Antologías: cómo, por qué y para qué
Por: Martín Zelaya Sánchez
¿Quién más acreditado e indiscutible como antologador que Borges? En 1940 junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, el maestro de la literatura en español publicó la Antología de la literatura fantástica, célebre colección de relatos que no solo tuvo el mérito de presentar a grandes autores anglosajones y de otras lenguas entonces casi desconocidos para el lector común sino, sobre todo, de consolidar para el panorama literario hispanoamericano a la ciencia ficción como género. Tres cuartos de siglo después, el libro sigue reeditándose y sigue siendo referencial.
De eso queremos hablar, de las antologías o compilaciones literarias, de su valía, pertinencia, aporte y necesidad, a propósito de la alta recurrencia por esta opción editorial en el ámbito literario nacional: en los últimos años se editaron antologías de literatura de terror, fantástica, sobre fútbol -incluso, sobre un equipo específico de la liga boliviana-; de autores paceños, orureños, benianos; de mujeres, de textos sobre la Guerra del Chaco, de superhéroes, de temática apocalíptica, de relatos pornográficos… y seguro se me escapa bastante.
¿Qué justifica y valida una antología?, ¿o qué debería hacerlo? Volviendo al ejemplo de Borges, ante todo el crédito del antólogo: ¿quién leyó más que el autor de Funes el memorioso? Y creo que también, y aquí ya entran los tipos o clases de antología, estos libros son un verdadero aporte cuando se trata de reunir en un volumen lo mejor de la producción -generalmente poética o cuentística- de un autor ya consagrado (qué mejor que las antologías personales, en específico), cuando el texto ayuda a visualizar ciertos rasgos de una literatura regional en el mercado internacional, cuando se recopila trabajos de una generación o grupo de autores ligados por algún fenómeno social o tendencia literaria (dixit Giovanna Rivero), y cuando la obra es fruto de un trabajo con metodología a prueba de cualquier cuestionamiento (dixit Willy Camacho), como por ejemplo las antologías incluidas en la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia -acaba de salir la de cuento, curada por Manuel Vargas- y que se elaboran mediante un proceso que incluye la selección –vía comité- del antologador y de tres asesores especialistas en el tema específico.
Pero y qué de la recurrente práctica de armar antologías por encargo: es decir, el curador escoge un tema y pide textos ya publicados y conocidos a ciertos autores o, y esto es lo más controversial, les encomienda la redacción de un relato para determinada fecha. Esta interrogante se la planteamos a Willy Camacho (WC), director de Narrativa de la editorial 3600; a Manuel Vargas (MV), reconocido cuentista y curador de no pocas antologías, y a Fernando Barrientos (FB), director de editorial El Cuervo.
– (WC) Sí, hay muchos de estos casos en el país. Y no se trata de antologías, sino de compilaciones, que es lo mismo pero no es igual: una antología es una compilación, pero una compilación no necesariamente es una antología. Una antología supone que el antologador ha leído suficiente sobre el género o tema y ha seleccionado lo mejor. Un compilador solo convoca autores para que escriban sobre el tema de rigor y/o selecciona algunos de sus textos ya publicados de modo que, en realidad, el conjunto no es una muestra representativa de un todo. Por cuestiones comerciales, muchos compiladores llaman antología a sus compilaciones y las editoriales las publicamos así.
– (FB) Me parece que es un prejuicio creer que los textos por encargo son menores que los textos “espontáneos”. Por ejemplo, Dostoievski escribía por encargo.
– (MV) Sí, esa es una tendencia actual. Gracias a los adelantos tecnológicos se cae en el facilísimo y pasa lo mismo con todas las artes y formas de expresión: todos somos fotógrafos o periodistas gracias al celular, todos hacemos cine en casa… ya no son prohibitivos los libros, los cuentos, los autores, pues están al alcance en internet. Resultado de todo esto, del mal uso de la tecnología, es la pérdida de calidad y la generalización del simplismo.
