Alexa: haz una reseña de La vía del futuro
Por: Mayra Romero Isetta
Ocho relatos futuristas aparecen en La vía del futuro. Ocho historias que tiene como tema de fondo la inevitable e intrínseca relación que tenemos ahora con la tecnología. Esta vez, Paz Soldán se lució al plasmar la vida cotidiana de personajes ficticios pero que son tan reconocibles en nuestra realidad, que hasta me atrevería a cambiar los nombres y darles nombres y apellidos de gente que conozco.
El autor explora hasta qué punto la tecnología ha entrado en nuestra rutina y nosotros no nos hemos dado cuenta, de hecho, hemos dejado que se convierta en una necesidad vital para continuar con nuestras rutinas.
La premisa del cuento inicial del libro es la que da el título a la obra: La Vía del Futuro, y se refiere a una religión en la que la deidad a adorar es la Inteligencia Artificial. Al inicio, esta idea parece graciosa y absolutamente ficticia; sin embargo, a medida que se va avanzando con la lectura, surge ese cuestionamiento de que una nueva Trinidad podría ser posible en nuestros días. En el nombre de la Tecnología, el Dinero y las Transnacionales, diciendo.
El credo planteado por Paz Soldán da miedo, porque ya estamos en ese punto sin retorno en el que le tenemos fe ciega a toda la información que contienen nuestros celulares. El hecho de interactuar con una Siri o una Alexa da más confianza, pues estos bichos electrónicos sí van a responder a nuestras consultas y plegarias a diferencia de los seres sobrenaturales en los que solíamos creer y que nos dejaban en silencio a merced de confusas señales.
Si bien no existe un hilo argumental que enlace cada cuento, el segundo relato aparece estrechamente relacionado al primero, ya que una empresa ejerce su poder sobre sus trabajadores usando como herramienta principal la tecnología. Crear un líder digital para llegar al pueblo refuerza la Trinidad propuesta líneas arriba, porque un ente se apoya en el otro y así dominan el mundo.
El tercer cuento es una especie de puente, es ligero, de lectura fácil, gracioso y rompe un poco el ritmo tenebroso de los anteriores. La contradicción y la incertidumbre acompañan a esta historia. Por un lado, hemos logrado alcances científicos y tecnológicos impresionantes en cuestión de unos pocos años; pero por otro, todo ese conocimiento adquirido y constantemente renovado, y esos avances siguen sin darnos una mínima pista sobre vida extraterrestre. Todo esto en un escenario campestre. Personalmente, sigo creyendo que, si hay vida inteligente en el espacio, justamente por su inteligencia, evitarían a la humanidad.
Al llegar a la mitad del libro nos encontramos con el cuento más perturbador de la colección, desde mi punto de vista. ¿Dejamos de jugar con muñecas a medida que crecemos? ¿Y si nos dan la posibilidad de tener nuestros muñecos a gusto del cliente, pero para usarlos en juegos de adultos? ¿Seríamos capaces de sustituir a seres humanos de carne y hueso por la perfección del plástico? Y peor aún ¿Las muñecas, en su inmortalidad sintética, nos extrañarían cuando nuestros cuerpos bilógicos se pudran?
El quinto relato goza de un tinte social, pues el bagaje genealógico del personaje es el conflicto principal hasta hacer dudar al lector de lo que está pasando ¿Es o no es? La infinidad del espacio, la soledad y asumir que somos un puntito minúsculo en el universo acompañan a la crisis de identidad del protagonista, que construye y deconstruye su vuelta por la estación espacial a partir de sus redes sociales.
La sexta narración es terrorífica, primero, porque una vez más el autor nos hace sentir diminutos en la vastedad del océano; y segundo, porque nos muestra sin anestesia que un simulador de realidad virtual jamás podrá equipararse a la realidad.
El cuento más extenso es el séptimo, y si el anterior ya nos daba un toquecito de miedo, este se adentra de lleno en una ficción que no es tan ficción. El tinte de esta historia es orwelliano sin duda. El control y el orden social no sería posible sin la tecnología que nos rodea. Algunos ya asumimos que nos observan, puede que todavía nuestros vigilantes sean humanos, pero pronto no lo serán. El detalle está en también asumir un papel y saber desempeñarlo para el público que tenemos.
Finalmente, la última historia ha sido la que más ha hecho eco en mí. Al desenvolverme en un entorno académico puedo decir por experiencia que la doble vida, la virtual y la presencial, están separando sus caminos. Las crisis nerviosas por moverse en dos mundos son reales.
En algún momento, alguien me dijo que justamente gracias por la tecnología el ser humano alcanzaría la inmortalidad; sin embargo, la pregunta queda latente: ¿conservaremos nuestra humanidad o serán las máquinas las que nos harán creer la seguimos conservando?
La vía del futuro es una colección de cuentos que nos lleva a cuestionarnos todo esto, tal vez, pensando ingenuamente que todavía se trata de ciencia ficción.
Fuente: Nuevo Milenio