Adiós a Paulovich, un gran referente del periodismo
Por: Página Siete
A los 91 años murió Alfonso Prudencio Claure, Paulovich, maestro de la sátira política y del análisis de la coyuntura boliviana. Fue columnista de prácticamente todos los periódicos del país en alguna época y escribió el Diccionario del Cholo Ilustrado (1978).
Ayer, su familia confirmó su fallecimiento. Sus restos son velados en la Casa de Funerales Santa María (Av. Busch 1319, esq. Brasil), salón Manantial.
“Paulino Huanca”, como decía llamarse en tiempos del proceso de cambio, nació en La Paz el 27 de agosto de 1927, fue fundador de Presencia, donde realizó prácticamente toda su carrera profesional. Salió bachiller del colegio San Calixto y en 1953 ganó una beca para estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid (España).
Fue el primer periodista boliviano con título universitario. Era miembro de la Academia Boliviana de la Lengua y recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1999 y el Premio Libertad de la Asociación Nacional de la Prensa en 2008.
Periodista de vocación, escritor de oficio, funcionario público circunstancial y político de ocasión como diputado, concejal y diplomático, siguió la vida política nacional “de frente y de perfil” y fue un testigo privilegiado de la historia boliviana de la última mitad del siglo XX y de los primeros lustros del XXI, según recoge un perfil escrito por el periodista Juan Carlos Salazar en febrero pasado y publicado en Página Siete.
Solía decir que sus gustos estaban repartidos entre las novelas de Graham Greene, la música de Fermín Barrionuevo, la pintura de Goya, el fútbol del Bolívar, la poesía de Pablo Neruda y algunas flores, como las camelias, “siempre y cuando no tengan joroba”, y algunos pájaros, como los pichones, “que los sirven muy bien en Cochabamba”.
Era reconocido por su columna humorística La noticia de perfil y por algunos de sus 10 libros, como Bolivia, Typical país (1960), Rosca, rosca, ¿qué andas haciendo? (1961), Cuán verde era mi tía (1966), Conversaciones en el motel (1976), entre otras obras, que su autor define como “obras hualaychas”.
Pese a la ceguera que le afectó en los últimos años de su vida, escribió su columna tres veces a la semana durante seis décadas. Dejó de hacerlo al acercarse a los 90 años. Como odia a los “dictadores”, nunca dictó sus artículos a nadie. Prefería escribirlos él mismo en su vieja máquina mecánica Olivetti. Los textos eran transcritos posteriormente a la computadora por uno de sus nietos para ser enviados a los periódicos. A ojo de buen cubero, calculó que tenía más de 10.000 columnas.
Al inicio de su carrera, en la década de los años 50, tenía una columna “en serio”, que él mismo describía como “romántica”, denominada Cartas a mí mismo, que firmaba con el seudónimo de Paulo, que años después daría origen a su “nombre de guerra”, Paulovich.
Tenía la teoría de que el periodista ni nace ni se hace, sino que “se deshace” en su afán de escribir claro, conciso, preciso, fluido y directo, como manda la regla número uno de todo manual de estilo, una norma que, a su juicio, terminaba siendo una trituradora de las aspiraciones literarias de los jóvenes periodistas. Sin embargo, ese no fue su caso. Paulovich nació periodista y se hizo periodista, pero nunca se “deshizo”, porque, además de haber sido un cultor del buen escribir, incursionó con éxito en el periodismo literario.
En la década de los 60 publicó en Presencia Literaria una serie de 38 semblanzas de personajes de la época bajo el título de Apariencias, ilustradas con dibujos del poeta Pedro Shimose. Los textos fueron recogidos posteriormente en un libro bajo el mismo nombre, hoy agotado (Difusión, La Paz, 1967).
Si bien hizo “periodismo serio” y ejerció el oficio desde las jefaturas de Información y Redacción de Presencia, Paulovich fue reconocido como maestro del periodismo humorístico, concretamente del humor político. Hizo humor riéndose de sí mismo y de los demás. “Yo era serio a mis 20 años, la única edad en la que un hombre puede ser serio. Pasada esa edad me di cuenta de la necesidad imperiosa de reírme”, le dijo al crítico Juan Quirós, prologuista de su libro Apariencias.
El humorista empezó a escribir La noticia de perfil en octubre de 1958, cuando el semanario Presencia se convirtió en diario.
“La misión de hacer humorismo no es muy fácil; especialmente en un país de gente seria y solemne como el nuestro, donde abundan las caras largas y las jetas caídas”, escribió en Cuán verde era mi tía. Creía haber tenido éxito porque nunca recibió ni una sola paliza ni fue apresado ni exiliado a causa de sus escritos.
También fue el azote de todos los inquilinos del Palacio Quemado, con sus comentarios irónicos, sarcásticos y urticantes.
Paulovich llegó a pertenecer a la “fauna” de la que tanto se mofó cuando ganó una banca en la Cámara de Diputados como candidato del Partido Social Cristiano (PSC), a comienzos de los años 60, bajo el gobierno de Paz Estenssoro. Era la época de los fraudes electorales masivos que le permitían al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) presumir de “victorias contundentes” con más del 90 por ciento de los votos.
Hizo una campaña humorística. Su eslogan era: “¡Movimientista, tú que puedes votar dos o tres veces, vota una vez por tu partido y otra por mí!”. La campaña fue todo un éxito, no sólo porque fue elegido, sino porque su denuncia de los mecanismos del fraude tuvo una amplia repercusión.
En una ocasión, siendo diputado, pidió la palabra para denunciar las violaciones a los derechos civiles y políticos de la oposición. Los legisladores oficialistas intentaron vanamente impedir la lectura de su discurso con silbidos y abucheos, pero Paulovich aguantó la presión. Al terminar su alocución, echó un balde de agua fría sobre la bancada movimientista al aclarar que el texto que acababa de leer no era otra cosa que un discurso que había pronunciado Paz Estenssoro años antes cuando era diputado opositor.
Dejó la política diciendo ¡nunca más! “Comprendí que había metido la pata. La política no era el camino por el que yo supiera andar”, le dijo a Quirós. Sin embargo, reincidió. En 1987 fue concejal por el partido de Banzer y posteriormente, en 1989, alcalde por tres meses, “poco tiempo para realizar algo concreto”, pero sí para ser honesto, “porque -diría en plan de broma- es poco tiempo para robar”. También fue ministro consejero de la Embajada de Bolivia en España (1969 y 1992) y delegado de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1978). Años después admitió que nunca tuvo “dimensión política ni la ambición de un verdadero político”.
Fue el fundador y primer director de Presencia, Huáscar Cajías, quien lo convenció de escribir en clave de humor. Paulovich era conocido en la redacción del periódico por su ingenio y sus ocurrencias. “Tú eres el único que puede hacerlo”, le dijo Cajías. Así nació La noticia de perfil y así nació Paulovich (“el hijo de Paulo”).
En la universidad de Madrid le habían enseñado que la utilización de la primera persona en una columna diaria termina aburriendo al lector. Por esa razón creó una serie de personajes con quienes dialogar y dar agilidad a sus relatos. Así nacieron sus “tías”, como la entrañable Encarna, la tía Semáforo -así llamada porque “a partir de las diez de la noche nadie la respetaba”- y “la pícara y libertina” Restituta vda. de Batistuta, y sus compadres Huevastián y Pelópidas, entre otros, todos ellos metiches, criticones y politizados.
Fuente: Página Siete