Rodrigo Hasbún: “Robo a la realidad momentos, situaciones y gestos”
Por: Claudia Eid Asbún
El cuidado y la calma para responder entrevistas del escritor Rodrigo Hasbún son un regalo para cualquier periodista. Él sabe bien cómo funciona esto, pero da la impresión de que lo sabe después de haber pasado por malas entrevistas, entonces tiene la amabilidad de facilitar las cosas para que salgan mejor para todos. Le propusimos hacer un juego para entrevistarlo en esta ocasión, a propósito del taller de cuento que dará en LaLibre durante todos los lunes de septiembre en Cochabamba. El juego fue responder las preguntas que le hacen a Elena, el personaje principal de su novela El lugar del cuerpo, reeditada por la editorial El Cuervo. Elena es una escritora que regresa después de mucho tiempo a su país de origen, por cuestiones familiares; aunque las circunstancias son distintas para Rodrigo, parecía pertinente, ahora que él está en Cochabamba, hacerle las preguntas que imaginó para su personaje. El autor aceptó y éste es el resultado.
— ¿Se quedará a vivir en el país, al menos por un tiempo?
No deja de ser un poco inquietante responder a las mismas preguntas que le hacen a Elena en El lugar del cuerpo. Pero mis circunstancias son felizmente menos duras que las suyas. Entre otras cosas, ella vuelve a Bolivia por primera vez después de varias décadas fuera. Yo, en cambio, nunca estuve más de dos años seguidos sin pasar al menos unas cuantas semanas en Cochabamba. Todavía no vuelvo para quedarme, pero últimamente he estado alargando mis estadías, queriendo que se sientan cada vez menos como “visitas” y cada vez más como si también viviera acá. En ese sentido me alegra estar ofreciendo ahora un taller de cuento que durará al menos un mes.
— ¿Qué se propone con su literatura?
Me propongo lo que idealmente se proponen todos en sus oficios respectivos: hacerlo lo mejor posible y, en el camino, ojalá, ofrecerles a otros una pizca de lo mucho que la literatura me ha ofrecido a mí.
— ¿Para qué cree que sirve la literatura?
Para nada, por una parte. Por la otra, para viajar hacia los demás y hacia nosotros mismos. Para desordenar nuestras certidumbres y ensanchar los límites de lo real. Para matizar lo uniforme y acercar lo que está lejos, para expandir esa vida única que no alcanza para nada y que se acaba el momento menos pensado. Para incomodarnos y acompañarnos y entretenernos y consolarnos y darnos placer.
— ¿Por qué la falta de referencias concretas?
En mis primeros libros le huía un poco a la responsabilidad y a la condena de ser puntilloso en la ambientación. Pero eso ha ido mutando con el tiempo, y ahora disfruto de las referencias específicas. La novela que publicaré en unos meses sucede entre la Cochabamba de mi adolescencia y la Houston en la que vivo ahora, y uno de los aspectos más gratos de escribirla fue justamente contraponer esos dos lugares. Es decir, contraponer no solo dos geografías sino también dos ritmos, dos enmarañamientos sentimentales, dos formas de mirar.
— ¿Qué piensa de la nueva narrativa del país?
Si esa nueva narrativa fuera la de mi generación, que en verdad ya tiene sus años, diría que es atrevida y movediza y que todavía no ha agotado todo lo que promete. Escribir, seguir escribiendo, es una labor difícil en cualquier parte. En Bolivia, que no cuenta con estímulos de ningún tipo y cuyo mercado editorial es minúsculo, lo es todavía más. Ojalá esos proyectos que ahora mismo están en marcha no se trunquen por la falta de un apoyo verdadero.
— ¿A qué escritores nacionales respeta?
Por seguir en la misma línea de la pregunta anterior, leo con mucho interés a los escritores de esa nueva narrativa a la que hacía referencia: Maximiliano Barrientos, Wilmer Urrelo, Fabiola Morales, Giovanna Rivero, Sebastián Antezana, Magela Baudoin, Juan Pablo Piñeiro, Liliana Colanzi, Cristian Vera…
— ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Ando trabajando con Martín Boulocq en el guion de su siguiente película. Y estoy por publicar esa novela de la que te hablaba. Titula Los años invisibles y la idea es que en Bolivia salga dentro de unos meses con la editorial El Cuervo.
— ¿Cuán autobiográficos son sus libros?
Son autobiográficos sobre todo en cuanto a algunas emociones. Y eventualmente también le robo a la realidad momentos y situaciones y gestos. Pero todo eso termina transformándose luego, porque la escritura opera como los sueños, donde confluyen elementos llegados de todas partes. Es esa confluencia la que propicia que sea una experiencia tan impredecible y tan intensa.
— ¿A qué aspira?
Con su discreción habitual, Natalia Ginzburg decía que ella aspiraba a luchar contra las mentiras de su propio pensamiento y de sus propias palabras. A eso mismo me gustaría aspirar a mí.
— ¿Se siente realizado (a)?
Sentirse realizado debe ser horrible. La insatisfacción y las dudas me parecen un lugar menos cómodo y bastante más interesante.
Fuente: Lecturas