“Interior mina” de René Poppe
Por Bartolomé Leal (Desde Santiago, Chile exclusivo para ecdotica-6413e4.ingress-bonde.easywp.com/blog)
La idea del infierno en la tierra no es ajeno a mucha literatura del continente, sea por influjo de las obras de los autores realistas o naturalistas, de Dickens y Zola, a Babel y Lawrence, entre tantos otros; sea por un compromiso político profundo. Esto originó una importante corriente de literatura militante o social en nuestros países, no siempre con alto rendimiento estético. Hubo algunos que sin alejarse de la realidad cruda de nuestros pueblos, lograron obras de mayor calidad. No es que ellos adhirieran necesariamente a un ideario de denuncia, pero los temas de la injusticia y la brutalidad de parte de la autoridad o el propietario, son tópicos centrales en sus obras. Y esto perdura: a veces aprendemos más en los textos de ficción que en los mamotretos de los cientistas políticos o sociales. Caben aquí de manera particularmente vigente los que se podrían llamar textos testimoniales, menos preocupados de indagar en los aspectos digamos estructurales de la injusticia, sino más en los rasgos cotidianos, domésticos, poco dramáticos a escala social pero en muchos casos decisivos para entender las vidas individuales. Pienso por ejemplo en los libros de Oscar Lewis en México (Los hijos de Sánchez) o de Miguel Barnet en Cuba (Biografía de un cimarrón), que permitieron hablar a los protagonistas del horror y la miseria, logrando obras admirables. E influyeron significativamente en una literatura que a veces caía de forma exagerada en lo panfletario. Sólo hace poco me he sumergido en “Interior mina” de René Poppe, no conocía al autor ni su obra. Es un libro que me ha dejado impresionado. Creo que es una suerte de apabullante Descensus ad Inferos, el infierno de la dura vida de los trabajadores, y también de sus miserias y batallas, de sus sustitutos de felicidad, de sus ansias de justicia. Tampoco hay allí idealización, es la vida corriente de gente que sufre para llevar comida a los suyos. Y eso es lo que más impacta. Creo que la misma idea de Poppe de someterse a esa vida para entenderla, es algo que poca gente ha estado dispuesta a hacer. Los escritores preferimos normalmente hacer del café, del dormitorio o del bar el campo de búsqueda de imágenes, gente o sensaciones. La diferencia se explica en el caso de Poppe: es una época, los 70, donde el compromiso revolucionario impregna la labor del intelectual. Y Poppe lo asume… No quiere ser un testigo de segunda mano. Comparte momentos íntimos con los mineros y no duda en someterse a bajezas y vicios, siempre con una mirada puesta en el ser humano, en comprender por qué actúa de una manera u otra. Es una gran veta de la literatura boliviana, y comparo este libro con American Visa, por ejemplo, donde también hay testimonios de la desdicha, esta vez en el ámbito urbano. Pero también en la literatura minera, donde tenemos mucho de interesante que mostrar como continente, y pienso en voz alta en El tungsteno, la novela de César Vallejo, en los cuentos de Baldomero Lillo en Sub Sole, en Hijo del salitre, la novela de Volodia Teitelboim; y por supuesto en Metal del diablo de Augusto Céspedes, sólo un ejemplo de la rica y variada presencia de la temática minera en la literatura boliviana. Un gran libro el de Poppe, celebro la bella reedición que se ha hecho, oportuna y necesaria.
08/07/2007 por Marcelo Paz Soldan