Los vivos y los muertos
Por: Wilmer Urrelo
Monólogos. Adolescentes desesperados por salir de Madison y no volver nunca jamás. Un ex combatiente de la guerra del Golfo perturbado. Un periodista atormentado. Niños aterrados por la sola presencia del padre. Dos asesinatos. Nieve. Cielo gris. Pérdida y ausencia.
Ésos y algunos más son los ingredientes de la más reciente novela de Edmundo Paz Soldán titulada Los vivos y los muertos (Alfaguara, 2009). Ésta transcurre en los Estados Unidos, en un lugar llamado Madison para ser más preciso, y retrata la vida de varios personajes, los cuales nos van contando sus vidas a ritmo desenfrenado. En un momento dado ocurrirá algo que, de manera increíble, cambiará la vida de todos.
Sin duda, se trata de la apuesta más íntima en la narrativa de Paz Soldán a lo largo de su carrera. La más íntima sí y también, qué duda cabe, la más arriesgada y distinta. Con cierto aire del relato policial Los vivos y los muertos comienza «un día un día gris, opresivo» y ésa será la exquisita sensación que nos acompañará a lo largo de la novela. Y lo mejor de todo es que esa percepción, el frío que sus personajes parecen desprender de sus cuerpos, no nos abandonará nunca a lo largo de sus 208 páginas. Es un libro que todos esperábamos leer de la pluma de Paz Soldán, un libro ya necesario: un libro comprometido con la ausencia, con la pérdida; un libro comprometido también con el crimen, con esa violencia «que nos condena a todos durante todo el tiempo», como diría Dal Masetto; un libro comprometido con la procesión que va por dentro, con lo íntimo, esa procesión a la que los bolivianos y bolivianas somos tan indiferentes la mayor parte del tiempo. Ahí están el señor Webb, Hannah, Junior, Jim, etc. Son ésos los que quedan impregnados en nosotros: su dolor, la percepción que cada uno de ellos tiene en su respectivo monólogo de ese mundo personal que está a punto de derrumbarse a partir de las dos muertes de las que ya hablé, de que nada más será igual que antes. Un salto importante, un giro crucial diría yo de la narrativa de Paz Soldán. ¿Cuáles son los vivos? ¿y cuáles los muertos? Me animo a dar una respuesta: todos estamos vivos y muertos; todos estamos muertos y vivos. Alguna vez. ¿Casi siempre?
Fuente: Crítica en Le Monde Diplomatique (Bolivia). martes, 10 de marzo de 2009 a las 22:47