08/14/2019 por Marcelo Paz Soldan
Álex Ayala Ugarte: “Hacer reír es un oficio muy difícil”

Álex Ayala Ugarte: “Hacer reír es un oficio muy difícil”


Álex Ayala Ugarte: “Hacer reír es un oficio muy difícil”
Por: Santiago Espinoza A.

Hubo un tiempo en que Álex Ayala Ugarte (1979) fue payaso de circo, “pero tras una única función se dio cuenta de que no estaba preparado para hacer reír al público”. Eso dice la semblanza que acompaña Ser payaso es cosa seria, su más reciente libro, que, como los anteriores (Los mercaderes del Che, La vida de las cosas y Rigor Mortis), ha sido publicado por la editorial boliviana El Cuervo. Eso dice y habría que creerle. Después de todo, Ayala -que se autodefine como español de nacimiento, boliviano de corazón y tartamudo de vocación- se ha convertido en uno de los periodistas más serios y respetables del último tiempo en el país. Y a los periodistas, impone la convención, habría que creerles porque trabajan con la realidad, por más inverosímil o absurda que acabe siendo.
Pero, quienes lo conocen, saben que hay razones para no creer del todo eso de su incapacidad para hacer reír a sus interlocutores. Sí que puede. Ahora mismo me hace reír mientras toma un ejemplar de su flamante libro y lo sostiene debajo del cuello, como si la corbata que ilustra su portada fuera real y debiera adornar su espigado pecho con ella para desatar la risa de su público, que, en este preciso lugar, una esquina de la avenida Arce, y en este preciso instante, un gélido mediodía paceño, soy solo yo.
A este punto de la ciudad hemos llegado tras un viaje en taxi algo turbulento desde Calacoto. Digo turbulento porque me las he dado de periodista “multimedia” y, en lugar de solo grabar la voz del entrevistado, como se estilaba en la “antigüedad” del oficio, he intentado registrarlo en video con mi celular. Y digo intentado porque el resultado del experimento se parece más a la filmación casera de un terremoto de magnitud que a una entrevista periodística en video.
No debió haber sido así. La entrevista debió hacerse en un café, no en un taxi, pero la previsible hora boliviana del entrevistador llevó al entrevistado a plantear que el diálogo se realizara en el automóvil en el que se trasladaría hasta Sopocachi para asistir a un almuerzo protocolar. Por fortuna, el audio salvó la entrevista. Los temblores del camarógrafo no hicieron mayor mella sobre las palabras de Ayala, que, a lo largo de los 15 minutos del viaje, versaron sobre el origen de su interés en los payasos, sus dinámicas sindicales de organización, el proceso de producción de su nuevo trabajo, las especificidades del sentido del humor boliviano y la mecánica del arte de hacer reír a otros. Esa mecánica que, aun no sabiéndolo de forma consciente, conoce bien este cronista al que, solo unos días después, veremos mimetizado entre los payasos cuyas vidas –no siempre hilarantes– narra en el su libro y con los que habrá de compartir una fiesta con torta y piñata en plena Feria del Libro de La Paz.
¿Cuál es el origen de tu interés por los payasos?
Fue algo muy casual. Entre finales de 2016 y principios de 2017 hubo una protesta en la avenida 16 de Julio (de La Paz), y lo que los payasos reclamaban era que tenían la necesidad de un seguro de salud, porque se enfermaban de diabetes, de la garganta, algunos con tumores, tenían accidentes en sus trabajos. A raíz de esa marcha me picó la curiosidad, me contacté con la dirigencia, me costó un poco que la dirigencia entendiese qué es lo que yo quería hacer, que me abriesen las puertas, pero una vez que me las abrieron, comencé a acompañar a distintos payasos a cumpleaños, empecé a verme con algunos en sus casas, me fui a reuniones de sus federaciones, me fueron compartiendo sus historias. Ahí fue que me di cuenta de que había material como para hacer un libro, porque me parecían de esos personajes invisibles que estamos muy habituados a ver en la calle, pero de los que casi nadie habla o, cuando se habla de ellos, se suele hacerlo de una forma muy despectiva. Me parecía que había una historia en relación a su arte y que, al mismo tiempo, había una historia detrás del disfraz. Me parecía interesante contar quiénes eran ellos, de dónde venían, qué les preocupaba. Los estuve siguiendo un año mientras me dedicada a otras cosas, acabó ese año, me fui a España y empecé a escribirlo.
El libro fue escrito en España…
Sí, fue algo duro, porque en España yo también debía ver cómo iba a ganarme las habichuelas. Por una parte, ya no estaba aquí (en La Paz) y, por otra, escribir desde lejos y habiendo dejado dormir la información y lo que había reporteado, que eran cientos de páginas de entrevistas y apuntes, fue un procedo duro al momento de darle forma.
Con respecto a tus anteriores trabajos, ¿qué ha tenido este de diferente?
Pienso que los anteriores libros eran una suerte de antologías para los que buscaba hilos comunes que unieran cosas que yo ya había publicado, excepto por La vida de las cosas, que fue resultado de una columna que hice en La Razón, teniendo en mente hacer un libro, pero que también eran historias independientes entre sí. En cambio, Ser payaso es cosa seria es una sola historia con muchísimas voces, pero que te quiere contar desde que nace un artista hasta que muere. Es una historia distribuida en 38 capítulos, si no recuerdo mal. Es la primera vez que hago una sola historia en un libro y, además, es una historia que no se ha publicado en prensa.