Referencias
Hablábamos de la selección de cuentos fantásticos de Borges et. al., y bien podíamos haber citado su Los mejores cuentos policiales, trabajada también con su amigo Bioy Casares. Giovanna Rivero menciona como otros grandes ejemplos a la compilación de textos de la generación McOndo -autores jóvenes en los 90 que rompieron abiertamente con el boom-, y El futuro no es nuestro, visionario trabajo de Diego Trelles sobre la joven narrativa latinoamericana. ¿Y en Bolivia?
Rivero (ver nota en recuadro) considera a Taller del cuento nuevo, recopilación de cuentos de autores bolivianos participantes en el curso del mismo nombre a cargo de Jorge Suárez, como el “verdadero punto de inflexión en la línea de cómo se venía leyendo, imaginando y analizando la narrativa boliviana”.
A falta de otros ejemplos concretos que den la talla, Camacho recoge el concepto de seleccionar lo mejor y de la mejor manera posible, y cita el proceso que se encaró a la hora de elegir las 15 novelas fundamentales de Bolivia, “una antología de la novelística nacional para cuya elección se consultó a muchas personas, se conformaron comisiones en varios departamentos, hubo reuniones en ferias del libro… vale decir que se llegó a considerar muy buena parte de lo escrito en el país y, por lo tanto, y con la opinión argumentada de literatos, escritores y críticos se llegó a un buen resultado que creo que sí puede considerarse ‘antología’”.
Las razones y el “culpable”
Escribe Jorge Suárez en la introducción de su referida compilación del Taller del cuento nuevo: “Si escribir es un oficio, las pautas finales de esta actividad están, de algún modo, inmersas en la práctica del oficio Y si este oficio se nutre de lenguaje, y el lenguaje es inseparable de la vida, la primera percepción crítica que surge es aquella que se desprende del mayor o menor valor de un texto, en tanto que ese texto alcance mayor o menor intensidad (…) Estos cuentos rescatan el castellano de estas tierras… tienen varios rasgos en común: un cierto desenfado que los aleja de la retórica tradicional y el humor, tan consustancial al espíritu de los habitantes de Santa Cruz”.
Realmente tiene que valer la pena el pretexto, motivo y afán para animarse a emprender y publicar una antología, parece decir el autor de El otro gallo. A no olvidar, a propósito, la otra acepción de la palabra que nos ocupa: “es una película de antología”, se dice cuando un filme deslumbra, o mejor aún: “Federer ofreció una antología de golpes maestros”, diría el buen David Foster Wallace, confeso admirador del maestro del tenis mundial, si lo hubiese visto en enero ganar su grand slam 18.
Abriendo su prólogo a El futuro no es nuestro, Trelles sostiene: “La novedad y el presente. El instante literario capturado como un encuadre fotográfico para dar cuenta de la violencia del cambio. La posible trascendencia, el posible porvenir, y al medio de esta maquinaria azarosa, el antólogo que actúa como demiurgo mientras, tomando prestada una frase del crítico uruguayo Ángel Rama, se pregunta en secreto: “quién de todos se quedará en la historia?”.
Bien lo dice Giovanna Rivero: la clave es el antologador, el curador. A fin de cuentas será la cara visible del emprendimiento y, generalmente, el blanco de los dardos de los excluidos e inconformes.
¿Serán las antologías más beneficiosas para los autores incluidos, para el género o tema de referencia, para las editoriales o, de pronto, para el o los antologadores?, le preguntamos a Manuel Vargas. “Bueno -respondió-, eso ya depende de la calidad del material seleccionado. No son beneficiosas de por sí. Los autores se harán conocer o no, los temas pueden ser irrelevantes o no, para las editoriales muy rara vez significan buen negocio; los antologadores generalmente recibimos críticas de toda laya, nos hacemos de enemigos”.
“Tendría que ser como cualquier libro, beneficioso sobre todo para el lector”, concluye, a su vez, Barrientos, y da en el clavo. Una antología o compilación es un arma de doble filo: o bien una muy útil herramienta para acercarse a un subtema o subgénero de especial interés, en especial para lectores noveles o en formación; o bien una opción miscelánea difícil de cautivar al lector-consumidor experimentado que ya sabe lo que quiere o puede gustar. Todo depende de la calidad y de la garantía que pueda ofrecer el antólogo.
