada la librería en un punto estratégico de la ciudad de La Paz, calle Ingavi y Yanacocha y, posteriormente, en la calle Comercio, rodeaba todo el perímetro de la plaza Murillo, conectada a varias instituciones y colegios para promover una óptima comercialización de diferentes libros de acuerdo a la temática que se requiera, contando en su catálogo general más de 4 mil títulos. Entre colecciones con mayor demanda como literatura, derecho, medicina, textos escolares y obras nacionales, esta última tenía un valor muy especial para los hermanos Arnó, quienes se empeñaron por publicar a varios autores noveles y consagrados.
Autores como Alcides Arguedas, Moisés Ascarrunz, Juan Francisco Bedregal, José Macedonio Urquidi, Jaime Mendoza, Rigoberto Paredes entre otros fueron parte de su catálogo editorial dando más importancia a obras con temática de historia, ensayo y derecho.
Siendo los hermanos Arnó pioneros en promoción de obras nacionales en el exterior, regresaron en 1930 a su país de origen, debido al éxito empresarial que habían logrado en nuestro territorio, dejando a sus dos paisanos como socios: José Gisbert y Francisco Casanovas, quienes en 1934 compraron la editorial, pasando a denominarse Gisbert y Casanovas-Librería Arnó Hnos. Años más tarde llegaría a denominarse Gisbert y Cia. S.A. y su permanencia fue definitiva hasta nuestros días.
González y Medina y la librería El Siglo Ilustrado
Se trata de una de las mejores casas editoriales que impulsó la publicación de autores bolivianos. La casa editorial González y Medina, un emprendimiento cuyo desenlace fue fatal y una causa del porque no se habló de ella hasta ahora, dejando un gran vacío en la investigación histórica de las ideas y sus núcleos activos como lo fueron las librerías de ese tiempo.
José Pepe González, nacido en Salamanca, España, abogado titulado de la Universidad de La Paz, tuvo un amor profundo por Bolivia y una de sus misiones fue la de crear un negocio editorial, guiándose con otros editores locales y extranjeros para la creación de su librería-editorial. Junto con su paisano Medina crearían la librería El Siglo Ilustrado ubicada en calle Illimani, a unos pasos de la plaza Murillo, conectando, al igual que la librería La Universitaria de los Arnó, con las instituciones públicas más importantes de la ciudad.
Sus primeros años en actividad se remontan al primer lustro del siglo pasado, con la venta de libros extranjeros, tratados de medicina, teología, derecho, filosofía entre otras ramas, y obras nacionales de otras imprentas como Artística o Velarde.
Durante los años 1915 y 1921, la librería-editorial tendría una fama gigantesca, ampliando la publicación a muchos autores nacionales y extranjeros. Contó, además, con la difusión en varios periódicos sobre las novedades de la librería, En 1917 ya tendrían su propia imprenta para elaborar y diagramar de manera independiente su producción. Nada pudo haber sido tan exitoso como la librería, cuando en 1918, saldría su primera producción de revista. Para esos años el nombre cambiaría a Editorial Los Andes González y Medina. Los nuevos socios rebautizaron a este gran emprendimiento. Lamentablemente el principio del fin de esta editorial llegaría pronto.
La prensa dio a conocer en junio de 1921 el gran incendio de la librería. Casi el 90% de los inmuebles y librería quedaron hechos cenizas. El dueño y gerente, Primitivo Fernández, devastado, con una tristeza infinita, sólo comentó la causa del incendio debido a un cortocircuito. La totalidad de la librería, ubicada en la planta baja del edificio se incendió, desapareciendo al instante una inmensidad de libros y muebles.
La librería estaba asegurada, pero aún aferrándose a la esperanza, el propietario decidió, años después rematar lo que quedaba de la librería a sus socios. Desde España, González y Medina, después de tanto trabajo de años, dejaron las labores de imprenta y vendieron la empresa. Al año siguiente Enrique Flores, dueño de una de las sucursales, y José San Román fundarían, con lo que quedaba de la extinta editorial, la librería e imprenta Renacimiento.
Hemos podido dar un aspecto sociocultural de la época y el movimiento del mercado de los libros. Sus inicios, desarrollo, alianzas y desenlaces fueron para determinar la competencia con otras editoriales del país mediante la edición de un autor, de acuerdo al éxito de la obra, y la calidad de papel en el que se imprimía, procurando un mayor cuidado de edición.
Fuente: Letra Siete