Tres libros de una escritora boliviana
Por: Luis Horacio Heredia
Muchas veces tengo la impresión de que Hispanoamérica es, más que un continente, una serie de ínsulas, aisladas, distantes. Y es que aunque cada día nos empeñamos en afirmar que somos una misma cultura, unidas por una mima lengua, la verdad es que poco o nada sabemos los unos de los otros. De la música, tal vez el género artístico con mayor movilidad, conocemos lo más comercial, no necesariamente lo mejor. En cuanto a las letras, son raras las posibilidades de estar al día en cuánto a qué libros y cuáles autores son, no sólo los más representativos, sino aquellos quienes están abriendo las nuevas brechas de la literatura en español. Por lo regular hay que esperar a que alguno de estos autores gane un premio grande para que comience a ser mencionado por los críticos, o bien que alguna editorial de España tenga el tino de “descubrir” a “desconocidos” escritores que llevan años creando sus obras en el silencio y el anonimato. Sin duda, algo está fallando en la comunicación, hoy, en pleno siglo XXI, en la llamada “era tecnológica”.
Una de las paradojas de esta extraña relación de la cultura latinoamericana es que el lugar donde más encuentros hay entre distintos autores —uruguayos, chilenos, mexicanos, colombianos, argentinos, cubanos, bolivianos, venezolanos, puertorriqueños, dominicanos, hondureños, etcétera— es en los Estados Unidos, país que por su poder económico se ha convertido en el refugio para millones de inmigrantes. Es aquí, en Gringolandia, donde un gran número de investigadores y creadores de lengua española han encontrado un nicho dentro de las universidades, encontrando así la oportunidad de continuar sus trabajos.
Fue así como —a través de Verónica Saunero-Ward, profesora de Bolivia, quien imparte clases de español y literatura en la Universidad de Highlands, Nuevo México, que me obsequió los libros que ahora reseño— conocí a esta joven escritora boliviana, Giovanna Rivero, nacida en Montero, Santa Cruz en 1972, quien es autora de siete libros; en el 2004 participó en el Iowa Writing Program, auspiciado por la Universidad de Iowa; y en el 2005 ganó el Premio Nacional de Cuento Franz Tamayo en su país.
Las camaleonas narra la historia de Azucena, mujer de treinta años, casada, con dos hijos, quien asiste al psiquiatra para buscar una posible solución a esa desazón interna que la carcome. Es así que, azuzada por el “especialista en depresiones”, comienza a escribir un “diario de emociones”, un cuaderno donde escribe para conocerse a ella misma pero también para irse desdoblando en distintas mujeres que ha conocido durante su vida y que en algún momento ella imaginó que pudo haber sido: Carolina, la que acabó como bailarina en centros nocturnos de poca monta; Judy Palas, la modelo exitosa quien está a punto de perder uno de sus senos, y con él su popularidad, por causa de un cáncer; Mary, la hermana gemela que desestabiliza con sus celos, sus inseguridades y sus fantasías eróticas y violentas el precario equilibrio de Azucena; Ingrid, la lejana amiga de la infancia en quienes muchas compañeras ven realizadas sus ambiciones de adolescencia; Bernarda, la joven paciente, prototipo de la histeria y la esquizofrenia; Anita, otra amiga de la infancia, con quien luego de veinticinco años de no verse parecen descubrir, por un instante, la chispa del erotismo lésbico; Liliana, la adolescente de mirada huidiza que parece vivir entre el cinismo y el pudor de una violación que nadie sabe si es real o ficticia; o bien María Magdalena, Irina, Teresa, Frida, mujeres “santas” de la historia en las que Azucena descubre verdaderas sirenas o brujas que supieron conquistar al mundo con sus hechizos. Así, cada una de estas mujeres encarna para Azucena, a través de su “anecdotario de camaleonas”, las distintas identidades de la mujer contemporánea, con sus infinitas complejidades en las que se esconde, muy en el fondo, el alma femenina.
En Contraluna, colección de veinte cuentos, el tema central es sin duda la mujer, pero no sólo aquella que ama sino la que incluso es capaz del deseo más vil y descarnado, la mujer que no siempre es la víctima sino muchas veces la feroz y perversa hembra que busca con avidez saciar la sed de su sexo insaciable y devorador. Mujeres que claman, por ejemplo, que: “… debía haber nacido en los sesenta, coger detrás de las plantas, tatuarse los omóplatos con la misma jeringa de la comunidad, y odiar las relaciones monógamas, posesivas”, o “Yo jamás voy a llevar el apellido de un macho, el mío me gusta, tiene clase, soy una artista”. Su paisano, el escritor Edmundo Paz Soldán, ha señalado con tino acerca de Contraluna: “Este libro es un gran salto, quizás no el definitivo —¿cuál lo es? —, pero uno lo suficientemente importante como para ir consolidando lo hecho a lo largo del camino. En sus cuentos no hay emociones sutiles, tampoco quietas epifanías. Los personajes están siempre poseídos por pasiones extremas, y deambulan por el mundo expresándose con fuerza: hay olores intensos, y la sangre nunca está muy lejos de la superficie (…) Más que la ironía, abunda el sarcasmo, el humor negro”.
Tukzón, historias colaterales es, a mi gusto, el libro mejor logrado de Giovanna. En él la mujer que habita en el fondo de la escritora se transforma en un personaje más, dando paso a una galería de seres que atrapan al lector con sus diferentes matices y obsesiones. Quince historias (numeradas de la 0 a la 14) que recorren temas como la ciencia ficción, criminales en serie, la migración, el tráfico de órganos, el atentado a las torres gemelas de Nueva York, entre otros. Por alguna razón la editorial decidió presentar el libro como “novela híbrida”, aunque en mi opinión cada una de las historias, incluso cuando puede existir cierta relación o conexión entre algunas de ellas, son completamente autónomas, lo que les otorga su indudable carácter de cuentos, narraciones cortas muy bien estructuradas. Es en estos quince cuentos donde Giovanna Rivero confirma la fuerza de su prosa, logrando que el ritmo sea a la vez vertiginoso e incisivo. Algunos, como “Polizonte”, “Other voices”, “Tucson. Más noche”, “Next level”, “Viaje a Broadway” y “Balcón”, logran estremecernos de tal manera que no podemos ser los mismos, como lectores, como personas, después de finalizar su lectura; sin demérito de las otras narraciones del libro, éstas que menciono pueden ser consideradas como el ejemplo perfecto de lo que Julio Cortázar señalaba como historias que se erigen en auténticos nocauts a la mente del lector.
Después de la lectura de este último libro no tengo el menor recelo en afirmar que estamos ante una escritora en toda la extensión de la palabra, quien luego de años de experimentación ha llegado sin duda al punto culminante de su madurez narrativa, a partir del cual no veo más camino que el de una escritura contundente en estilo, irrevocablemente subversiva en sus temas, propositiva en su forma y absolutamente perturbadora de las buenas conciencias: Giovanna Rivero, hacedora de bombas explosivas literarias.
NOTAS
Giovanna Rivero, Las camaleonas (novela), Ed. La Hoguera, Bolivia, 2001, 157 pp.
———————, Contraluna (cuentos), Ed. La Hoguera, Bolivia, 2005, 149 pp.
———————, Tukzon, historias colaterales (novela híbrida), Ed. La Hoguera, Bolivia, 2008, 186 pp.
Fuente: Ecdótica