Algunas influencias de H.C.F. Mansilla
Por:María Luisa Amuchástegui
Se puede decir que la obra de H.C.F. Mansilla está influida por un estímulo de la filosofía clásica: la senda fructífera del conocimiento es aquella generada por la conciliación de eros y logos, camino que fue seguido por Sócrates y sus discípulos. La admiración ante la belleza del cosmos y el asombro frente a las patologías de la vida social fueron los impulsos primigenios de la filosofía.
Según Aristóteles, la admiración por el universo se combina con el intento de explicar con rigor y disciplina lo que parece incomprensible. De esta unión de asombro y rigor nace el espíritu crítico. Uno de los pensadores más apreciados por Mansilla, Theodor W. Adorno, solía decir que todo conocimiento está fundado en el amor, y siguiendo a Platón, afirmaba que el momento constitutivo de la filosofía era el entusiasmo, la emoción que se siente por las ideas, aunque la constelación actual de la sobriedad y el desencanto nos sugiera una visión muy distinta. Parece que nuestro autor reconoce que si bien no podemos pretender una comprensión cabal de la realidad, podemos en cambio usar nuestros esfuerzos intelectuales para construir un camino precario y provisorio que nos permita vislumbrar algo cercano a la verdad, si es que existe algo tan inasible como la verdad.
El profundo afecto que Mansilla siente por la filosofía representaría la parte del eros. Desde la primera juventud tuvo una gran simpatía por autores como Edward Gibbon y Edmund Burke. Por los testimonios de parientes y amigos parece que nuestro autor se preguntaba a menudo por qué las sociedades se desarrollan de forma tan diferente unas de otras; la cuestión tiene que ver con el hecho de que Mansilla creció entre dos mundos. Una vez, de vacaciones en La Plata (provincia de Buenos Aires), leyó en pocos días dos gruesos volúmenes de Manuel Gálvez, el conocido historiador y novelista argentino: una biografía de Domingo Faustino Sarmiento y otra de Hipólito Yrigoyen, el primer presidente del Partido Radical. Esta lectura tuvo una notable influencia en su carrera.
Mansilla quedó profundamente impresionado por la erudición de Gálvez, por el manejo soberano de fuentes y testimonios, y por la bella prosa, pero desde un primer momento creyó que se trataba de una maniobra endiabladamente sutil (y por ello muy interesante y digna de ser estudiada) destinada a desacreditar y a ensuciar la labor de la clase dirigente argentina que había construido entre 1862 y 1943 un modelo muy bien logrado de desarrollo económico, que incluía vigorosos elementos democráticos y una cultura cosmopolita, por la que Mansilla siempre sintió mucho cariño.
Mansilla se percibe como uno de los últimos herederos de la tradición instituida por la ensayística latinoamericana —línea opuesta al revisionismo de Gálvez—, cuyo representante más conocido es precisamente Domingo F. Sarmiento y cuyo autor favorito es Octavio Paz. A partir de la obra de Gálvez y del ascenso del peronismo en la Argentina, Sarmiento dejó de ser el prócer nacional y se convirtió en la bête noire de nacionalistas y socialistas. Se lo acusó de ser el importador de la cultura dominante del Norte y el admirador incondicional de la civilización europea, pero se pasa por alto que él instituyó tempranamente la educación primaria obligatoria, gratuita y laica y se olvidan fácilmente las razones que Sarmiento tenía en su tiempo para oponerse a las montoneras arbitrarias e impredecibles de los pequeños caudillos provincianos.
Mansilla leyó muy joven el Facundo de Sarmiento, y debe a este autor la primera inspiración para una crítica de la cultura política del autoritarismo y para la necesidad y prioridad de construir instituciones sólidas de carácter liberal-democrático. En la provincia de Santa Fe, de donde era oriundo Gálvez y donde Mansilla ha publicado muchos artículos en revistas culturales, se dice que la obra de este último se reduce, en el fondo, a ser una reivindicación del liberalismo de Sarmiento frente al nacionalismo identitario de Gálvez, que está otra vez en medio de un curioso renacimiento. Aquí se recuerda la proverbial frase de Mansilla: “En la Argentina, toda política posterior a 1943 es sólo decadencia”. Parece que es una actualización de un bon mot del general y escritor Lucio V. Mansilla, héroe nacional argentino.
Durante sus estudios en Alemania (1962-1973) conoció a muchos estudiantes latinoamericanos, asiáticos y africanos. Le llamó la atención el hecho de que nacionalistas e izquierdistas de toda laya despreciaran la esfera de los derechos individuales y las libertades públicas, consagrándose a una retórica altisonante y muy popular que celebraba las maldades del imperialismo, pero que soslayaba los factores negativos de las propias tradiciones culturales.
Para volver al comienzo: la porción del logos en la obra de Mansilla está conformada por esfuerzos teóricos y analíticos. Con sus libros, nuestro autor ha intentado realizar un aporte a la construcción de una consciencia crítica de problemas. Su enfoque puede ser visto como una contribución al debate contemporáneo entre las teorías que postulan la preeminencia de un modelo normativo de desarrollo (el surgido primeramente en Europa Occidental) y aquellas que proclaman la diversidad fundamental de todos los regímenes civilizatorios, que serían entre sí inconmensurables, incomparables e irreductibles a un metacriterio de entendimiento común.
Mansilla se ha situado, con algunas reservas, en la tradición crítica de las ciencias sociales, poniendo en duda las bondades de la modernidad. Ha intentado rescatar lo valioso del orden premoderno, como la religión (en cuanto fuente de sentido), la estética de lo bello y las normativas aristocráticas en variados campos. (Éste es el tema de su último libro.) Su intención general —si existe algo así— ha sido proponer una teoría del sentido común guiado críticamente, aplicable al espacio de los asuntos histórico-sociales. Siguiendo a sus maestros de la Escuela de Fránkfurt, ha evitado definiciones de los conceptos centrales y más bien ha tratado de explicitarlos a lo largo de sus textos, a menudo de manera indirecta. Para ello menciona numerosos ejemplos políticos e históricos, que son analizados en algún detalle. Mansilla ha mostrado un marcado interés por datos empíricos y aspectos testimoniales (una herencia de su padre), y desconfía de meros edificios de palabras, por más brillantes que estas parezcan ser.
Fuente: www.laprensa.com.bo
12/12/2007 por Marcelo Paz Soldan