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Funcionalidad, idoneidad y coyuntura
– ¿Qué opina de las antologías como opción, como oferta literaria-editorial?
– (WC) Las antologías son una buena opción, pues reúnen varios autores en un volumen único, además que, supuestamente, los textos reunidos son de calidad literaria o son muy representativos de una época o género; entonces, el lector tiene la posibilidad de disfrutar una muestra seleccionada que podría invitarlo a conocer más sobre uno u otro autor.
– (FB) Las antologías cumplen diversas funciones, dependiendo de la editorial, el antólogo, etc. En El Cuervo hemos querido tener en nuestro catálogo antologías de temas atractivos y originales; hay selecciones que han funcionado mucho mejor que otras en el sentido comercial y esto tiene que ver con el tema. También me parece que pueden servir para dar a conocer temas o géneros emergentes, como ha sido el caso del par de antologías de no-ficción que he compilado: sirven para conocer el estado del género en el país, los temas que predominan, las tendencias, etc.
Salvador Luis, que ha realizado cuatro antologías para nosotros (de cuentos de villanos, de relatos pornográficos, sobre superhéroes y de homenaje a Kafka) ha sido para mí un maestro en el arte de elegir el tema, los autores y prologar el resultado final. Salvador ha acertado siempre sobre qué autor podría escribir sobre tal tema, algo que es una mezcla de intuición y conocimiento. Hemos publicado nueve antologías, que es mucho para un catálogo pequeño como el nuestro, y por el momento no vamos a publicar más.
– (MV) Si se prepara una antología con el fin de buscar lectores, de hacer conocer autores y, en fin, de contribuir a la costumbre lectora en un país donde el libro es escaso y los lectores pocos, se justifica… aunque no se busque la perfección, el canon y la “gran contribución” a las letras. Por ejemplo yo hice una antología del cuento femenino, muchos me criticaron por haber “aprovechado” una temática extra literaria, y argumentaron que la verdadera literatura “no tiene género”. Yo dije que, con tal de que por este motivo la gente lea más, se justifica.
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La clave está en la curaduría
Giovanna Rivero
Creo que cuando las antologías han sido curadas con criterios literarios que apuntan a un distinto corte de la producción de un determinado momento son muy reveladoras y sirven muchísimo para dinamizar no solo un campo cultural -provocando o sembrando la semilla de un posible canon o desafiando al que está en vigencia-, sino también para promover el acercamiento novedoso de los lectores especializados o no y, además, ofrecerles a los escritores una suerte de mapa que les permita reconocer a sus compañeros de camino, de producción, de época, y la intersección espacio-temporal cultural desde la que uno escribe.
Me interesan menos las antologías exclusivamente temáticas, pero incluso estas funcionan como ágoras o puentes para escritores con escasas oportunidades de publicación y visibilidad. Claro que una antología temática de alta pertinencia puede ser una joya si juega bien su timing. Ahora mismo nos hace falta una lectura coral de los populismos y otra, simultánea y paralela, de las babélicas tragedias en algunos puntos del planeta. Las Torres Gemelas activaron trabajos grupales en todas las artes, y ahora estamos en un momento que exigiría intervenciones colectivas similares.
Hay antologías que han servido como correlatos de un canon, o como su confirmación, o como su semilla, por eso insisto en que los criterios del trabajo de curaduría son los que definen la trascendencia en el tiempo y en la cultura de un trabajo así. Pienso, por ejemplo, en Taller del cuento nuevo y en cómo, en la segunda parte de los 80, esa publicación fue un verdadero punto de inflexión en la línea de cómo se venía leyendo, imaginando y analizando la narrativa boliviana. Escritores muy importantes del oriente boliviano establecieron un terreno sólido que los años y las modas no han podido erosionar.
A veces las antologías subvierten un modus cultural no tanto por el tipo de textos que reúnen, sino porque tienen clara la contraparte ideológica a la que se oponen o con la que intentan dialogar -y es entonces cuando los prólogos de las antologías se constituyen en el texto central del trabajo-, pasó con McOndo y en cierta medida con El futuro no es nuestro.
Fuente: Letra Siete