12/06/2018 por Marcelo Paz Soldan
Alfonso Crespo Rodas y la biografía de Evita Perón

Alfonso Crespo Rodas y la biografía de Evita Perón


Alfonso Crespo Rodas y la biografía de Evita Perón
Por: Freddy Zárate

La prolífica producción biográfica del escritor y diplomático boliviano Alfonso Crespo Rodas (1916-2011) pasó de forma relativamente desapercibida por el sector intelectual y universitario nacional. Las semblanzas escritas por el “señor de la biografía” –como se solía llamar a Crespo– fueron en algunos casos elaboradas por encargo de familiares, lo que refleja una posición interesada y carente de objetividad. Por esta razón no me llamaba la atención el autor ni mucho menos sus libros.
Pero, hace algunos meses atrás, me topé con un curioso texto de Alfonso Crespo que lleva el título Eva Perón, viva o muerta, publicado en Lima en 1978. Posteriormente, apareció con el encabezado Evita viva o muerta, bajo los auspicios de la editorial Fontalba (Barcelona, 1980). A partir de este encuentro me puse a estudiar las obras de Crespo y, para sorpresa mía, debo manifestar que las dos obras que encumbran a este autor en el campo de las biografías son: Santa Cruz. El Cóndor Indio (Fondo Cultura Económica, México, 1944) y Evita Perón, viva o muerta, pequeñas obras maestras en su género.
Cita con su destino
A mediados del siglo XX, Argentina vivió uno de sus procesos políticos más conmovedores, con un desenlace melodramático, que tuvo como protagonista a Evita Perón. Hasta el día de hoy llama la atención como esta mujer supo condensar brillantemente el discurso esperanzador con el aditamento autoritario.
Los datos biográficos indican que Eva nació en Los Toldos, Argentina, en el año de 1919. Utilizó el nombre de Eva María Ibarguren Duarte, a la postre invirtió su apellido al incursionar en el campo artístico.
Eva Duarte provenía de una familia marginal y tuvo que emigrar de Junín a Buenos Aires el 3 de enero de 1935: “Una mujer baja del tren en la estación de Buenos Aires, cita con su destino. No lleva sino una valija de cartón y cien pesos en la cartera. Nadie la espera. Ni una sola persona”.
En su estadía en Buenos Aires, Eva Duarte fue caracterizada por ser una artista mediocre y una locutora anónima, cuando se le abrió otro camino inesperado: la política. El 22 de enero de 1944 Eva trabó amistad con un sonriente Coronel del Ejército argentino, llamado Juan Domingo Perón (1895-1974). Al año siguiente, Eva Duarte contrajo nupcias con Juan Domingo. Desde entonces, adoptó para sí el apellido de prestigio militar y político: Perón.
La incursión de Evita en la política
Al momento de asumir la presidencia de la Argentina (4 de junio de 1946) el General Juan Domingo Perón, la figura de Eva Perón tuvo un ascenso favorable en el espectro político. Ella misma afirmó en su autobiografía titulada La razón de mi vida (1951): “Una mujer superficial, escasa de preparación, vulgar, ajena a los intereses de patria, extraña a los dolores de pueblo, indiferente a la justicia social, y sin nada serio en la cabeza, me hice de pronto la fanática en la lucha por la causa del pueblo y haciendo mía esa causa”.
La instrumentalización de la política la llevó a fundar innumerables escuelas, hospitales, asilos y consolidó su propia fundación que llevaba su nombre. Estos rasgos mencionados son los más resaltados por partidarios peronistas y los que ven en ella una mujer “revolucionaria”.
El culto a la personalidad trascendió a que la ciudad La Plata, pasó a denominarse ciudad Eva Perón, que fue el nombre oficial por tres años. También la Universidad Nacional de La Plata pasó a llamarse Universidad Nacional de Eva Perón.
La doble moral de Evita
La doble personalidad de Eva se evidenció al convertirse en la primera dama del presidente Juan Domingo Perón, donde su rol era recibir honores, ir a cócteles y lucir de gala. La otra cara era “ser” Evita: la mujer del caudillo carismático, que era el puente directo con los “descamisados”, término utilizado por el peronismo para referirse al trabajador y simpatizante de ese movimiento político. En ambos casos, hay una mujer elegante, impactante y pomposa que lucía los diseños del afamado diseñador francés Christian Dior, quien llegó a afirmar que “la única reina a la que vestí es a Eva Perón”.
Se ha escrito bastante en la propia Argentina sobre la personalidad de Eva Perón. La abundante literatura en favor del peronismo nos remiten a la sentencia de George Orwell: “La historia la escriben los vencedores”. Pero el estudio de Alfonso Crespo se aleja del fanatismo peronista para mostrarnos una historia desapasionada, en donde surge la parte emotiva que personificó a la figura de Evita, como también la cara negativa de este periodo político que conllevó este régimen populista.
El autor del Cóndor Indio indica que la Santa Evita incurrió en pecadillos muy humanos en su actuación en la política como el favoritismo a sus partidarios, nepotismo familiar, persecución y odio a sus opositores.
Otro rasgo de la doble moral de Evita estuvo en que no ignoraba los peculados, las malversaciones, los desfalcos, las extorsiones y el despilfarro de fondos públicos a que se consagraban en diversa escala, tanto el General Perón como su hermano Juan Ramón Perón y los allegados más próximos al régimen peronista.
Al respecto, Crespo manifiesta que el caudal económico que logró acumular la Santa Evita en su paso por la política: “Es probable que Eva estuviese en colusión con ellos, como puede inferirse por la colosal fortuna personal que acumuló y que a su muerte sería causa de un complicado pleito entre los Duarte y Perón”. Se habló de 300 millones de dólares.
En plena juventud (30 años), Evita cayó enferma, víctima de un mal irreversible: el cáncer. Sin doblegarse siguió luchando hasta sus últimos días, apenas sostenida por inyecciones de morfina. Murió el 26 de julio de 1952. Sus restos fueron embalsamados e idolatrados por más de dos millones de personas durante 8 días. Sobraron ofrendas florales y rebasaron las lágrimas alrededor del féretro montado sobre un cañón.
El legado peronista
El régimen peronista acentuó la cultura política del autoritarismo; el descalabro de las instituciones estatales; la instrumentalización de los medios masivos de comunicación y el nacimiento de nuevas élites muy privilegiadas.
Pero, a pesar de este nefasto legado, muchos argentinos y románticos revolucionarios prefieren recordar a este periodo populista como Eva Perón misma alentó a inmortalizarla: “Hubo, al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertiría en realidades (…). De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba cariñosamente Evita”.
Fuente: La Ramona