Por Andres Laguna Tapia
Quiero comenzar agradeciendo la oportunidad que me ofrece Francisco J Mayorga de acompañarlo hoy y a los miembros de la Academia Boliviana de la Lengua por permitir este encuentro.
La novela histórica no es meramente un medio para transformar imaginarios sociales, sino es, ante todo, un artefacto literario que permite al autor descubrir vetas en el proceso de creación narrativa. Las reflexiones sobre el aprovechamiento que Somoza hizo del terremoto de Managua en Cinco estrellas y sobre como la sociedad civil organizada comenzó a complotar contra él en El póker de los coroneles, ambas novelas Francisco J Mayorga, son ejemplos de cómo la novela histórica registra eventos, pero los reinterpreta, los cuestiona y los humaniza, revelando aspectos que a menudo permanecen ocultos. Hace de lado al gran relato oficial y se concentra en los microrrelatos, en las historias singulares.
Georg Lukacs apunta que la novela histórica nace en el siglo XIX, con la caída de Napoleón, y con la publicación de Waverley, o Escocia hace sesenta años de Walter Scott. Por supuesto, existen obras sobre temas históricos que la preceden, cuando menos desde la edad media y, si nos apuramos. Sin embargo, lo que según Lukacs define a la novela histórica no es que esté recreada en el pasado, sino que busca recuperar el contexto y las perspectivas de los personajes que vivieron en el tiempo en el que la obra fue ambientada. Por tanto, la novela histórica es una búsqueda del tiempo perdido, pero además intentar recuperar a la singularidad de los Swan y de Albertine Simonet.
Este subgénero, que está orientado a captar la singularidad de los personajes y de las situaciones, coincide con la formación del Estado-nación moderno. La novela histórica nace con cuando menos dos ánimos: alimentar a las narrativas nacionalistas y, por lo contrario, problematizarlas. En Alemania, por ejemplo, sirvió para explorar y cuestionar el renacimiento de la nación, tejiendo una red de significados que trascienden el mero relato de eventos.
Raymundo Mier amplía esta reflexión al afirmar que la novela histórica “funda por sí misma otra verosimilitud”, una inteligibilidad única que combina la verdad y la mentira para alimentar la pulsión propia de la escritura. Es en este espacio ambiguo y rico donde la novela histórica se convierte en algo más que un relato del pasado. Es un medio para explorar la complejidad de la experiencia humana, los conflictos y las contradicciones de los procesos históricos. Justamente, uno de los grandes forjadores del pensamiento moderno, Hegel entiende al hombre como producto de sí mismo, de su propia actividad en la historia. Para él la historia es un proceso movilizado, que se extiende a todos los fenómenos de la vida humana, incluido el pensamiento. Ese es un elemento esencial para entender a la novela histórica como una forma de humanismo.
El trabajo de Francisco J Mayorga es particularmente revelador en este contexto. Pues generalmente se concentra en la historia reciente, en la que él mismo vivió, convirtiendo su obra en un ejercicio de memoria crítica, más que de pura narración de hechos fríos. Eso me hace pensar en una clase magistral del polímata George Steiner, en ella aseguraba que en el gesto de aprender algo de memoria, tanto en inglés como en francés, se hace referencia al corazón. Steiner aseguró: Uno no olvida a lo que ama. Efectivamente, las novelas de Pancho son un gesto amor por Nicaragua y por todos ellos que enfrentaron a la tiranía de los Somoza. Este enfoque convierte su obra en un puente entre la memoria personal y la memoria colectiva, utilizando a la novela histórica como un vehículo para la empatía y la comprensión.
Hannah Arendt subraya que el poder en una sociedad se fundamenta en la heterogeneidad de sus voces y disidencias. La novela histórica, por tanto, tiene la responsabilidad de disentir de los relatos oficiales, de criticar sus sombras y de ofrecer nuevas perspectivas. Como lo hizo Balzac en su tiempo, desafiando las narrativas establecidas y ofreciendo una visión más compleja y matizada del pasado.
Pancho me invitó a presentar su novela de más reciente publicación: El póker de los coroneles. En ella la relevancia de la novela histórica se manifiesta no solo en la reconstrucción de un régimen autoritario, sino en la humanización de sus víctimas y en la crítica al poder. Mayorga no se limita a narrar el ascenso y la caída de los Somoza, sino que, a través de su narrativa polifónica, resalta la resistencia plural, la lucha de los marginados y los olvidados. Nos recuerda que la Historia con H mayúscula a menudo es menos reveladora que las historias con h minúscula, que las vidas que dan sentido a la sociedad.
Muchas gracias.
Fuente: La Ramona