Marcelo Paz Soldán y la obsesión impenitente
Por: Ivan Castro Aruzamen
Con Marcelo Paz Soldán se puede hablar horas y horas enteras de libros, literatura y mujeres. Es un hombre con una gran capacidad de análisis y síntesis. Tiene la inteligencia de un Sherlock Holmes y la paciencia de un Borges para diseccionar la obra de un autor o la vida de algún personaje literario. Como todo en el mundo de la literatura o la ficción, nunca se sabe cuándo está hablando de un hecho real o imaginario, imaginado por todo ese torrente de anécdotas y chismes que se las sabe al dedillo. Allí en el séptimo piso del edificio de la Av. Santa Cruz donde está Editorial Nuevo Milenio, en medio de libros y un aire de soledad al son de un espresso, nos sentamos a dialogar o, mejor sería decir, a dialogar dialógicamente (Raimon Panikkar).
Me entero que los Paz Soldán vienen del Perú. Y que el primero que llegó a Cochabamba en los albores de la República fue uno de los fundadores de la UMSS (Universidad Mayor de San Simón). Su abuelo Edmundo Paz Soldán Pol escribió el libro Guerra del Chaco. Planes y conducciones de operaciones militares. Con un hermano escritor de quien tiene recuerdos imperecederos. En suma, Marcelo Paz Soldán, se adentró en la literatura y la edición de los libros como una maldición de la que no ha logrado salir inmune, porque lleva veintitrés años al frente de dicha empresa y con más de setenta libros publicados, siendo ya una referencia ineludible como editor en la literatura nacional. Y cuando le pregunto cómo es que le agarró esa maldición, me dice, que en la familia se fomentaba la lectura, se define como un gran lector, pero no uno voraz. “La lectura es la puerta de entrada a la literatura”, dice, y por eso piensa sin dudas, que “sin lectura y escritura no es posible o no hay literatura”; por eso para este cochabambino indomable a pesar de los sinsabores de la vida, termina diciendo, “mi incursión en la literatura es lúdica”.
Pues de alguna forma me interesaba conocer al editor detrás del hombre, amante de la literatura y las mujeres. En una primera etapa para Marcelo la función del editor no pasaba de ser un mero corrector de pruebas, en pocas palabras, estaba convencido que su función era verificar la formalidad del texto. Pero con el paso del tiempo y la obsesión por los libros como una vieja amante a quien no se puede dejar a pesar de los años, comprendió que el editor debe ir más allá, “necesita explorar el texto”, afirma convencido de su labor actual. Porque el editor “tiene una enorme responsabilidad entre el escritor y el lector”; y ese ha sido su desafío muchas veces ingrato, porque la labor silenciosa del editor en el producto final no aparece de manera fehaciente, porque en el placer de la lectura como dice Roland Barthes, están en juego el escritor, el lector y el acto de leer. Por lo general los lectores no reparan en el editor que tiene esa responsabilidad de hacer de puente, de barquero entre una orilla y otra.
En agosto de 1996 inició Nuevo Milenio y me cuenta que pasó momentos muy difíciles, especialmente en el 2012, porque editar libros en Bolivia no es un negocio rentable. Marcelo Paz Soldán es economista de profesión. Eso le ayudó mucho a sortear los escollos en el famélico mercado editorial boliviano. Ha escrito una investigación importante sobre la vida del pintor Alcalá: Ricardo Pérez Alcalá, el gran ausente (2015). Es un trabajo brillantemente documentado y ha sido publicado por el Museo Nacional de Arte. Paz Soldán conoce el mundo del pintor Pérez Alcalá sin ser pintor ni artista plástico, sino fruto del acto responsable de investigar el legado de un autor. A punto de entrar al medio siglo de vida, el editor de Nuevo Milenio no ha mermado su obsesión por la perfección del texto, pero a pesar de eso, dice, que si bien cree firmemente en los libros que son parte de su catálogo, reconoce, que algunos de ellos no funcionaron como él esperaba debido a muchos factores. Le pregunto si se arrepiente de haber editado algún autor, responde, “no”, porque su labor de editor es la del cirujano, extirpar los tumores que pueden malograr un texto.
Al final de nuestra charla, tan humana como la literatura y los libros, me quedé con una frase: “En la conquista de una mujer no debe haber mentiras. Si se empieza con ellas es una mala conquista que puede terminar mal”. Marcelo Paz Soldán lleva a cuestas una obsesión insobornable por los libros y su edición al viejo estilo de un amante impenitente.
Fuente: Puño y Letra