En términos de reportería, ¿cuáles fueron las complejidades de trabajar durante tanto tiempo con una sola historia?
Yo tenía en mente ver distintos aspectos de la vida de los payasos, tenía que conocer cuáles eran sus raíces, sus historias personales, por qué decidieron meterse a ese oficio, conocer cómo era cuando actuaban. Me di cuenta de que es un gremio muy frágil en cuestiones de salud, porque no tienen seguro y hay un montón de ellos que viven al día. El que a alguien le detecten un cáncer o se rompa un brazo, como cuenta la primera escena del libro, es un problema añadido. Me parecía que el trabajo que tienen es un poco maratónico: entretener a adultos y niños por dos o tres horas seguidas es algo muy difícil, más aún en un mundo en el que perdemos la atención muy fácilmente, donde hay una crisis de atención porque estamos expuestos a un montón de estímulos. Ellos aún son capaces de mantener la atención de la gente en un cumpleaños y, para mí, hacer reír es un oficio muy difícil. No todo el mundo vale para hacer reír
Vos que has vivido tantos años aquí has debido caer en cuenta de que a los bolivianos nos cuesta reírnos de nosotros mismos. ¿Cómo se expresa eso en el mundo de los payasos?
El humor de la mayoría de los payasos es un humor muy blanco. Están actuando para niños y hay una serie de chistes y ocurrencias que, dependiendo del público que tengan, no pueden sacarlos a flote. También es cierto que a los payasos ahora los contratan para baby showers, he escuchado que a alguno lo han contratado para una fiesta de soltero. En ese tipo de situaciones, a lo mejor es más fácil. Después, cuando tienen reuniones entre ellos, ahí sí que se fastidian entre sí, tienen un humor un poco más picante, con una doble vuelta. Y sí, me imagino que la propia idiosincrasia del país les ayuda también a la hora de planificar sus rutinas
Decías que en el rubro de los payasos se aplican lógicas de organización muy propias de Bolivia, como los sindicatos…
Ellos tienen varias federaciones y yo trabajé bastante con una que se llama Farael, la Federación de Artistas en Recreación y Artes Escénicas de La Paz. Aparte de esa hay una federación de payasos cristianos y otra muy antigua. Yo me fui viendo con payasos de distintos grupos. No quise meter mucho la cosa de las federaciones, porque no me parecía lo importante. Por eso hay una mezcla de payasos de distintas asociaciones de La Paz, El Alto, Sucre, Cochabamba
¿Y hay diferencias entre los payasos, según las regiones?
No, al final, es un oficio con muchísimas cosas en común. Hay diferencias en cuanto a sus historias. Hay payasos que comenzaron en ese mundo por una cuestión de necesidad, que debían llevar dinero a casa, y que luego descubrieron que es su vocación. Hay otros payasos que tienen en sus familias padres o tíos que se dedican a lo mismo y han ido aprendiendo el oficio de ellos. Después hay payasos que, al mismo tiempo, tienen tiendas de cotillones. En el origen mismo de los payasos hay raíces bien distintas, por lo que tampoco es un mundo totalmente homogéneo
En el libro señalas que consultaste textos y estudios que te sirvieron a la hora de enfrentar el trabajo. ¿Cuáles fueron las lecturas y autores fundamentales para esta tu nueva obra?
Leí varios ensayos dedicados al mundo de los payasos, al mundo del circo. A mí me interesaba mucho la figura Phineas Barnum, que fue uno de los padres del circo moderno, de esos circos enormes que viajaban con animales y que, además, trabajó el freak show. Me interesé por los orígenes del circo, por los orígenes del espectáculo. También me ayudaron las investigaciones de una mexicana experta en teatro llamada Socorro Merlín; al igual que El libro de oro de los payasos (de Edgar Ceballos), donde se habla de sus rutinas, de los diferentes payasos que hay. Fui bebiendo de diferentes fuentes porque hay partes del libro que son un poco ensayísticas, que te hablan del disfraz, y no solo del origen de cada cual, sino del origen de la actividad.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora? ¿Cómo te está yendo en España?
En España continúo haciendo lo que hacía acá: voy buscando historias que me interesan, las escribo y las vendo. No tengo en estos momentos ningún proyecto de libro, porque hay que tener en cuenta que en los últimos cinco años he sacado tres, a un ritmo fuerte. Escribir un libro es una inversión de tiempo, un sacrificio y, en determinados momentos, es un sufrimiento porque es un proceso exigente. Ahora no tengo en mente escribir otro, pero eso es así hasta que te encuentras con algo que te obsesiona, que te llama muchísimo la atención.
¿Cómo vienes llevando tu relación con Bolivia a la distancia, desde España?
Tengo acá un montón de amigos, así que el vínculo con el país no se acaba. Sigo recibiendo noticias de aquí, estoy pendiente de las cosas que se hacen aquí y me imagino que, de vez en cuando, vendré porque tenemos familia.
Por ahora, ¿no hay planes de volver?
De momento, no. Uno no puede estar cambiando de país cada dos años, porque hacer una mudanza así es también un proceso complicado
Fuente: La Ramona