Del laboratorio al escritorio: Carne de mi carne – Antología de cuento
Por: Alejandra Echazú Conitzer
¡Señoras y Señores, la mesa está servida! Como entrada, el exquisito estudio de María Negroni sobre la estética gótica y luego, para un exigente paladar, doce sustanciosos platos.
Las anfitrionas de tan suculento banquete son Magela Baudoin y Giovanna Rivero, ambas galardonadas escritoras, quienes dirigen la Colección Mantis que edita y publica Plural y cuenta con el auspicio de la Fundación Simón I. Patiño. Nos referimos a la elegante e impecable Carne de mi carne Antología de Cuento que ha visto la luz el pasado viernes primero de junio.
La Antología se inspira en la clásica novela gótica Frankestein o el moderno Prometeo de la inglesa Mary Shelley (1797-1851), quien devela en su prólogo que el texto surge en los alrededores de Ginebra; Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y Mary Shelley leen y comentan cuentos alemanes de fantasmas y deciden, por diversión, escribir relatos basados en lo sobrenatural.
De este juego, únicamente el texto de Shelley fue acabado y publicado cuando tan solo contaba 20 años. La narración habita ya el imaginario popular, pero podemos repasarla muy sucintamente. El científico Victor Frankenstein crea una criatura horrorosa y poseedora de una fuerza sobrenatural. El inventor le da la vida, pero no puede satisfacer las necesidades de este “engendro”, que sufre de una espantosa soledad y de la necesidad profunda de ser amado, tanto así que pide a su creador una pareja a su imagen y semejanza; Frankenstein acepta la súplica para luego arrepentirse y destrozar lo que había comenzado a construir.
El monstruo jura venganza y mata a la prometida de Frankenstein. Luego de una persecución alrededor del mundo, ambos se encuentran en el Ártico, donde muere el científico. Luego de llorarlo, la creatura desaparece entre las aguas heladas esperando su propia aniquilación. La obra de Shelley revela un complejo intercambio psicológico y especular entre el creador y lo creado y pulsa temas del Romanticismo y de lo gótico, pero también de la modernidad.
Para quien desee leer más sobre la fascinante vida de Mary Shelley, la misma Colección Mantis ha publicado La mujer que escribió Frankentein de la argentina Esther Cross, y que merece una reseña aparte.
Carne de mi carne Antología de Cuento parece haber surgido de un desafío parecido al de Ginebra: ensayar posibles “creaturas”, diseccionando al monstruo, pues cada autora y el único autor (todos latinoamericanos) se ocupa de alguna parte fisiológica del engendro. El experimento de imaginar, recrear y narrar es un acto que en esta antología se proyecta de la mesa del anfiteatro anatómico al escritorio; del matraz, de las pinzas y del microscopio a la computadora, a la tinta y a la imprenta: la escritura es un laboratorio infinito.
En un poderoso cuento, Daniela Tarazona se detiene en el ojo izquierdo. Una mano es diseccionada por Katya Adaui, y con ella, la memoria del padre; Fernanda García Lao invade el corazón del monstruo a partir de una mujer que transita del monasterio al laboratorio. Rosario Barahona opta por el cerebro y la memoria, pero su labor se desplaza del monstruo a su autora: recordemos que Shelley muere por un tumor, precisamente en el cerebro. Lena Yau recupera fuentes de inspiración de Shelley, como el poema trágico griego y lo acopla al hígado como un órgano capaz de ser depositario de la memoria. La determinación de vivir y las orejas del monstruo son los temas de Claudia Hernández.
Los huesos, unidos al barro creador, son trabajados por Betina Gonzáles, quien reconoce el quebranto diario de salir al mundo. María José Navia analiza las excreciones que develan maldad, curiosidad, abyección pero también memoria y desencuentros. La cojera es estudiada por Fabiola Morales como eje fundamental de lo creativo y también examina la bilis, la leche, los fluidos femeninos. Giuseppe Caputo disecciona el estómago como si se tratara de un corazón hambriento siempre (de alimentos, de amor, de encuentros).
Un cementerio de pobres es el escenario del cuento de María Fernanda Ampuero, poblado de descripciones vívidas y acercamientos a los muertos. Cierra la antología la admirada Margo Glantz con una evocación potente de María Callas y lo que sucede cuando se pierde la voz. En todos los cuentos hay un ingrediente común, o quizá es mejor decir que hay una ausencia común: la de los afectos, esa carencia de la mitad faltante.
En su manifiesto editorial, Baudoin y Rivero explican que la mantis es un insecto (bestia, la llaman) que lleva el oído en el corazón y que “al descomponer la experiencia, devuelve en vibración una verdad”. Consecuente, Mantis nos ofrece este corpus, que en su monstruosidad se alimenta de nuestras ansias y de nuestra hambre, pero al mismo tiempo los lectores nos saciamos de él y, luego, deseamos más y más ¡Bon appétit!
Fuente: Página Siete