Alicia en el país de los aymaras
Por: Guimer Zambrana Salas
“Si los bolivianos quieren ser gringos, ¿por qué no puedo querer ser aymara?, pregunta constantemente. Es la “gringa Alicia”, Alison Spedding, dice su pasaporte. Licenciada en Arqueología, Filosofía y doctora en Antropología. Llegó a la región yungueña en 1982, como “mochilera”, sin sospechar siquiera que “Coca Pacha” –el espacio y tiempo de la coca- iba a marcarla para siempre.
Después de conocer esta realidad, retornó a su país de origen, Inglaterra, para concluir sus estudios en Antropología y retornar. Y así fue, en 1986 llegó nuevamente a Bolivia y eligió la comunidad de Apa Apa, provincia Sud Yungas, como su centro de estudios.
“Hay varios estudios sobre el consumo de la coca, pero ninguno sobre los actuales productores de coca, cómo se cultiva, cómo se produce, qué clase de gente lo hace, cómo viven”, dice para justificar la elección de esta región.
Ella practica el método de la Observación Participante, que exige al antropólogo vivir lo que estudia, por lo que debió compartir con los productores de coca, de igual a igual y en sus mismas condiciones de vida, durante más de cuatro años.
“¡Alicia, sart’am!”, fue el grito que la levantó el primer día de su estadía en Yungas, en medio del canto de los gallos que se confundía con el trinar de los pájaros. Claro, eran las 5 de la mañana, y en la casa de doña Concepción Mamani, como en todos los hogares campesinos de la región, la jornada comienza a esa hora. Doña Concepción, que le brindó hospedaje, no utiliza el castellano, por lo que tuvo aprender aymara para vencer la barrera del idioma.
El cambio fue duro, pues su lecho esponjado de Londres fue reemplazado por una dura “huaracha”, o catre fabricado con materiales de la región, la computadora del trabajo diario por una chonta y las aulas universitarias por extensos cocales y cafetales a cielo abierto.
“Esa señora no tenía el más mínimo prejuicio racial y entonces a mí me ha tratado como a cualquier trabajador del altiplano”, dice hoy, al recordar que, también como cualquier trabajador, tuvo que aprender a mascar coca para soportar el jornal diario.
La “chola”gringa
Alicia, durante su estadía en los Yungas, viste como la mayoría de las mujeres de la región, de pollera, mandil, abarcas y sombrero. Cuentan que le preguntaron el por qué vestía de esa manera, Alicia los invitó a acompañarla, orinó delante de ellos y les preguntó: “¿vieron algo?”. Les demostró que, en el campo, la intimidad de los cuartos de baño es reemplazada por la pollera.
Su vestimenta ha causado polémica en la zona, la misma que ha quedado divida entre los que están de acuerdo y los que discrepan con ella. La “chola gringa” considera que los que no están de acuerdo son los “mistis” (criollos), porque les choca que una gringa haga lo que ellos desprecian. Recuerda que, en cambio, cuando algún yungueño la ve en La Paz sin pollera le reclama y le acusa de estar despreciando esta vestimenta.
Ella asegura que no se viste de chola para confundirse con los campesinos y estudiarlos mejor. “Yo mido un metro ochenta, necesitaría bajar mis rodillas hasta mis pies para que el disfraz sea un poco efectivo”.
Dice que fue una mujer del campo, del sector de la Cordillera, la que le puso una pollera de bayeta, por lo que ella pensó: “la gente me ha puesto pollera, debe ser bien que yo la use, y además conviene en el campo por el hecho de que no hay baño”.
Sus estudios
“Wachu Wachu” es el título de su trabajo principal. En realidad, es la tesis con la que consiguió su doctorado en la Universidad de Londres. El trabajo, que está a punto de ser editado en Bolivia, es el primer estudio profundo del cultivo de la coca y de los productores yungueños.
Aparte, realizó una serie de trabajos respecto a los pobladores de las provincias Sud Yungas e Inquisivi, entre los que destacan “Simbolismo de colores”, “Almas, Anchanchus y Alaridos en la noche. El paisaje vivificado de un valle yungueño” y “Transición étnica en la provincia Inquisivi”. En este momento está realizando un trabajo sobre los condenados, “porque los yungueños están muy dados a condenarse”.
¿Aymara o inglesa?
“Eso no le puedo decir, me he dado cuenta que al fin iba a seguir siendo inglesa, así medio alienada”, respondió, al confesar que aprendió mucho de su convivencia con los aymaras yungueños. “He aprendido a pensar en dos mundos, puedo pensar de una manera, puedo pensar de otra manera, no podría decir que soy más del uno que del otro”.
Admira la importancia que tiene el trabajo para los aymaras, “que suelen decir que robar nomás da vergüenza”. Dice que los yungueños pueden trabajar de todo, pero jamás limitarse a pedir limosnas, tal como lo hacen los campesinos del Norte potosino, aunque, argumenta, que existen en esta región campesinos con una situación económica similar a la de los potosinos.
Critica la ideología racista que existe en el país que ve lícito el hecho de que el indígena se vuelva “misti” y rechaza la posibilidad de que ocurra el proceso contrario.
Hoy la “gringa Alicia” vive en la ciudad de La Paz y es profesora de las carreras de Sociología y Antropología de la Universidad Mayor de San Andrés. Sin embargo, visita constantemente la comunidad de Apa Apa, debido a que tiene un pequeño cultivo de coca que desyerbar y cosechar, además de varios compadres y ahijados. Migró a la ciudad, porque “si yo me hubiera quedado hubiera puesto más cocales y siendo sola no hay quién me ayude a trabajar”.
“Aunque estoy de pollera, sigo siendo gringa”, reconoce. También confiesa que ya no podría vivir en Inglaterra. Su próximo destino depende de las ofertas laborales que se le presenten, aunque a Yungas “voy a estar regresando”.
Fuente: Suplemento Presencia Juvenil / 1992