Fantasmas asesinos para el Premio Nacional de Novela
Por Liliana carrillo
A medida que sus fantasmas se materializaban, Wilmer Urrelo (La Paz, 1975) renunció a su trabajo de editor en Santa Cruz, volvió a La Paz y comenzó a escribir 12 horas diarias. El resultado fue la novela de 600 páginas Fantasmas asesinos que el 14 de marzo se hizo con el noveno Premio Nacional de Novela, dotado con US$ 8.000.
“Fantasmas asesinos es una novela policial del género negro; es sumamente fuerte y se desarrolla en el underground paceño. En el relato, hay muchos tornillos que al final llegan a unirse, no quedan piezas sueltas”, opinó Moira Bailey presidenta del jurado integrado también por Nestor Tabeada Terán, Walter Navia, Jaime Iturri y Homero Carvalho.
La obra premiada relata, en tres partes, un caso verídico que requirió tres años de investigación para el autor: “Es la historia del asesinato de un niño que, con el tiempo, se convirtió en una especie de santo”, declaró. Con este detonante, la trama se desarrolla a partir de la perspectiva de un joven estudiante, Javier Ugarte, quien cuenta su propia historia muy ligada al crimen. De fondo, el caótico tiempo de la dictadura. “Fue difícil, física y emocionalmente, escribir esta obra; ahora veremos que pasa” comentó el autor de 31 años que ya había ganado, en 2000, el galardón de Primera Novela de la Editorial Nuevo Milenio con Mundo negro. Ahora ya trabaja en una nueva obra y a ella dedicará los US$ 8.000 del premio.
Inusualmente, este año el jurado otorgó dos menciones a las obras: Los ingenuos de Verónica Ormachea, una obra ambientada en la revolución del 52, y Mundo puto de Roberto Cuevas Ramírez, un relato que se desarrolla en un prostíbulo de La Paz.
¿Se publicarán? Santillana sigue analizando el asunto.